En
varias especies, las hembras prefieren a aquellos machos que son más
simétricos, lo que ha sugerido que el grado de asimetría guarda información
valiosa respecto a la calidad de una pareja potencial. Sin embargo, la
diversidad de estudios y resultados respecto a este tema parece más bien
sugerir que se entiende poco acerca de los factores que determinan la asimetría fluctuante.
Uno
de los aspectos que no son claros, es la forma en la que el estrés ambiental
afecta la asimetría de caracteres. Por ejemplo, es posible que el estrés
afecte a los individuos de forma diferente dependiendo de su carga genética o
que los individuos tiendan a optimizar otras características a expensas de su
asimetría.
Aprovechando
la existencia de 4 tamaños de peces (donde el tamaño parece estar determinado
genéticamente), un grupo de investigadores de México y Estados Unidos averiguaron
si la asimetría en ciertos genotipos indicaba la optimización de la tasa de
crecimiento sobre un desarrollo inestable o poco óptimo.
Para
ello criaron varios grupos de peces machos de la especie Xiphophorus
multilineatus a los que les midieron la asimetría de sus barras
verticales, ya que en estudios previos ya se había observado que las hembras
parecen preferir a aquellos machos con barras simétricas. También, expusieron
a un grupo de machos a una alimentación de alta calidad (y a otros no), midieron
los patrones de sus otolitos
(indicadores de problemas en el desarrollo) y evaluaron su atractivo (de
acuerdo con la preferencia de las hembras).
Es
posible que en ciertas circunstancias ser grande rápidamente sea mejor que
ser simétrico, por ejemplo, cuando el riesgo de depredación es alto. En esos
casos las hembras deberían preferir a los machos grandes y en consecuencia
ser asimétrico sería un indicador de “buenos genes”.
Bajo
la luz de lo anterior, los autores sugieren cautela a la hora de evaluar la simetría
y su atractivo. Después de todo, la preferencia de las hembras puede variar
dependiendo del contexto, tal y como sucede para otros caracteres
involucrados en la selección sexual.
Artículo de referencia:
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sábado, 5 de mayo de 2012
Se puede ser asimétrico y aun así ser sexy
domingo, 15 de abril de 2012
El color rojo no siempre es sexy en las mujeres
¿De qué color te imaginas al típico Ferrari? ¿Rojo? Imagina a una mujer muy sexy ¿te la imaginaste vestida de rojo? Se ha sugerido que los humanos tienen una predisposición biológica al color rojo, debido a que este color es “sexualmente conspicuo”.
De hecho, de acuerdo con la hipótesis de la sexualidad conspicua así como en las hembras de varias especies de primates del primer mundo, las mujeres podrían utilizar el rojo para anunciar la ovulación y la receptividad sexual. En este caso, los objetos rojos (ropa, lápiz labial, etc.) serían un indicador de la coloración de los genitales. En consecuencia, los hombres podrían encontrar atractivo el color rojo precisamente porque este color estaría asociado a la receptividad sexual. Esta hipótesis resultará conocida para aquellos que han leído “El mono desnudo” de Desmond Morris.
Aunque existe cierta evidencia de que el color rojo puede influir en las evaluaciones de atractivo, no era claro si dichos resultados eran evidencia de la hipótesis de la sexualidad conspicua. De hecho, se sabe muy poco de la variación natural del color de la vulva y menos de la importancia que los hombres dan a la variación de dicha coloración.
Así que para salir de una buena vez de esta inquietante duda, un grupo de investigadores de la Universidad de Kent, liderados por Sarah E. Johns llevaron a cabo una prueba directa del supuesto principal de la hipótesis de la sexualidad conspicua. Así como lo leen: una “prueba directa”.
Un grupo de 40 hombres heterosexuales ordenaron 16 fragmentos de imágenes manipuladas de vulvas donde el valor 0 (cero) correspondería a las vulvas menos atractivas y el 100 a las más atractivas. El color de todas las imágenes fue modificado para presentar varias tonalidades desde el rosa hasta el rojo.
Según sus resultados los voluntarios ordenaron como menos atractivas las imágenes más rojas. Es decir, en términos generales las vulvas más rojas provocaron cierta aversión. Esto tiene sentido si pensamos que ciertas condiciones infecciosas están asociadas al enrojecimiento de la vulva, por ejemplo, la vulvovaginitis candidiásica y la tricomoniasis.
En consecuencia, los resultados del estudio de Sarah y su equipo ponen en duda la hipótesis de la sexualidad conspicua y la creencia de que el rojo es una señal de atractivo sexual en humanos donde dicho color se asocia al color de la vulva. Más aun, el estudio subraya la importancia de evaluar de forma cuidadosa las señales visuales entre humanos y la forma en la que son interpretadas.
Así que pueden ir en paz, los vestidos y los labios rojos no necesariamente nos recuerdan vulvas rojas ni periodos de receptividad sexual.
De hecho, de acuerdo con la hipótesis de la sexualidad conspicua así como en las hembras de varias especies de primates del primer mundo, las mujeres podrían utilizar el rojo para anunciar la ovulación y la receptividad sexual. En este caso, los objetos rojos (ropa, lápiz labial, etc.) serían un indicador de la coloración de los genitales. En consecuencia, los hombres podrían encontrar atractivo el color rojo precisamente porque este color estaría asociado a la receptividad sexual. Esta hipótesis resultará conocida para aquellos que han leído “El mono desnudo” de Desmond Morris.
