Ciencia con espiral de limón

Science with a (lemon) twist
BLOG EN RECESO TEMPORAL
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sábado, 5 de mayo de 2012

Se puede ser asimétrico y aun así ser sexy


En varias especies, las hembras prefieren a aquellos machos que son más simétricos, lo que ha sugerido que el grado de asimetría guarda información valiosa respecto a la calidad de una pareja potencial. Sin embargo, la diversidad de estudios y resultados respecto a este tema parece más bien sugerir que se entiende poco acerca de los factores que determinan la asimetría fluctuante.
Uno de los aspectos que no son claros, es la forma en la que el estrés ambiental afecta la asimetría de caracteres. Por ejemplo, es posible que el estrés afecte a los individuos de forma diferente dependiendo de su carga genética o que los individuos tiendan a optimizar otras características a expensas de su asimetría.
Aprovechando la existencia de 4 tamaños de peces (donde el tamaño parece estar determinado genéticamente), un grupo de investigadores de México y Estados Unidos averiguaron si la asimetría en ciertos genotipos indicaba la optimización de la tasa de crecimiento sobre un desarrollo inestable o poco óptimo.
Para ello criaron varios grupos de peces machos de la especie Xiphophorus multilineatus a los que les midieron la asimetría de sus barras verticales, ya que en estudios previos ya se había observado que las hembras parecen preferir a aquellos machos con barras simétricas. También, expusieron a un grupo de machos a una alimentación de alta calidad (y a otros no), midieron los patrones de sus otolitos (indicadores de problemas en el desarrollo) y evaluaron su atractivo (de acuerdo con la preferencia de las hembras).
Xiphohorus multilineatus. Fotografía de Molly R. Morris.
 Según sus estudios, uno de los genotipos estudiados parece estar optimizando su tasa de crecimiento a expensas de la estabilidad de su desarrollo (en este caso, simetría).
Es posible que en ciertas circunstancias ser grande rápidamente sea mejor que ser simétrico, por ejemplo, cuando el riesgo de depredación es alto. En esos casos las hembras deberían preferir a los machos grandes y en consecuencia ser asimétrico sería un indicador de “buenos genes”.
Bajo la luz de lo anterior, los autores sugieren cautela a la hora de evaluar la simetría y su atractivo. Después de todo, la preferencia de las hembras puede variar dependiendo del contexto, tal y como sucede para otros caracteres involucrados en la selección sexual.
Artículo de referencia:



ResearchBlogging.org Morris, M., Rios-Cardenas, O., Lyons, S., Scarlett Tudor, M., & Bono, L. (2012). Fluctuating asymmetry indicates the optimization of growth rate over developmental stability Functional Ecology DOI: 10.1111/j.1365-2435.2012.01983.x

