Ciencia con espiral de limón

Science with a (lemon) twist
BLOG EN RECESO TEMPORAL
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martes, 5 de junio de 2012

Cuando el rango alto entra por la puerta, la enfermedad sale por la ventana

La forma en la que el estatus social afecta la salud de los miembros de un grupo ha llamado la atención de los investigadores en las últimas décadas. En humanos, por ejemplo, el nivel socioeconómico predice la probabilidad de contraer enfermedades y la longevidad, aun considerando el nivel educativo y el acceso a servicios de salud.
Es bien sabido que los miembros en los niveles más bajos de un grupo social sufren de estrés crónico y que este, a la larga, puede ocasionar problemas metabólicos, cardiovasculares y afectar la respuesta del sistema inmune.
Sin embargo, en los machos de varias especies de vertebrados en los que su éxito reproductivo depende de su rango social, el esfuerzo de obtener y mantener dicho rango aunado a los costos energéticos de la reproducción per se pueden comprometer la eficiencia de su respuesta inmune. Además, en varias especies se ha encontrado que la testosterona y los glucocorticoides pueden inhibir la función inmune. Lo curioso es que los machos dominantes también tienen niveles altos de testosterona, y buena salud.
La relación entre las hormonas, el estrés y el sistema inmune es compleja y tal vez eso haya ocasionado que se encuentren ciertos patrones en algunas especies y otros, completamente diferentes, en otras.
Hace poco, un grupo de investigadores analizaron datos recopilados en Amboseli a lo largo de 27 años para ver cuál era la relación entre estatus, enfermedad y rango social en babuinos machos. Para ello evaluaron la relación entre el tiempo que les tomaba a los machos recuperarse de una lesión o una enfermedad y su rango social, así como con el tamaño del grupo social, estación, edad y régimen alimentario.


Babuinos machos. Fotografía de Guillermina Echeverría.
Según sus resultados, el estrés provocado por la agitada vida de los machos dominantes no pareció inhibir la respuesta de su sistema inmune: era menos probable que los machos dominantes se enfermaran y cuando se enfermaron se recuperaron hasta tres veces más rápido que los machos de bajo rango.
Los resultados son un poco sorprendentes considerando que, en la misma población, se ha encontrado que los machos dominantes pueden tener un mayor número de parásitos (nemátodos) que los subordinados y a que los machos alfa tienen niveles elevados de glucocorticoides.
Es posible que los glucocorticoides no inhiban el sistema inmune de los machos alfa debido a que los factores de estrés en estos (estrés energético) son diferentes a los de los subordinados (estrés social) y ocurren en diferentes periodos de tiempo. Además, los machos alfa reciben apoyo social con mayor frecuencia que los subordinados y -muy importante- acicalamiento, gracias al cual podrían producir niveles altos de (la gloriosa) oxitocina, hormona que a su vez podría mitigar los efectos negativos de los glucocorticoides.
Por si lo anterior no fuera poco, los machos dominantes forman relaciones cercanas con las hembras del grupo, lo cual, en sí mismo podría ser un factor determinante en la disminución de los efectos negativos del estrés.
Es importante recordar que, como en otros estudios donde se encuentran relaciones entre factores, no es posible atribuir causalidad. Es decir, el hecho de que exista una relación entre variables no necesariamente implica que una sea la consecuencia de la otra. Además, es difícil decir qué es consecuencia de qué: si la buena salud del rango alto o viceversa. En consecuencia, el estudio aquí descrito da importantes pistas para entender un fenómeno, pero aun son necesarios estudios más detallados y puntuales al respecto.
Artículo de referencia:

ResearchBlogging.org Archie, E., Altmann, J., & Alberts, S. (2012). Social status predicts wound healing in wild baboons Proceedings of the National Academy of Sciences DOI: 10.1073/pnas.1206391109