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Piel sexual en babuinos. Fotografía de Peter Henzi. |
Así que para salir de una buena vez de esta inquietante duda, un grupo de investigadores de la Universidad de Kent, liderados por Sarah E. Johns llevaron a cabo una prueba directa del supuesto principal de la hipótesis de la sexualidad conspicua. Así como lo leen: una “prueba directa”.
Un grupo de 40 hombres heterosexuales ordenaron 16 fragmentos de imágenes manipuladas de vulvas donde el valor 0 (cero) correspondería a las vulvas menos atractivas y el 100 a las más atractivas. El color de todas las imágenes fue modificado para presentar varias tonalidades desde el rosa hasta el rojo.
Según sus resultados los voluntarios ordenaron como menos atractivas las imágenes más rojas. Es decir, en términos generales las vulvas más rojas provocaron cierta aversión. Esto tiene sentido si pensamos que ciertas condiciones infecciosas están asociadas al enrojecimiento de la vulva, por ejemplo, la vulvovaginitis candidiásica y la tricomoniasis.
En consecuencia, los resultados del estudio de Sarah y su equipo ponen en duda la hipótesis de la sexualidad conspicua y la creencia de que el rojo es una señal de atractivo sexual en humanos donde dicho color se asocia al color de la vulva. Más aun, el estudio subraya la importancia de evaluar de forma cuidadosa las señales visuales entre humanos y la forma en la que son interpretadas.
Así que pueden ir en paz, los vestidos y los labios rojos no necesariamente nos recuerdan vulvas rojas ni periodos de receptividad sexual.
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Pintura original de John William Godward tomada de Wikimedia Commons. |
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lunes, 5 de marzo de 2012
La presencia de machos atractivos quita el hambre a ciertas hembras
Es cada vez más claro que los adornos u ornamentos masculinos, presentes en diversas especies, son efectivos debido a que explotan sesgos sensoriales preexistentes. Es decir, los machos de algunas especies podrían haber evolucionado ornamentos para los que las hembras estuvieran predispuestas a responder, por ejemplo, aquellos relacionados con la detección de alimento.
Lo anterior había sido una hipótesis respecto al costo potencial en el que las hembras incurren al responder a ornamentos masculinos, pero no había sido demostrado hasta hace muy poco. Fueron Constantino Macías García y Yolitzi Saldívar Lemus, del Instituto de Ecología de la UNAM quienes demostraron que en varias especies de peces godeidos las hembras incurren en costos negativos al responder a la atractiva cola de los machos de dicho grupo de peces. Las especies consideradas en su estudio fueron Chapalichtys pardalis, Ameca splendens, Xenotoca variata, Xenoophorus captivus, Xenotoca eiseni y Characodon audax.
Los machos se verían beneficiados con la utilización de estas “trampas sensoriales” porque, como resultado, las hembras se verían atraídas a ellos, incrementando las oportunidades de apareamiento.
Sin embargo, si las hembras estuvieran respondiendo a ornamentos que imitan presas esto podría significar un costo para ellas ya que podrían dejar de responder al modelo original (el alimento) del que el ornamento obtiene la ventaja. En consecuencia, las hembras podrían perder valioso tiempo de alimentación distraídas por los ornamentos masculinos.
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En los godeidos los machos tienen una banda amarilla vertical en su aleta caudal (cola) que asemeja a las larvas de algunos caballitos del diablo, uno de los alimentos favoritos de estos peces.
Según sus experimentos las hembras de estos peces fueron menos eficaces al alimentarse en presencia de machos cuyas colas asemejaban la forma de ciertas presas, particularmente cuando ambos estímulos estuvieron presentes. En todas, menos una especie, las hembras experimentaron perdida de peso después de los experimentos; y en cuatro de las seis especies estudiadas las hembras pasaron más tiempo admirando a los machos que alimentándose, aun cuando en todos los casos las hembras habían sido privadas de alimento las 24 horas previas a los experimentos. Es decir, si no comieron no fue por falta de hambre.
En su estudio todas las hembras estaban preñadas cuando se hicieron los experimentos por lo que no eran sexualmente receptivas y no fueron cortejadas por los machos debido a que los machos estuvieron en peceras aledañas. Además, gracias a la iluminación utilizada, las hembras podían ver a los machos sin que ellos las vieran por lo que no fueron molestadas por los avances masculinos en ningún momento.
Macho de Ameca splendens. Imagen de Marie France Janelle tomada de Wikimedia Commons.
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Ahora bien, las tasas de apareamiento elevadas y el cortejo constante podrían ser costosas para las hembras de especies que caen en las trampas sensoriales como las aquí descritas. En tal caso, las hembras deberían evolucionar mecanismos que les permitieran “escapar” de dichas trampas. En consecuencia, los machos podrían verse obligados a desarrollar ornamentos cada vez más exagerados. Este proceso es justo uno de los que se han propuesto para explicar la evolución de los exagerados ornamentos masculinos presentes en diversas especies.
No es claro si las hembras de los godeidos han evolucionado mecanismos de defensa contra la trampa sensorial de los machos, pero el hecho de que Ameca splendens (especie donde los machos tienen las colas más vistosas) sea la única especie herbívora podría ser una consecuencia de los costos alimenticios impuestos a las hembras por las sexys colas de los machos. No hay prueba de ello, pero es una posible explicación.