miércoles, 5 de enero de 2011

Los machos del diamante mandarín son tan guapos como las hembras los consideren

Brad Pitt lo sabe bien: el atractivo es importante y, aunque él tal vez no lo sepa del todo bien, el atractivo físico tiene implicaciones importantes en el éxito reproductivo de humanos y otros animales. Pero el atractivo físico no es una característica fija y depende de varios factores como la proporción de sexos (es decir, que tantos machos hay en relación con la cantidad de hembras) el riesgo de depredación y el ambiente social en el cual el atractivo es evaluado.
Poco se sabe todavía respecto a la forma en la que varias especies de animales obtienen información respecto a su propio atractivo. El saber que tan atractivo se es en la arena de la competencia sexual es importante porque puede determinar los beneficios que se obtengan de dicho atractivo e influir en consecuencia en el éxito reproductivo de los individuos.
Se ha visto que en el diamante mandarín (Taeniopygia guttata) las hembras modifican su preferencia dependiendo de experiencias previas y que los machos ajustan sus despliegues de cortejo dependiendo de la respuesta de las hembras. Lo que no es claro todavía es si los machos de este colorido pajarito ajustan su conducta dependiendo de la retroalimentación que reciben de las hembras respecto a su atractivo.
Nick J Royle y Thomas W Pike de la Universidad de Exeter en el Reino Unido se dieron a la tarea de resolver esta incógnita en un estudio experimental que publicaron recientemente en la revista Behavioral Ecology and Sociobiology.
El diamante mandarín (Taeniopygia guttata) es un bullicioso, gregario y simpático pajarito del orden de los paseriformes que ha sido estudiado con amplitud por numerosos ecólogos conductuales. Dado que son muy adaptables y parece ser muy fácil criarlos en cautiverio estos pajaritos son ideales para los estudios experimentales.
Macho de diamante mandarín. Fotografía de Peripitus tomada de Wikimedia Commons.
Una ventaja en el estudio de Nick y Thomas es que ya hace varios años se observó que el atractivo de los machos del diamante mandarín puede ser manipulado experimentalmente con anillos de colores en sus patas debido a una consecuencia incidental del marcaje de estas aves.
Los ornitólogos y otros estudiosos de las aves acostumbran identificar individualmente a las aves bajo estudio con pequeños anillos de colores en sus patas. Sin embargo, un estudio demostró que en el diamante mandarín los anillos rojos hacen a estos pajaritos más atractivos mientras que los anillos verdes los hacen menos guapos a los ojos de las hembras.
Nick y Thomas aprovecharon este hallazgo para manipular la guapura de los machos de su estudio y así probar si la atención proporcionada por los machos depende de lo atractivos que estos sean para las hembras.
Para lograr lo anterior primero utilizaron hembras y machos criados en cautiverio y jaulas experimentales en las que una hembra podía elegir entre dos machos sin que estos pudieran verse entre sí. Los dos machos -cada uno a cada lado de la hembra- y la hembra estaban en compartimentos separados; pero la hembra podía acercarse a cada uno de ellos y percharse cerca de cada uno. Los machos también tenía en su compartimento una percha cercana al compartimento de la hembra, por lo que para mostrarse interesados podían acercarse a la hembra perchándose a su lado. A los machos se les asignó al azar ya sea un anillo rojo o uno verde.
Una vez que el trío estuvo en la jaula experimental, registraron la conducta de la hembra durante 10 minutos y se consideró que una hembra había elegido a un macho cuando había pasado más tiempo en la percha cercana a éste. Se ha visto que el tiempo en proximidad es un buen indicador de preferencia en la elección de pareja en este tipo de vivarachos pajaritos. Después, fueron seleccionadas para el experimento final aquellas hembras que habían preferido a los machos con anillos rojos, pero los machos del experimento final eran diferentes de aquellos del experimento inicial.
Para el experimento final utilizaron el mismo tipo de jaula pero como separación entre compartimentos había una pantalla con un recubrimiento que permitía ver en una o ambas direcciones. Cada macho utilizó tanto el anillo rojo como el verde y los machos de cada trío experimental fueron siempre los mismos. Al igual que en el experimento inicial se registró la conducta de la hembra y su preferencia durante 10 minutos en cada caso, y también se registro si el macho se acercaba al compartimento de la hembra.