miércoles, 25 de abril de 2012

De babuinos y letras

Aun cuando la habilidad de leer depende del lenguaje, también es cierto que al hacerlo extraemos información visual relacionada con los fonemas, con los significados de las palabras. y con el procesamiento visual de las letras. El procesamiento ortográfico es justo la interfaz entre el procesamiento visual y el lingüístico.
Interesantemente, el estudio del reconocimiento visual de palabras ha ignorado el hecho de que las palabras constituyen objetos visuales. En estudios recientes se ha encontrado que durante el procesamiento ortográfico se activan zonas cerebrales relacionadas con el procesamiento de objetos y rostros. Esto ha impulsado una reconsideración del asunto de las palabras como objetos visuales.
Un grupo de investigadores liderado por Jonathan Grainger se dieron a la tarea de averiguar si el procesamiento lingüístico podía ser observado en ausencia de conocimiento lingüístico. Para ello, entrenaron a un grupo de babuinos a discriminar entre palabras en inglés de 4 letras y combinaciones del mismo número pero sin sentido (o no reales) en dicho idioma.

Babuino. Imagen de Guillermina Echeverría Lozano.
Según sus análisis los babuinos aprendieron a discriminar palabras reales de las que no lo eran con base en las diferencias en la combinación de letras en ambos grupos de palabras. Es decir, no solo fue de memoria.
De acuerdo con sus resultados el procesamiento ortográfico ocurre aun en ausencia los rudimentos del lenguaje. Además, el aprendizaje estadístico podría ser una poderosa generalización entre especies y pudiera estar restringido al procesamiento de objetos visuales; por lo menos en monos y humanos.
Por otro lado, el éxito del uso de símbolos para representar palabras podría deberse a la existencia de un modo de procesar información que habría ya estado presente en especies de primates anteriores al género humano. Después de todo, la lectura y la escritura aparecieron hace relativamente poco como para haber requerido cambios genéticos importantes derivados de las capacidades lingüísticas exclusivas de los humanos.
Artículo de referencia:
ResearchBlogging.org Grainger, J., Dufau, S., Montant, M., Ziegler, J., & Fagot, J. (2012). Orthographic Processing in Baboons (Papio papio) Science, 336 (6078), 245-248 DOI: 10.1126/science.1218152