Por lo pronto, el estudio de Constantino y Yolitzi es el primero en demostrar que, en ciertas especies, las trampas sensoriales masculinas que imitan la forma de ciertas presas influyen en la eficiencia de las hembras para alimentarse.
Artículo de referencia:
Garcia, C., & Lemus, Y. (2012). Foraging costs drive female resistance to a sensory trap Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences DOI: 10.1098/rspb.2011.2611
sábado, 25 de febrero de 2012
Sexys sin saberlo
La coloración iridiscente se debe al acomodo de una o varias diminutas estructuras con diferentes índices de refracción. En el reino animal, la iridiscencia hace que los bichos tengan una coloración cambiante dependiendo del ángulo de luz. Dicha coloración ha sido reportada en aves y artrópodos, y muy pocas veces en mamíferos. Una de las hipótesis mas socorridas para tratar de explicar este tipo de coloración es la selección sexual. Es decir, las coloraciones brillantes y atractivas pudieron haber sido seleccionadas para atraer parejas sexuales potenciales.
Sin embargo, el hecho de que los topos dorados pertenecientes a la familia Chrysochloridae tengan un pelaje iridiscente es de llamar la atención: estos subterráneos animalitos son ciegos. Como quien dice, estos topos no solo deambulan en la obscuridad con un hermoso y atractivo pelaje, sino que aun en el caso en el que la luz los iluminara ellos no notarían los cambiantes y sexys destellos de otros congéneres. Debido a esta paradoja de la naturaleza, un grupo de investigadores liderados por Holly K Snyder decidieron examinar las bases físicas de tan coqueta coloración. En su estudio fueron aplicadas toda una variedad de técnicas para analizar el pelaje de 4 especies de topos dorados (Amblysomus hottentotus, Amblysomus septentrionals, Chrysochloris asiatica y Eremitalpa granti). Por ejemplo, midieron la reflectividad, examinaron con un microscopio electrónico de barrido la morfología externa, utilizaron microscopía electrónica para examinar la ultraestructura del pelaje y utilizaron un modelaje óptico para identificar las bases físicas de la producción de colores iridiscentes.
Los autores encontraron que la iridiscencia de estos topos se debe a la estructura aplanada que permite reflejar mejor la luz, a las escamas comprimidas que proporcionan una superficie con mayor reflectancia y a las capas claras y obscuras de la cutícula capilar que fungen como reflectores superpuestos. El estudio de Holly y su equipo es el primero en reportar la ultraestructura de un pelaje de mamífero y dar una explicación a la coloración iridiscente del grupo en cuestión. Los autores concluyen que, considerando su ceguera, es muy poco probable que el pelaje de estos topos haya evolucionado a través de selección sexual; y considerando el ambiente en el que se desenvuelven es también poco probable que funja como camuflaje. Sin embargo, es posible que un mayor número de escamas capilares impidan que los pelos de estos animales se rompan debido a la fricción constante que experimentan en sus túneles subterráneos. Adicionalmente, es posible que la estructura observada permita a los topos moverse con mayor agilidad entre la arena y la tierra. Es decir, el pelaje podría tener una función mecánica, no reproductiva, y por lo tanto la atractiva iridiscencia de los topos dorados podría ser simplemente una consecuencia azarosa de lo primero. La función mecánica del pelaje de los topos dorados debe aun ser corroborada con estudios y experimentos al respecto. Por lo pronto, los topos dorados nos han demostrado que se puede ser sexy sin saberlo. Artículo de referencia: |
Snyder, H., Maia, R., D'Alba, L., Shultz, A., Rowe, K., Rowe, K., & Shawkey, M. (2012). Iridescent colour production in hairs of blind golden moles (Chrysochloridae) Biology Letters DOI: 10.1098/rsbl.2011.1168
martes, 15 de febrero de 2011
La proporción cintura-cadera y los ojos bailarines
Contar con una medida del atractivo sexual humano no es tan simple como parece. Las características morfológicas son sin duda más fáciles de medir, pero otras cualidades –igual o más importantes- como el encanto y el sentido del humor parecen ser más escurridizas a la medición precisa. La proporción cintura-cadera fue alguna vez considerada como una medida morfológica irrefutable del atractivo femenino. En numerosos estudios en sociedades industrializadas se encontró que las imágenes de mujeres con una proporción cintura-cadera baja, es decir, aquellas que tenían cuerpecito de reloj de arena, eran consideradas más atractivas por los hombres.
Como tal vez era de esperarse, en las imágenes traseras las miradas se fijaron en la región del estómago y la región glútea. Cuando se observaron las imágenes frontales la atención visual se centró en los senos (tampoco nada sorprendente) aunque también en el estómago en aquellas imágenes donde la proporción cintura-cadera era alta.
En este sentido, el estudio en cuestión es el primero en identificar la importancia del abdomen en los estudios de atractivo femenino, por lo que seguramente el tema tendrá que ser explorado con más detalle en el futuro. Este hallazgo tiene sentido cuando se tiene en mente lo que otros autores han sugerido respecto a la proporción cadera-cintura en el sentido de que funciona como un primer filtro en la evaluación masculina del atractivo físico femenino.