Las 4 condiciones experimentales en las que participó cada macho fueron las siguientes: 1) El macho con anillo verde podía ver a la hembra pero ésta no podía verlo, 2) El macho con anillo rojo podía ver a la hembra pero ésta no podía verlo, 3) El macho con anillo verde podía ver a la hembra y ésta también podía verlo y 4) El macho con anillo rojo podía ver a la hembra y ésta también podía verlo.
En general, los machos pasaron más tiempo cerca de las hembras cuando éstas podían ver al macho y, sobre todo, cuando estaban usando el anillo rojo. Pero no hubo diferencia en el tiempo que pasaron cerca de la hembra cuando ésta no podía verlo. El tiempo que las hembras pasaron cerca del macho fue proporcional al tiempo que los machos pasaron cerca de las hembras. Es decir, mientras mas atención proporcionaban los machos a las hembras ellas respondían acercándose más a ellos.
El sencillo y elegante estudio de Nick y Thomas sugiere que los machos del diamante mandarín que fueron experimentalmente manipulados para ser más sexys proporcionaban más atención a las hembras, independientemente de otra característica o atributo.
Un punto fuerte del estudio es que dado que cada macho utilizó tanto el anillo rojo como el verde en diferentes ocasiones esto permitió tener control de las diferencias individuales entre machos y permitió a los autores confirmar que efectivamente las hembras estaban respondiendo al (manipulado) atractivo de los machos.
Este estudio es consistente con otros estudios que sugieren que los individuos de ambos sexos pueden modificar su conducta dependiendo de la retroalimentación que reciban de otros miembros del grupo. Es notorio que la información que los machos obtienen y utilizan respecto a su atractivo es independiente de su calidad intrínseca. En otras palabras, en estos pájaros el atractivo es también una construcción social, determinada en parte por la retroalimentación que recibieron de las hembras.
Falta por saber si la información que los machos obtienen acerca de la evaluación social de sus dotes físicas es de alguna manera almacenada y utilizada posteriormente en sus interacciones con otros machos y hembras de la misma especie. Por ejemplo, podría ser que estos pajaritos modificaran otras conductas como el cortejo, la fidelidad e incluso el cuidado parental en función de su atractivo.
Es de llamar la atención que en otro estudio reciente, en el que también se manipuló el atractivo de los machos del diamante mandarín, se encontró que a lo largo del tiempo el color de los anillos en sus patas afectaba la masa corporal, la condición física y los despliegues de cortejo de los machos. Es decir, también en dicho estudio los machos obtuvieron información respecto a su atractivo a partir de las evaluaciones de otras aves y modificaron sus conductas en consecuencia. Aunque a diferencia del estudio de Nick y Thomas en ese estudio fueron las interacciones entre machos (y no entre machos y hembras) las que se evaluaron.
En consecuencia, no sería descabellado pensar que así como los machos modifican sus conductas a largo plazo como consecuencia de sus interacciones con otros machos, también la información obtenida a partir de sus interacciones con hembras podría determinar sus decisiones y afectar su desempeño futuro.
Lo que sucede en estas aves es lo que sucedería si de pronto Brad Pitt tuviera que usar –por ejemplo- pantalones negros y eso lo hiciera terriblemente poco atractivo para sus fans y el, en consecuencia, dejara de hacer películas de galán o hiciera muchas menos. Es decir, Brad Pitt no sería intrínsecamente menos atractivo ni su calidad habría disminuido de forma real, digamos; simplemente su conducta se vería modificada por la percepción de su atractivo que habría adquirido a partir de la opinión de sus fans. Terrible situación que esta sería para Brad.
El estudio de Nick y Thomas resalta, entre otras cosas, la importancia que la retroalimentación social tiene en la conducta reproductiva de algunas especies, en este caso de los machos del diamante mandarín.
Hembra y macho de diamante mandarín. Fotografía de Lip Kee Yap tomada de Wikimedia Commons.
Articulo de referencia:
ResearchBlogging.org
Royle, N., & Pike, T. (2010). Social feedback and attractiveness in zebra finches Behavioral Ecology and Sociobiology, 64 (12), 2015-2020 DOI: 10.1007/s00265-010-1013-1