lunes, 5 de septiembre de 2011

Contra el sida y el estrés: lactobacilos


Parte de una salud envidiable se la debemos a los microorganismos (o microbios) que viven en nuestro cuerpo. Diferentes especies de estos minúsculos seres viven permanentemente en varias zonas de nuestro cuerpo. Es decir, nosotros somos el ambiente donde esta multitud de microbios habitan y ellos constituyen, por tanto, nuestro microbioma.
En los últimos años se ha logrado entender con más detalle el rol fundamental que juegan en nuestra salud. Tan es así que el proyecto del microbioma humano busca, entre otras cosas, entender de qué manera se relacionan los cambios en nuestro microbioma y nuestra salud.
Nosotros, los humanos, no somos la única especie beneficiada con la invasión de este tipo de microbios. De hecho, el estudio de las especies de microorganismos que habitan en otros animales nos ayuda a entender mejor la relevancia de nuestra propia biota. En algunos casos, por ejemplo, compartimos las mismas especies de bacterias con otros primates y con ratones. Dos recientes estudios son prueba de todo lo anterior.
En un estudio liderado por LA Lagenaur del Instituto Nacional de Salud y Osel, en Estados Unidos, se estudió el efecto protector que tenían contra el virus VIH las colonias de bacterias Lactobacillus jensenni en el epitelio vaginal de un grupo de macacos hembra (Macaca mulatta). La vagina, que constituye una capa en contacto con el medio ambiente, está cubierta por un epitelio. Este epitelio esta normalmente colonizado por bacterias y otros microorganismos que protegen al individuo de la invasión de patógenos. Se ha visto, por ejemplo, que ciertos cambios en la composición de esta microbiota pueden ocasionar abortos espontáneos y un incremento en la transmisión de ciertos virus.
Lactobacilos y tejido epitelial vaginal. Fotografía de Janice Carr tomada de Wikimedia Commons.
Estos lactobacilos vaginales pueden ser modificados genéticamente para crear cepas que produzcan una mayor cantidad de péptidos antivirales, es decir, sustancias que actúen en contra del ataque de los virus. Lauren y su equipo utilizaron justo este tipo de lactobacilos con los que trataron a un grupo de macacos. Después, estos macacos fueron expuestos a una variante del virus VIH en primates Los autores encontraron que en aquellos macacos tratados con lactobacilos la transmisión del virus se redujo en un 63%, además, las cargas virales en macacos ya infectados con el virus se redujeron considerablemente.
Macaca mulatta. Fotografía de JZ85 tomada de Wikimedia Commons.
Es importante mencionar que, aunque los lactobacilos utilizados estaban diseñados para producir sustancias antivirales, los lactobacilos no modificados actúan exitosamente contra ciertos patógenos debido a que generan un pH ácido en el ambiente vaginal a través de la producción de ácido láctico. De ahí que los cambios en las colonias bacterianas en la vagina hagan a la hospedera más susceptible de contraer infecciones.
El lector o lectora sagaz tal vez haya notado que los lactobacilos, como su nombre lo indica, también pueden ser los productores de yogurt. En efecto, otras especies de lactobacilos –como el Lactobacillus rhamnosus- son los responsables de que disfrutemos los deliciosos productos lácteos modificados por la acción de dichos microorganismos, los que a su vez se instalan en nuestro aparato digestivo contribuyendo de diversas formas a una buena salud. A este tipo de alimentos cargados de bacterias buenas se les conoce como probióticos.
En otro estudio llevado a cabo por el equipo liderado por el Dr. John F. Cryan de la University College Cork en Irlanda, los autores utilizaron ratones los cuales ingirieron una dosis específica de Lactobacillus rhamnosus. Como control los autores utilizaron otro grupo de ratones que no recibieron las mencionadas bacterias. Después, todos los ratones fueron sometidos a varias pruebas, una de ellas dentro de un laberinto. Los autores encontraron que los ratones que habían ingerido lactobacilos se aventuraban en zonas abiertas mucho más a menudo que los ratones control, lo cual indica que estaban menos ansiosos. Además, cuando los ratones eran puestos a nadar, los ratones alimentados con lactobacilos se esforzaban más en seguir nadando que los ratones que no habían ingerido bacterias. Estos últimos se rendían con más frecuencia y dejaban de nadar. Es decir, los ratones que ingirieron lactobacilos estuvieron en general de mejor “ánimo”.
Ratón de laboratorio. Fotografía de Rama tomada de Wikimedia Commons.
Un aspecto muy interesante del estudio de John y su equipo es que ellos además analizaron la proporción de hormonas relacionadas con el estrés y encontraron que, después de nadar, los ratones alimentados con lactobacilos tenían un 50% menos de corticosterona circulante (una hormona relacionada con el estrés) que el grupo control. Además, los neurotransmisores cerebrales del receptor GABA (ácido γ aminobutírico) se redistribuían de una manera similar a la producida por ansiolíticos. Es decir, la ingesta de probióticos contribuyó a que se modificara la química cerebral de los ratones.
Ahora bien, el estudio de lactobacilos recombinantes y su efecto en el contagio de virus VIH en macacos en sin duda prometedor como modelo para la prevención del sida en humanos. Más aún si consideramos que la mucosa vaginal humana sana puede tener hasta 10 veces más lactobacilos que la vagina de los macacos hembra. Si se lograra una cepa de lactobacilos 100% efectiva contra el virus VIH en humanos y dicha cepa pudiera ser inoculada en una sola visita al médico, podría ser una opción efectiva –y muy probablemente barata- como método de prevención del sida. Sin embargo, para llegar a ese punto todavía faltan muchos estudios y pruebas.
De igual forma, aunque el estudio en ratones del efecto de la ingesta de lactobacilos en su “estado de ánimo” y química cerebral es prometedora e interesante, todavía no es completamente claro si en el caso de los humanos se pudiera recetar yogurt contra la depresión. Ese, sin embargo, podría ser el caso.
Artículos de referencia:



ResearchBlogging.org
Lagenaur, L., Sanders-Beer, B., Brichacek, B., Pal, R., Liu, X., Liu, Y., Yu, R., Venzon, D., Lee, P., & Hamer, D. (2011). Prevention of vaginal SHIV transmission in macaques by a live recombinant Lactobacillus Mucosal Immunology DOI: 10.1038/mi.2011.30
Bravo, J., Forsythe, P., Chew, M., Escaravage, E., Savignac, H., Dinan, T., Bienenstock, J., & Cryan, J. (2011). Ingestion of Lactobacillus strain regulates emotional behavior and central GABA receptor expression in a mouse via the vagus nerve Proceedings of the National Academy of Sciences DOI: 10.1073/pnas.1102999108

martes, 5 de julio de 2011

Convergencia social en el mar y la tierra


A lo largo de los últimos años, se han encontrado notables similitudes entre varios aspectos de la conducta social de los delfines y los chimpancés. Los cetáceos y los primates se encuentran a –más o menos- 95 millones de años de distancia evolutiva, por lo que pueden fácilmente ser considerados como grupos externos entre sí y ayudarnos a entender de mejor manera los caminos evolutivos que ambos grupos han seguido y por qué convergen en algunos aspectos.
Si pensamos exclusivamente en delfines y chimpancés, podemos mencionar las siguientes similitudes: en ambos grupos se ha descrito el uso de herramientas, alianzas entre machos, cortejo con coerción sexual y cacería cooperativa; además, en ambos casos se trata de especies con grandes cerebros, historias de vida lentas y que viven en sociedades fisión-fusión.
Sin embargo, también las diferencias entre ellos nos dan pistas acerca de las fuerzas evolutivas que han actuado sobre ambos grupos. Por ejemplo, tanto en delfines nariz de botella como en chimpancés, las hembras tienen relaciones mas débiles que las que se observan entre machos (aunque hay excepciones en algunos sitios de estudio), las madres con crías tienden a moverse solas y a asociarse menos con machos que las hembras sin crías y las hembras que no se encuentran en estro tienden a congregarse en grupos mas pequeños que las hembras en celo. A pesar de todas estas similitudes, las hembras de los delfines parecen tener vidas sociales más diversas y en general encontrarse en grupos más grandes.
Una probable explicación a esto último parece radicar en las diferencias en presión que la depredación ejerce en el mar comparado con la tierra: mientras que las hembras chimpancé pueden subirse a un árbol si un leopardo se acerca, las hembras delfín no tienen ningún refugio físico comparable. En el mar, los grupos grandes son tal vez el refugio más importante contra los depredadores y esto necesariamente repercute en las relaciones sociales de sus integrantes.
Fotografía tomada de Wikimedia Commons. Autor(a) desconocido(a).
En la mayoría de las especies de chimpancés son los machos los que se quedan en su territorio natal, mientras que las hembras se dispersan durante la adolescencia. Esta puede ser una de las causas por las que los machos de este tipo de primates tienen lazos más estrechos entre sí. Además, los grupos de los chimpancés son semicerrados y los territorios son defendidos y en algunos casos muy ferozmente. En los delfines –en cambio- no existen “reglas” claras de dispersión, en consecuencia la sociabilidad es mayor entre machos y hembras, y dado que tampoco existen límites territoriales las redes sociales existan de forma más continua y abierta.
Por otro lado, tanto los delfines como los grandes simios son los felices poseedores de cerebros grandes, lo cual está relacionado con una cognición social compleja así como con historias de vida lentas. Es decir, ambos grupos tienen cierta sofisticación en sus relaciones sociales y en sus formas de resolver los retos sociales, y en ambos grupos los individuos atraviesan por etapas prolongadas a lo largo de su vida (como la infancia y la adolescencia) durante las cuales el aprendizaje parece ser una cuestión muy importante.
Es interesante que los cerebros grandes parecen estar presentes en aquellas especies con historias de vida lentas y cierta sofisticación en su cognición social, como los delfines y los grandes simios. Al respecto, como la asidua lectora o lector recordarán, en este blog hemos hablado de la discusión existente respecto a si será el medio social (hipótesis de la inteligencia social) o el ambiental (hipótesis de la inteligencia ecológica) el que ha servido como presión principal en aquellas especies que han evolucionado cerebros grandes.
Algunos especialistas coinciden en que en algunos casos probablemente no haya sido una presión más fuerte que la otra, si no que ambas hayan actuado de forma conjunta para impulsar en una espiral la evolución de la sofisticada cognición social que observamos en ciertos grupos.
Este podría ser el caso si pensamos tanto en los delfines como en los grandes simios. Los chimpancés, por ejemplo, tienen que ubicar los árboles de las frutas de las que se alimentan. Para ser exitosos en ello es necesario que cuenten con un mapa mental de los árboles disponibles así como el estado de maduración en el que se encuentren los frutos en cada uno de ellos. Los delfines, por otro lado, podrían no tener que preocuparse por algo similar pues peces en el mar hay muchos, pero podrían en cambio estar más preocupados por la ubicación de los depredadores como orcas y tiburones.
Fotografía tomada del Primate Info Network. Autor(a) desconocido(a).
Uno podría argüir que otras especies enfrentan retos similares en términos de forrajeo o depredación. Por lo que para poder entender mejor las semejanzas y diferencias entre los cetáceos y los primates y la fuerza que cada factor pudiera haber ejercido durante su evolución es importante contar con más información respecto a su ecología y sus habilidades cognitivas. De ser posible, seria muy útil que los métodos de estudio de estas especies fueran semejantes para que las comparaciones pudieran llevarse a cabo de forma más confiable.
Los estudios comparativos entre animales con cerebros grandes lucen cada vez más atractivos en términos de lo que pudieran contribuir a nuestro entendimiento de la evolución social. Otros estudios señalan semejanzas entre los cachalotes y los elefantes, por lo que los grupos que pudiéramos utilizar para los estudios comparativos parecen ir en aumento.
Artículo de referencia:


ResearchBlogging.org
Pearson, Heidi C (2011). Sociability of female bottlenose dolphins (Tursiops spp.) and chimpanzees (Pan troglodytes): Understanding evolutionary pathways toward social convergence Evolutionary Anthropology, 20, 85-95 : 10.1002/evan.20296

miércoles, 15 de junio de 2011

El dando y dando en el mundo de los capuchinos


Entre algunos científicos, el tema del altruismo siempre ha provocado intensas, confusas y acaloradas discusiones; y es que a los animales les da por ser altruistas con otros individuos no relacionados y eso es lo que nos rompe el esquema. ¿Cómo es que los animales deciden a quién conceder su altruismo?
Al parecer, puede ser mediante dos mecanismos principales. En el primero el individuo A le da algo al individuo B en función de lo que el individuo B le dio al individuo A, que técnicamente es altruismo recíproco (en otras palabras, “dando y dando”). En el segundo mecanismo el individuo A le da a B –en lugar de a C- en función de lo que B y C le han dado a A.
En el primer caso, la díada es vista de forma aislada, mientras que en el segundo caso hay cierta competencia entre individuos quienes a su vez eligen al mejor de sus compinches para intercambiar bienes o servicios. En teoría ambos mecanismos son posibles e incluso pueden ocurrir al mismo tiempo.
Algunos estudios con primates han demostrado intercambios en el corto plazo ya sea en términos de acicalamiento, proporcionar apoyo durante peleas, compartir alimentos y responder a una solicitud de ayuda durante una pelea. Es decir, estos estudios han proporcionado apoyo al primer mecanismo.
El segundo mecanismo, también llamado de “elección de compañero basado en los beneficios recibidos”, ha recibido menos apoyo experimental ya que es más difícil. Pero existen estudios donde se han encontrado correlaciones interesantes entre los bienes intercambiados e incluso tres estudios sugieren que los primates balancean sus intercambios más a largo que a corto plazo.
En sus intercambios, los primates parecen utilizar mucho el acicalamiento como moneda, o por lo menos es esta conducta la que ha sido más evidente para los primatólogos y ecólogos de la conducta. El acicalamiento puede ser intercambiado por sí mismo o por otras monedas como apoyo en peleas o tolerancia alrededor de recursos.
En un estudio reciente con monos capuchinos (Cebus apella nigritus) en el Parque Nacional Iguazú, Argentina, Barbara Tiddi y cuatro colaboradores más se preguntaron cuál era la ocurrencia de los mecanismos mencionados en los intercambios entre estos monitos. Para tratar de entender el primer mecanismo utilizaron datos colectados dentro de una ventana de tiempo de 2 horas y para indagar respecto al segundo mecanismo utilizaron todos los datos sobre acicalamiento y tolerancia alrededor de recursos que recopilaron durante casi un año de estudio. 
Capuchinos compartiendo. Fotografía cortesía de Frans de Waal tomada de Wikipedia.
 