Por supuesto, es importante tener en mente que los movimientos oculares no son medidas implícitas del atractivo percibido, simplemente señalan la atención prestada a cierta región. Es decir, aunque el atractivo físico capture la atención otros procesos mentales podrían estar involucrados cuando se mide la atención visual.
En este sentido, el estudio del equipo de la Universidad de Wellington señala también la utilidad de las técnicas de monitoreo visual en los estudios de selección sexual; el uso de este tipo de técnicas es relativamente reciente en este tipo de estudios.
Por último, la evaluación de diferentes poses corporales en el estudio del atractivo físico es otro de los aciertos de este estudio. Aunque para el común de los mortales puede no sonar extremadamente novedoso, el estudio de Barbara y sus colaboradores demuestra científicamente la importancia de las imágenes traseras en la evaluación del atractivo físico femenino.
Artículo de referencia:
No solo dichos cuerpos eran considerados mas atractivos si no que también se encontraron correlatos con los niveles de estrógenos y progesterona, hormonas que a su vez están asociadas con las tazas de concepción. Con los años, sin embargo, las cosas han cambiado un poco y se ha encontrado que la cosa no es tan sencilla ni directa.
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Ilustración de William Blake tomada de Wikimedia Commons. |
Algunos estudios han encontrado que las preferencias por dicha forma corporal varían en diferentes culturas y otros estudios han demostrado que el atractivo percibido depende también del tipo de imágenes que sean presentadas, por ejemplo, si son imágenes frontales, laterales o traseras. Recientemente, algunos estudios sobre atractivo y selección sexual en humanos han echado mano del uso de aparatos que miden los movimientos oculares de los sujetos bajo prueba. Con estos aparatos es posible saber en qué parte del cuerpo se fija primero la atención, en cuántos y cuáles de estas partes se fija la mirada y el tiempo que se invierte en cada una de dichas actividades. La medición de los movimientos oculares o el tiempo durante el que se observan ciertas características morfológicas ha sido utilizada en estudios donde se mide el atractivo físico, aunque la atención visual es una medida que también ha sido utilizada en una variedad de estudios. Barbara J Dixson y un equipo de 3 colaboradores de la Universidad de Wellington en Nueva Zelanda utilizaron hace poco este tipo de aparatos para estudiar cómo es que los hombres evalúan la figura femenina y que relación guarda esta evaluación visual con sus apreciaciones respecto al atractivo de dichas imagenes. Sus resultados fueron publicados hace poco en la revista Human Nature. |
Para su estudio utilizaron una fotografía a color una mujer desnuda. Dicha fotografía fue modificada con PhotoShop para variar la proporción cintura-cadera (proporción 0.7, 0.8 y 0.9) tanto en una vista frontal como trasera. En consecuencia, se crearon 6 imágenes. Un total de 30 hombres heterosexuales de entre 25 y 44 años revisaron las diferentes imágenes mientras una maquinita registraba sus movimientos oculares. Después de ello tuvieron que calificar el atractivo de cada una de ellas en una escala del 1 al 6.
Barbara y sus colaboradores después dividieron las regiones del cuerpo para cada tipo de imagen para analizar la atención visual masculina en dichas regiones durante el movimiento ocular.
Regiones del cuerpo consideradas en el estudio. Imagen tomada del artículo de referencia. |
Su estudio, el primero en analizar la respuesta ocular a imágenes tanto frontales como traseras, demostró que aquellas imágenes donde la proporción cintura-cadera era de 0.7 fueron consideradas como más atractivas independientemente de la pose (frontal o trasera).
Como tal vez era de esperarse, en las imágenes traseras las miradas se fijaron en la región del estómago y la región glútea. Cuando se observaron las imágenes frontales la atención visual se centró en los senos (tampoco nada sorprendente) aunque también en el estómago en aquellas imágenes donde la proporción cintura-cadera era alta.
En este sentido, el estudio en cuestión es el primero en identificar la importancia del abdomen en los estudios de atractivo femenino, por lo que seguramente el tema tendrá que ser explorado con más detalle en el futuro. Este hallazgo tiene sentido cuando se tiene en mente lo que otros autores han sugerido respecto a la proporción cadera-cintura en el sentido de que funciona como un primer filtro en la evaluación masculina del atractivo físico femenino.
Por supuesto, es importante tener en mente que los movimientos oculares no son medidas implícitas del atractivo percibido, simplemente señalan la atención prestada a cierta región. Es decir, aunque el atractivo físico capture la atención otros procesos mentales podrían estar involucrados cuando se mide la atención visual.
En este sentido, el estudio del equipo de la Universidad de Wellington señala también la utilidad de las técnicas de monitoreo visual en los estudios de selección sexual; el uso de este tipo de técnicas es relativamente reciente en este tipo de estudios.
Por último, la evaluación de diferentes poses corporales en el estudio del atractivo físico es otro de los aciertos de este estudio. Aunque para el común de los mortales puede no sonar extremadamente novedoso, el estudio de Barbara y sus colaboradores demuestra científicamente la importancia de las imágenes traseras en la evaluación del atractivo físico femenino.