domingo, 25 de julio de 2010

Ellas los prefieren con experiencia / They like them with experience

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La edad y experiencia sexual de ellos parece ser un factor importante en cuestión de elección de pareja. El éxito que ellos puedan tener en el apareamiento puede depender de su tamaño, dieta, así como de sus experiencias previas. Sin embargo, la decisión para ellas no siempre es tan sencilla ya que puede haber ventajas tanto al elegir pretendientes jóvenes como al preferir a los pretendientes más mayorcitos.
Según ciertos expertos ellas deberían preferir a los machos de mayor edad ya que, al seguir vivos estarían demostrado sus habilidades para sobrevivir y ser entonces portadores potenciales de “buenos genes”. También podrían tener eyaculados de mejor calidad o tener mejores habilidades parentales.
Elegir a los jovencitos también podría tener sus ventajas. Por ejemplo, podrían evitarse las consecuencias negativas del deterioro del esperma que sobreviene con la edad y/o los apareamientos sucesivos y también podría existir menor riesgo de contraer enfermedades de transmisión sexual.


Cierta evidencia empírica sugiere que ellas prefieren a los machos de mayor edad, tal y como lo demuestran algunos estudios en aves, lagartos y ovejas.
En términos biológicos, sin embargo, se puede decir que una preferencia (o cualquier otra conducta o atributo) es mejor o peor que otra cuando se toman en cuenta los efectos de ésta en la adecuación o aptitud biológica (o fitness) de los individuos involucrados. La adecuación se mide básicamente en el número de hijos que –idealmente- llegan a la edad reproductiva.
Con lo anterior en mente, uno tal vez podría preguntarse ¿qué hay de las mosquitas mexicanas de la fruta (Anastrepha ludens)? ¿prefieren a los jóvenes o a los pretendientes de mayor edad? ¿les gustan con experiencia o sin ella? ¿qué consecuencias tienen sus elecciones en su adecuación?
Preguntas como las anteriores motivaron la tesis de licenciatura de María G. Martínez-Hernández dirigida por Diana Pérez-Staples de la Universidad Veracruzana y Martín Aluja del Instituto de Ecología, ambos en Veracruz, México. Los resultados de dicho estudio fueron publicados este mes en la revista Ethology.
Para su estudio, Diana y su equipo capturaron mosquitas silvestres en varios lugares de Veracruz, las mantuvieron en cautiverio y esperaron a que se reprodujeran para producir con la progenie una especie de colonia semi-silvestre. Después, separaron a la progenie en machos y hembras.
Los machos fueron individualmente identificados con un puntito de pintura y separados en 4 grupos que combinaran las siguientes variables: machos jóvenes (de 13 días de edad), machos viejos (de 18 días de edad), machos con experiencia (que habían copulado una vez entre los 13 y 15 días de edad) y machos sin experiencia (que no habían copulado nunca al inicio del experimento). Las hembras fueron todas vírgenes de entre 13 y 15 días de edad.
Los experimentos de apareamiento empezaron cuando los machos jóvenes (con y sin experiencia) tuvieron 18 días de edad y cuando los machos de mayor edad (también con y sin experiencia) tenían 36 días de edad. Es decir, los machos que habían estado expuestos a otras hembras tuvieron tiempo suficiente de recuperar sus reservas espermáticas entre las cópulas iniciales y las observaciones experimentales.
Diana y sus colaboradores observaron entonces la ocurrencia de cópulas y midieron la duración de las mismas en varias cajas experimentales donde en cada una colocaron a 3 machos de cada tratamiento (12 machos en total) y 6 hembras. Con ello, los autores tuvieron cuidado de que en cada caja experimental hubiera una hembra por cada dos machos para promover la competencia entre machos y la elección femenina (o female choice).
En palabras simples: ellos tuvieron que competir y ellas tuvieron la oportunidad de escoger entre cuatro tipos diferentes de machos (machos jóvenes con experiencia, machos jóvenes sin experiencia, machos de mayor edad con experiencia y machos de mayor edad sin experiencia).
Al día siguiente, las hembras que copularon depositaron sus huevecillos en unas esferas de agar especialmente diseñadas para tal efecto. Todos los huevos fueron contados y la eclosión observada. También se midió la longevidad de las hembras.
Lo que el equipo veracruzano encontró fue que los machos de mayor edad obtuvieron mas cópulas que los otros tipos de machos y que los machos mayores y con experiencia fueron los primeros que lograron aparearse. Esto sugiere que los machos se vuelven más competitivos con la edad y la experiencia, tal vez porque mejoran sus estrategias o conductas para obtener cópulas.