Sus resultados demuestran –por primera vez en una especie de monos del nuevo mundo- que existen intercambios recíprocos entre acicalamiento y tolerancia alrededor de recursos. Más interesante aun, es el hecho de que los capuchinos parecen distribuir su altruismo eligiendo a los destinatarios de sus actos y considerando los beneficios recibidos a largo plazo por dichos destinatarios.
Se ha sugerido que la tolerancia tiene un papel fundamental en la cooperación y considerando que puede ser intercambiada por otros bienes o servicios puede a la larga tener repercusiones en la adecuación de los involucrados en dichos intercambios.
El hecho de que los capuchinos consideren los beneficios recibidos en el largo plazo, sugiere que son capaces de llevar una especie de registro respecto a los intercambios con otros individuos. Esto no es trivial y, de hecho, es una suposición fundamental detrás de varios modelos socioecológicos en primates.
Cómo es que los capuchinos y otros primates llevan dicho registro es otra pregunta que seguro esta siendo investigada en este momento, pero para la que todavía no tenemos una respuesta definitiva. Los mecanismos de registro deberían funcionar de una manera tal que no represente una carga cognitiva muy demandante. Es decir, debe ocurrir de alguna manera sin que ello involucre precisamente contar.
Si lo pensamos, nosotros los humanos –con esos supercerebros de los que nos ufanamos- llevamos registros que son a veces claros y puntuales, pero en otras ocasiones –como con los amigos- son más bien vagos. Es decir, no podríamos decir con certeza qué tanto de qué cosa hemos recibido y qué valor tiene cada intercambio. Aun así, sabemos bien –cuando ocurre- quien se ha pasado de la raya.
Capuchino. Fotografía de Matthias Kabel tomada de Wikipedia.
 
El estudio de Barbara y su equipo sugiere que en los capuchinos las relaciones sociales deben estar necesariamente basadas en intercambios a largo plazo. El acicalamiento y la tolerancia son solo dos beneficios que los capuchinos pueden intercambiar, por lo que futuros estudios podrían incorporar otros elementos en la ecuación.
Por último, es importante notar que en el estudio de Barbara y su equipo, sus análisis evaluaron la covariación entre acicalamiento y tolerancia. Esto sin embargo, no demuestra una relación causa y efecto. Por lo que una demostración definitiva de lo último aun tiene que ser ideada, muy probablemente en un contexto experimental.
Artículo de referencia:
ResearchBlogging.org
Tiddi, B., Aureli, F., Polizzi di Sorrentino, E., Janson, C., & Schino, G. (2011). Grooming for tolerance? Two mechanisms of exchange in wild tufted capuchin monkeys Behavioral Ecology, 22 (3), 663-669 DOI: 10.1093/beheco/arr028

martes, 5 de abril de 2011

¿De qué se ríen los primates?


La risa no es cosa de risa, o por lo menos no de tanta risa. Varios investigadores en las ciencias conductuales se dedican a estudiar los patrones de ocurrencia de la sonrisa, la risa espontánea, la risa en contextos sociales, la risa con carga emocional -y sin ella- y la risa en respuesta a la risa de otros, entre otros tipos de risa.
Con el estudio serio y formal de la risa se ha descubierto que esta conducta -aparentemente ligera- constituye una herramienta integral en la inteligencia emocional de los seres humanos con importantes consecuencias en las conductas cooperativas y la comunicación social.
Fotografía de Eric Ward tomada de Wikimedia Commons.