Artículo de referencia:
Dixson, B., Grimshaw, G., Linklater, W., & Dixson, A. (2010). Watching the Hourglass Human Nature, 21 (4), 355-370 DOI: 10.1007/s12110-010-9100-6
martes, 25 de enero de 2011
Los niños con los niños, las niñas con las niñas
Los grupos compuestos por únicamente niños o niñas son comunes en prácticamente todas las culturas humanas y también se ha observado esta tendencia en algunos vertebrados, incluyendo ungulados, peces y grandes simios. |
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Niños de Zanzíbar. Fotografía de Fanny Schertzer tomada de Wikimedia Commons. |
En la adolescencia este patrón de agrupación cambia debido al despertar sexual de los adolescentes y el interés de un porcentaje de ellos en establecer relaciones con los miembros del sexo opuesto. Para poder abordar el estudio de la segregación sexual juvenil desde un punto de vista científico y hacer predicciones concretas al respecto es necesario tener un sustento teórico. Anthony propone que la teoría de la selección sexual puede proporcionar dicho sustento. Por ejemplo, las diferencias en tamaño observadas entre machos y hembras (dimorfismo sexual) y la competitividad observada entre machos pueden explicar las diferencias en actividad física y, en consecuencia, la segregación sexual observada. Algunos estudios sugieren que los patrones de actividad física responden a las diferencias en tamaño observadas: en individuos de la misma edad aquellos con mayor estatura requieren mayor actividad física para que el desarrollo esquelético y muscular sea el adecuado. Por otro lado, recientemente se ha enfatizado el papel que la competencia intrasexual en hembras tiene en la segregación sexual. Es decir, mientras que los machos tienen una tendencia a desarrollar habilidades físicas –y eso podría facilitar su agregación en grupos de mayor actividad física-, las hembras en cambio podrían disminuir su actividad física si existiera cierta presión para que desarrollaran otro tipo de habilidades, como aquellas relacionadas con el mantenimiento de relaciones sociales cercanas y habilidades comunicativas. Por otro lado, Anthony arguye, que un aspecto importante dentro de la teoría de selección sexual es la influencia que el nicho ecológico tiene sobre la expresión de cualquier fenotipo (morfológico, conductual, cognitivo, etc.). De especial importancia en el caso de la segregación sexual juvenil es el hecho de que las experiencias tempranas durante el desarrollo alertan al organismo respecto a las características del ambiente dentro del cual se desarrollará. Por lo tanto, la información recibida y asimilada durante las primeras etapas del desarrollo deberían –en teoría- ayudar a los individuos a maximizar su adaptación al nicho dentro del cual crecerán y se reproducirán. Pero la cosa no es tan sencilla como “los niños con los niños y las niñas con las niñas”, también podría esperarse cierta dinámica entre los sexos dependiendo de las variaciones individuales en los niveles de actividad física en ambos sexos. Por ejemplo, las niñas particularmente activas podrían unirse con mayor facilidad a un grupo de niños. Sin embargo, ciertas presiones de socialización podrían contribuir a la exclusión de dichas niñas de los grupos de niños. Las niñas activas entonces podrían intentar integrarse a un grupo de niñas de nivel de actividad promedio, pero dado que sus niveles de actividad no permitirían una integración adecuada las niñas activas podrían entonces conformar un grupo –de puras niñas- aislado de otros grupos de niños y niñas. En consecuencia, los patrones de segregación son el resultado de una relación dinámica entre aspectos biológicos (como el temperamento y la actividad física) con otros aspectos de la socialización (como el papel que juega el estatus de ambos sexos dentro de un grupo social). De acuerdo con lo anterior la actividad física –por sí sola- no parece originar la segregación, si no que únicamente parece facilitarla en ciertas etapas de la integración grupal. Otros factores influyen en los patrones de segregación como son el nivel nutricional y, sorprendentemente, los sistemas de apareamiento imperantes en un grupo social. La nutrición parece ser un factor muy importante. Se ha visto que la estatura es un carácter altamente heredable pero además altamente dependiente del nivel nutricional de la madre durante la etapa gestacional. Es decir, en ambientes con estrés alimenticio las madres tienen hijos de menor tamaño, particularmente cuando éstos hijos son varones. En consecuencia, en ambientes pobres nutricionalmente hablando se esperaría una diferencia menor entre el tamaño de niños y niñas y, en consecuencia, en sus niveles de actividad y los patrones de segregación. En un estudio llevado a cabo ya hace varios años, donde se comparó un grupo con monogamia ecológicamente impuesta (los Lapps de Noruega), un grupo poligínico (los árabes Beduinos) y otros grupos culturalmente monogámicos (como muchas de las sociedades occidentalizadas), se encontró que el grupo donde la monogamia estaba ecológicamente impuesta existía un dimorfismo sexual menor comparado con los otros grupos. Era también en este grupo donde el esfuerzo de ambos padres era indispensable para la crianza exitosa de los hijos. Por lo tanto, el dimorfismo sexual observado en grupos humanos es una combinación de la influencia de las condiciones ecológicas y el sistema de apareamiento preponderante. Desde luego, en las sociedades humanas la facilitación y el reforzamiento social para el desarrollo de ciertas actividades físicas específicas para cada sexo es también un factor importante. Y esto podría no solo ser cierto respecto a las actividades físicas impuestas para ambos sexos. Anthony sugiere en su revisión que en aquellas sociedades donde existe una mayor equidad en los roles de los padres y madres -en cuanto a la provisión de recursos y el cuidado de los niños- entonces se esperaría que los juegos de los niños y las niñas fueran menos divergentes y que, en consecuencia, se observara una mayor incidencia de grupos mixtos y una menor segregación sexual. En apoyo a esta hipótesis, en un estudio se encontró una menor segregación sexual en escuelas que específicamente trabajaban para reducir los estereotipos de los roles sexuales. Sin embargo, es interesante notar que cuando las recompensas para lograr lo anterior se eliminaron los preescolares volvieron a formar grupos conformados predominantemente por niños o niñas. |