Es importante resaltar que los machos de Anastrepha ludens exhiben un elaborado cortejo que involucra agitar sus alas durante el crepúsculo y exudar todas las feromonas posibles. No hay evidencia de cópulas forzadas en esta especie y las hembras pueden potencialmente resistir los avances de los machos ya que pueden patearlos, esconder sus órganos ovipositores para evitar las cópulas o simplemente alejarse volando de los aleteadores y coquetos machos. Por lo tanto, para los machos la experiencia en el cortejo parece ser fundamental.
Por otro lado, Diana y su equipo también encontraron que el tipo de macho con el que se aparearon no influyó en la fecundidad, la fertilidad o la longevidad de las hembras. Pero entonces, si las hembras copularon con machos de mayor edad y experiencia sin obtener beneficios aparentes ¿Qué esta sucediendo?
Una opción es que las hembras no pueden discriminar entre machos con diferentes atributos y que en cambio son los machos los que son más eficientes para atraer con feromonas y cortejar con seductores aleteos a las hembras. También es posible que existan para las hembras otros beneficios -en términos de adecuación- que no fueron medidos por el estudio de Diana, María y Martín.
Otra explicación es que la inversión en el eyaculado -o su calidad- efectivamente disminuya con la edad en esta especie, pero esto tal vez ocurra cuando los machos son mayores de 36 días. En ese caso, tal vez si habría desventajas en que las hembras eligieran a los machos de mayor edad. Pero para dilucidar lo anterior es necesario llevar a cabo estudios específicos al respecto.
Es posible entonces que –como ya había sido sugerido por otros estudios- la experiencia sexual tenga una mayor relevancia para los machos de especies longevas donde existe competencia entre machos, donde el cortejo y las cópulas son elaboradas y donde los machos tienen oportunidades de aparearse varias veces durante su vida; tal y como ocurre en las moscas mexicanas de la fruta. En estas mosquitas, aparearse con machos de mayor edad no parece proporcionar ninguna ventaja a las hembras, pero ellos parecen tener la experiencia suficiente para persuadirlas.
Este tipo de estudios contribuyen al entendimiento de aspectos relacionados con la teoría de la selección sexual, en particular respecto a los costos y beneficios del apareamiento y la elección de pareja en ambos sexos. 
Hembra de mosca mexicana de la fruta. Fotografía del acervo del Agricultural Research Service, tomada de Wikimedia Commons.
Female Mexican fruit fly. Photograph by  Agricultural Research Service, taken from Wikimedia Commons.
They like them with experience
 Male age and sexual experience seem to be important factors in mate choice matters. Male mating success might depend on their size, diet, their previous mating events and age. However, females’ choices are not simple: there might be advantages in choosing young suitors but also in choosing more aged ones.
According to some studies females should prefer aged suitors due to the fact that, by being alive they are already showing their survival abilities and consequently, are likely to be the carriers of “good genes”. They might also have better quality ejaculates and better parental abilities.
Choosing the young ones might also have some advantages. For instance, females could avoid the negative consequences of deteriorating sperm that comes with age and/or repeated mating and could also be at a minor risk of contracting a sexually transmitted disease.
Some empirical evidence on birds, lizards and sheep suggest that females prefer older males.
In biological terms we can say, however, that a certain preference (of any other attribute or behaviour for that matter) is either better or worst when we take into account its effects on individuals’ biological fitness. Fitness is measured by basically counting the number of descendants that –ideally- survive until reproductive age.
With this in mind, one might actually wonder, what about female Mexican fruit flies (Anastrepha ludens)? Do they prefer young or more senior males? Do they like them with experience or without it? What are the consequences of their choices on their fitness?
Questions of the sort motivated Maria Martinez’ honours project, which was supervised by Diana Pérez-Staples at the Universidad Veracruzana and Martín Aluja at the Instituto de Ecología, both Institutions located in Veracruz, México. Their results were published in the journal Ethology.