Marina Davila-Ross de la University of Portsmouth en el Reino Unido es una investigadora interesada en el estudio de las risas y las sonrisas. Ella, junto con tres colaboradores más (Bethan Alcock, Chris Thomas y Kim A. Bard) publicaron recientemente en la revista Emotion un artículo sobre los patrones de risas en cuatro grupos de chimpancés cautivos.
El interés en estudiar la risa en primates radica en el hecho de que la comparación entre especies podría darnos pista acerca de su ocurrencia en especies de homínidos extintas y, por tanto, darnos más información respecto a su función y evolución. Con esta idea en mente, aunque sin perder de vista las funciones particulares en cada especie, es que Marina y su equipo estudiaron la ocurrencia de risas en diferentes contextos sociales en los chimpancés del Santuario Chimfunshi en Zambia.
El santuario es como un orfanato, donde alrededor de 59 chimpancés están distribuidos en cuatro encierros, dos de los cuales eran nuevos (donde los individuos han compartido encierro durante los últimos 5 años) y los otros dos antiguos (donde los individuos han compartido encierro durante 14 años). Todas las categorías de edad estuvieron representadas en todos los encierros: infantes, juveniles y adultos.
Los investigadores estudiaron tres aspectos principales: 1) la ocurrencia de repeticiones de risa (la que ocurre en respuesta a la risa de otros congéneres), 2) risa espontánea y 3) la ocurrencia de estos tipos de risa en diferentes encierros y categorías de edad. También, evaluaron si las repeticiones de risa ocurrieron efectivamente en respuesta a la risa de otros. Esto es importante porque, considerando que la risa ocurre preferentemente durante el juego social, es posible que la risa respondiera a otros eventos durante el juego y no precisamente a la risa de los otros chimpancés.
Resulta pues que Marina y su equipo encontraron que todos los chimpancés de todas las edades se reían (con excepción de los infantes;) las repeticiones de risa ocurrieron con menor frecuencia en los encierros antiguos; las repeticiones de risa y la risa espontánea fueron diferentes en su forma acústica y ocurrencia y, por lo tanto, podrían tener un significado socioemocional diferente; los eventos de juego social duraron más tiempo cuando en ellos ocurrían repeticiones de risa, y la mayoría de los chimpancés se rieron en respuesta a las risas de sus compañeros de juego y permanecieron en silencio cuando sus compañeros de juego no se reían.
Chimpancé riendo. Fotografía de Richard tomada de Wikimedia Commons.
Los resultados en conjunto sugieren que los chimpancés, al igual que los humanos, repiten algunas expresiones de sus compañeros en ciertos contextos en particular. En particular, el hecho de que las repeticiones de risa prolonguen los eventos de juego social sugiere que reírse con los otros podría darles ciertas ventajas sociales como la cohesión social y el desarrollo de habilidades comunicativas.
Esto último está reforzado por el hecho de que las repeticiones de risa ocurrieron más frecuentemente en los grupos nuevos donde además los compañeros son menos predecibles (por haber tenido menos tiempo de conocerse) y/o donde la necesidad de cohesión social es mayor.
(Sería interesante poner atención en situaciones semejantes en humanos y observar si nosotros los humanos también nos reímos más en grupos donde conocemos menos a la gente y/o donde existe la necesidad de integración grupal.)
Otro hallazgo interesante es la ausencia de repeticiones de risa en los chimpancés infantes quienes solo presentan risa espontánea y las repeticiones de risa solo ocurren al cabo de los años. Esto mismo se ha observado en orangutanes e incluso en humanos, sugiriendo la existencia de cambios ontogenéticos importantes al respecto que comparten estas especies de primates.
A pesar de estas semejanzas la risa en humanos presenta varias diferencias en comparación con las risas de otros primates. La risa humana puede ocurrir en numerosas situaciones y la risa de los grandes simios parece restringirse al juego social y al cosquilleo.
Los humanos tienen la habilidad de producir risas disociadas de emociones mientras que todavía no es claro si los grandes simios pudieran ser capaces de lo mismo. Algunos estudios sugieren la presencia de cierta forma de manejo vocal dado que se ha visto que los chimpancés y los bonobos cautivos producen vocalizaciones novedosas que sus congéneres silvestres no producen.
Sin embargo, es probable que, como el grupo del Reino Unido sugiere, los homínidos ya anduvieran riéndose unos con otros hace 5 millones de años cuando el ancestro común de los humanos y los chimpancés habitaba algunas regiones del planeta. Estas risas primitivas seguramente tuvieron alguna función muy importante por aquellos años considerando que dicha conducta ha evolucionado en humanos en una sofisticada y versátil herramienta de cooperación y comunicación social.
Es claro que los chimpancés son capaces de reírse en ciertos contextos en particular. Si se ríen de los otros o con los otros será tema de futuras investigaciones.

Artículo de referencia:
ResearchBlogging.org

Davila-Ross, M., Allcock, B., Thomas, C., & Bard, K. (2011). Aping expressions? Chimpanzees produce distinct laugh types when responding to laughter of others. Emotion DOI: 10.1037/a0022594