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Adolescentes. Fotografía de Jurek Durczak tomada de Wikimedia Commons. |
Artículo de referencia:

Pellegrini, A. (2010). The role of physical activity in the development and function of human juveniles' sex segregation Behaviour, 147 (13), 1633-1656 DOI: 10.1163/000579510x535262
Pellegrini, A. (2010). The role of physical activity in the development and function of human juveniles' sex segregation Behaviour, 147 (13), 1633-1656 DOI: 10.1163/000579510x535262
miércoles, 5 de enero de 2011
Los machos del diamante mandarín son tan guapos como las hembras los consideren
Brad Pitt lo sabe bien: el atractivo es importante y, aunque él tal vez no lo sepa del todo bien, el atractivo físico tiene implicaciones importantes en el éxito reproductivo de humanos y otros animales. Pero el atractivo físico no es una característica fija y depende de varios factores como la proporción de sexos (es decir, que tantos machos hay en relación con la cantidad de hembras) el riesgo de depredación y el ambiente social en el cual el atractivo es evaluado. Poco se sabe todavía respecto a la forma en la que varias especies de animales obtienen información respecto a su propio atractivo. El saber que tan atractivo se es en la arena de la competencia sexual es importante porque puede determinar los beneficios que se obtengan de dicho atractivo e influir en consecuencia en el éxito reproductivo de los individuos. Se ha visto que en el diamante mandarín (Taeniopygia guttata) las hembras modifican su preferencia dependiendo de experiencias previas y que los machos ajustan sus despliegues de cortejo dependiendo de la respuesta de las hembras. Lo que no es claro todavía es si los machos de este colorido pajarito ajustan su conducta dependiendo de la retroalimentación que reciben de las hembras respecto a su atractivo. Nick J Royle y Thomas W Pike de la Universidad de Exeter en el Reino Unido se dieron a la tarea de resolver esta incógnita en un estudio experimental que publicaron recientemente en la revista Behavioral Ecology and Sociobiology. El diamante mandarín (Taeniopygia guttata) es un bullicioso, gregario y simpático pajarito del orden de los paseriformes que ha sido estudiado con amplitud por numerosos ecólogos conductuales. Dado que son muy adaptables y parece ser muy fácil criarlos en cautiverio estos pajaritos son ideales para los estudios experimentales.
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Una ventaja en el estudio de Nick y Thomas es que ya hace varios años se observó que el atractivo de los machos del diamante mandarín puede ser manipulado experimentalmente con anillos de colores en sus patas debido a una consecuencia incidental del marcaje de estas aves. Los ornitólogos y otros estudiosos de las aves acostumbran identificar individualmente a las aves bajo estudio con pequeños anillos de colores en sus patas. Sin embargo, un estudio demostró que en el diamante mandarín los anillos rojos hacen a estos pajaritos más atractivos mientras que los anillos verdes los hacen menos guapos a los ojos de las hembras. Nick y Thomas aprovecharon este hallazgo para manipular la guapura de los machos de su estudio y así probar si la atención proporcionada por los machos depende de lo atractivos que estos sean para las hembras. Para lograr lo anterior primero utilizaron hembras y machos criados en cautiverio y jaulas experimentales en las que una hembra podía elegir entre dos machos sin que estos pudieran verse entre sí. Los dos machos -cada uno a cada lado de la hembra- y la hembra estaban en compartimentos separados; pero la hembra podía acercarse a cada uno de ellos y percharse cerca de cada uno. Los machos también tenía en su compartimento una percha cercana al compartimento de la hembra, por lo que para mostrarse interesados podían acercarse a la hembra perchándose a su lado. A los machos se les asignó al azar ya sea un anillo rojo o uno verde. Una vez que el trío estuvo en la jaula experimental, registraron la conducta de la hembra durante 10 minutos y se consideró que una hembra había elegido a un macho cuando había pasado más tiempo en la percha cercana a éste. Se ha visto que el tiempo en proximidad es un buen indicador de preferencia en la elección de pareja en este tipo de vivarachos pajaritos. Después, fueron seleccionadas para el experimento final aquellas hembras que habían preferido a los machos con anillos rojos, pero los machos del experimento final eran diferentes de aquellos del experimento inicial. |
Las 4 condiciones experimentales en las que participó cada macho fueron las siguientes: 1) El macho con anillo verde podía ver a la hembra pero ésta no podía verlo, 2) El macho con anillo rojo podía ver a la hembra pero ésta no podía verlo, 3) El macho con anillo verde podía ver a la hembra y ésta también podía verlo y 4) El macho con anillo rojo podía ver a la hembra y ésta también podía verlo. En general, los machos pasaron más tiempo cerca de las hembras cuando éstas podían ver al macho y, sobre todo, cuando estaban usando el anillo rojo. Pero no hubo diferencia en el tiempo que pasaron cerca de la hembra cuando ésta no podía verlo. El tiempo que las hembras pasaron cerca del macho fue proporcional al tiempo que los machos pasaron cerca de las hembras. Es decir, mientras mas atención proporcionaban los machos a las hembras ellas respondían acercándose más a ellos. El sencillo y elegante estudio de Nick y Thomas sugiere que los machos del diamante mandarín que fueron experimentalmente manipulados para ser más sexys proporcionaban más atención a las hembras, independientemente de otra característica o atributo. Un punto fuerte del estudio es que dado que cada macho utilizó tanto el anillo rojo como el verde en diferentes ocasiones esto permitió tener control de las diferencias individuales entre machos y permitió a los autores confirmar que efectivamente las hembras estaban respondiendo al (manipulado) atractivo de los machos. Este estudio es consistente con otros estudios que sugieren que los individuos de ambos sexos pueden modificar su conducta dependiendo de la retroalimentación que reciban de otros miembros del grupo. Es notorio que la información que los machos obtienen y utilizan respecto a su atractivo es independiente de su calidad intrínseca. En otras palabras, en estos pájaros el atractivo es también una construcción social, determinada en parte por la retroalimentación que recibieron de las hembras. Falta por saber si la información que los machos obtienen acerca de la evaluación social de sus dotes físicas es de alguna manera almacenada y utilizada posteriormente en sus interacciones con otros machos y hembras de la misma especie. Por ejemplo, podría ser que estos pajaritos modificaran otras conductas como el cortejo, la fidelidad e incluso el cuidado parental en función de su atractivo. Es de llamar la atención que en otro estudio reciente, en el que también se manipuló el atractivo de los machos del diamante mandarín, se encontró que a lo largo del tiempo el color de los anillos en sus patas afectaba la masa corporal, la condición física y los despliegues de cortejo de los machos. Es decir, también en dicho estudio los machos obtuvieron información respecto a su atractivo a partir de las evaluaciones de otras aves y modificaron sus conductas en consecuencia. Aunque a diferencia del estudio de Nick y Thomas en ese estudio fueron las interacciones entre machos (y no entre machos y hembras) las que se evaluaron. En consecuencia, no sería descabellado pensar que así como los machos modifican sus conductas a largo plazo como consecuencia de sus interacciones con otros machos, también la información obtenida a partir de sus interacciones con hembras podría determinar sus decisiones y afectar su desempeño futuro. Lo que sucede en estas aves es lo que sucedería si de pronto Brad Pitt tuviera que usar –por ejemplo- pantalones negros y eso lo hiciera terriblemente poco atractivo para sus fans y el, en consecuencia, dejara de hacer películas de galán o hiciera muchas menos. Es decir, Brad Pitt no sería intrínsecamente menos atractivo ni su calidad habría disminuido de forma real, digamos; simplemente su conducta se vería modificada por la percepción de su atractivo que habría adquirido a partir de la opinión de sus fans. Terrible situación que esta sería para Brad. |
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Royle, N., & Pike, T. (2010). Social feedback and attractiveness in zebra finches Behavioral Ecology and Sociobiology, 64 (12), 2015-2020 DOI: 10.1007/s00265-010-1013-1
miércoles, 15 de diciembre de 2010
Receta sencilla para leer la mano (y las intimidades) de homínidos extintos y existentes
Cómo es que los homínidos ancestrales vivían es algo que nos daría valiosísima información respecto a cómo es que somos lo que somos y, afortunadamente, constituye un tema de interés para un buen puñado de científicos quienes en este momento se hacen preguntas como ¿cómo eran la vida social y las relaciones de nuestros ancestros? ¿eran monógamos o polígamos? Los huesos y restos que dejaron atrás nos dicen mucho menos de lo que quisiéramos saber respecto a su vida social. Y mientras más información –y más especies de homínidos- van apareciendo en el panorama más dudas surgen respecto a su vida social. Debido a que solo contamos con esa información, se vuelve necesario aprovecharla al máximo. Por suerte los fósiles –aún cuando fragmentados y limitados- pueden darnos información muy interesante. De su tamaño, por ejemplo, es posible deducir varias cosas. El dimorfismo sexual, es decir, la diferencia de tamaño observada entre machos y hembras de una especie es una característica que ha sido utilizada para predecir la conducta social. Mientras más grandes sean los machos con respecto a las hembras, mayor es la competencia existente entre los machos por el acceso a las hembras. Otras características también pueden estar asociadas con dicha competencia, como es el tamaño de los caninos. Utilizar el grado de dimorfismo sexual para inferir la vida social de los homínidos extintos se torna más difícil debido –entre otras cosas- a otras características del grupo sobre las que actualmente existe debate, como por ejemplo, el tamaño de los caninos. Y es en casos como este cuando, para darle la vuelta a ciertos problemas metodológicos, surgen ideas como la de utilizar otros indicadores de la vida social de las especies, como son aquellos relacionados con la selección sexual. Tal es la propuesta de un estudio realizado por Emma Nelson, Campbell Rolian, Lisa Cashmore y Susanne Shultz y cuyos resultados fueron publicados hace poquito en la revista Proceedings of the Royal Society. El grupo multinacional y multidisciplinario consideró para su estudio la proporción entre el segundo (dedo índice) y el cuarto dígito (dedo anular), es decir, el resultado de la división de la longitud del dedo índice entre la longitud del anular. Dicha proporción a la que comúnmente se refiere como 2D:4D, es considerada como un marcador de hormonas sexuales prenatales. |
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Mano con el índice más corto que el anular (una proporción baja entre el segundo y el cuarto dedos) lo que indica una alta exposición a testosterona en el útero. Imagen tomada de Wikipedia. |
Por tanto, para indagar sobre el sistema social de los homínidos extintos bastaría con que tuviéramos información sobre sus manos, y dado que solo contamos con los huesitos de las manos de varios de ellos Emma y su equipo utilizaron el tamaño de las falanges. Para su estudio, entonces, no utilizaron la proporción 2D:4D si no la proporción 2FP:4FP, donde FP se refiere a la falange proximal. Emma y colegas utilizaron restos fósiles alojados en colecciones de museos, así como información reportada en otros artículos sobre homínidos existentes, es decir, Homo sapiens, y extintos como Pierolapithecus catalaunicus, Hispanopithecus laietanus (un simio ancestral), Ardipithecus ramidus (la recientemente descubierta “Ardi”), Australopithecus afarensis (como la famosa Lucy), y Homo neanderthalensis (nuestro pariente más cercano en la muestra). Para sus comparaciones utilizaron medidas de simios contemporáneos monógamos como los gibones (Hylobates) y simios más promiscuos como chimpancés, orangutanes y gorilas (Pan, Pongo y Gorilla, respectivamente). De tal suerte que contando con las medidas de las falanges de los homínidos extintos y el hombre, así como con las medidas de las falanges y la información respecto a la vida social de los simios contemporáneos y el hombre, fue posible inferir las costumbres de los homínidos ya extintos. Es importante notar que en caso particular del Homo sapiens el sistema social fue considerado como intermedio entre la monogamia y la poliginia. Los resultados señalan que Ardi, el simio ancestral, los neandertales, así como los humanos serían todos devotos de la poliginia, pero un sistema monógamo habría caracterizado a Austrolopithecus, es decir, a Lucy y sus parientes. Sin embargo, la variabilidad en las proporciones digitales de nuestros cercanos parientes Homo neanderthalensis sugiere que estos homínidos del pleistoceno, al igual que los humanos contemporáneos, podrían haber exhibido cierta flexibilidad en su sistema social y sus costumbres de apareamiento, es decir, podrían haberse encontrado indecisos entre la monogamia y la promiscuidad. Estos resultados, mas allá de sugerirnos como podrían haber sido los encabezados de la versión pleistocénica de la revista ¡Hola!, también nos sugieren que la transición de un sistema poligínico a uno (potencial o preponderantemente) monogámico pudo haber ocurrido ya tarde en la historia evolutiva humana. La propuesta anterior, ya puesta en la mesa anteriormente por otros autores, iría de acuerdo con las teorías que sugieren que un sistema monogámico habría evolucionado de la mano con el incremento en el tamaño del cerebro en la evolución del género Homo. Y no porque ser monógamo sea (necesariamente) sinónimo de ser avispado en el mundo animal, si no porque los cerebros grandes son costosos y la monogamia puede ser el sistema social ideal para costear su precio. Veamos porqué. |
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Cría de Homo sapiens. Fotografía de Bùi Linh Ngân tomada de Wikimedia Commons. |
En el caso humano, en particular, la alta fecundidad puede en algunos casos mantenerse solo si se cuenta con la ayuda de ambos padres; sobre todo si pensamos en humanos en situaciones tan demandantes como las de un cazador-recolector y/o un nómada. El hecho de que, considerando la proporción 2FP:4FP, los humanos se encuentren en un punto intermedio entre la monogamia y la poliginia también sugiere que el emparejamiento en esta especie difiere de otros primates monógamos. Podemos decir que, biológicamente hablando, el sistema de los humanos es más bien uno en el que tanto las hembras como los machos suelen tener varias parejas, aunque exhiben una tendencia a la monogamia cuando llega la hora de criar a los retoños. A juzgar por la proporción de los huesitos de la mano, los sistemas sociales de los neandertales y los humanos modernos serían semejantes y caracterizados por un cierto grado de competencia en la adquisición de parejas. Esto va de acuerdo con la idea de que ambos miembros del género Homo mostraban semejanzas en su desarrollo. Como vemos, las manos –y en particular los huesos de los dedos- pueden darnos información sobre la vida social de las especies, incluidos los homínidos extintos. Mientras mas restos fósiles aparezcan mayores podrán ser los alcances de estudios como el de Emma y sus colaboradores. Todavía hay muchos enigmas que resolver como ¿cuándo el cerebro de los homínidos llego a ser tan grande que la crianza compartida fue un requisito para la sobrevivencia de las crías? ¿qué otros factores en la historia de nuestros ancestros intervinieron para que hubiera una transición de la poliginia a un sistema más cercano a la monogamia? ¿de qué manera –si es el caso- están ligados la evolución del tamaño del cerebro, el cuidado parental y el dimorfismo sexual? Seguro que en este momento hay alguno que otro paleobiólogo pensando de qué herramientas echar mano para dar respuesta a estas y otras electrizantes incógnitas. Artículo de referencia: |
Nelson, E., Rolian, C., Cashmore, L., & Shultz, S. (2010). Digit ratios predict polygyny in early apes, Ardipithecus, Neanderthals and early modern humans but not in Australopithecus Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences DOI: 10.1098/rspb.2010.1740
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Se recomienda leer el artículo de Dan Jones “A window on the past” publicado en 25 de abril del 2009 en la revista New Scientist.
Etiquetas:
2D:4D,
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