For their study, Diana and their team captured wild fruit flies in several places in Veracruz, they kept them in captivity and waited until the flies reproduced and formed a new generation of semi-wild flies. Afterwards, those flies were separated by sex.
Individuals were individually marked with different colours of paint. Males were separated in four groups according to the following: young males (13 days older), old males (18 days older), experienced males (that mated once between days 13 and 15) and sexually naïve males (with no mating on their records). Females were all virgins between 13 and 15 days.
Mating experiments started when young males (with and without experience) were 18 days old and when older males (also with and without experience) were 36 days old. In other words, males that have had previous contact with females had enough time to replenish their sperm reservoirs before the experimental observations started.
Diana and collaborators recorded mating occurrence and the duration of all copulations in several experimental boxes with three males of each treatment (12 males in total) and six females. In that way, each experimental box contained one female for every two males, ensuring competition between males and female choice. Males had to compete and females had four different kinds of males to choose from.
On the next day, females that had copulated laid their eggs on agar spheres (artificial ovipositing devices) specially designed for that purpose. All eggs were counted and hatching recorded. Researchers also measured females’ longevity.
What the Mexican team found was that older males were more likely to mate and that aged and experienced males were more likely to obtain the first mating. These results might suggest that males become more competitive with age and experience; time might help them to improve their mating strategies.
It is important to highlight that Anastrepha ludens males exhibit an elaborated courtship that involves wing fanning during dust and emitting all available sexiness in the form of pheromones. There is no evidence of forced mating in this species and females could potentially resist males’ approaches as they can actually kick males off them and hide their ovipositor to avoid mating, or simply fly away from wing fanning and flirtatious males. Consequently, males’ experience in courtship displays seems to be essential.
On the other hand, Diana and her team also found that male condition did not affect females’ fecundity, fertility or longevity. In that case, if females preferred aged and experienced males with no apparent benefit, what is going on?
One explanation is that females cannot discern between males with different attributes and that males may be more efficient in overcoming female resistance. It is also possible that for females there are some other benefits –in fitness terms- that were not measured by the study of Diana, Maria and Martin.
Another explanation is that ejaculate capacities are not diminished at the age of 36 days. In that case, there might be disadvantages for females choosing even older males. However, in order to elucidate this, more experiments are needed.
It is possible then that –as it has been suggested in other studies- sexual experience might be more relevant for males in long lived species where there is intrasexual competition, where courtship and copulation are highly elaborated and where males have several mating chances throughout their lives; exactly as it happens in Mexican fruit flies. In these tiny flies, mating with older males does not seem to provide any advantage to females, but males seem to have the right amount of experience to persuade them.
This kind of studies contribute to widen our understanding of those aspects related with the theory of sexual selection, particularly those related to male competitiveness and condition and how this in turn affects female fitness.
This post is participating in the NESCent contest.
Artículo de referencia: 
ResearchBlogging.org
Pérez-Staples, D., Martínez-Hernández, M., & Aluja, M. (2010). Male Age and Experience Increases Mating Success but Not Female Fitness in the Mexican Fruit Fly Ethology DOI: 10.1111/j.1439-0310.2010.01790.x

jueves, 15 de abril de 2010

Las elefantas son maestras en cuestión de elección de pareja

Algunas personas parecen contonearse al caminar para atraer a parejas potenciales; las elefantas también lo hacen. En la arena de la elección de pareja las demostraciones de receptividad y/o excitación sexual son variadas tanto en su forma como en su intensidad. Detrás de cada contoneo y de cada coqueteo se encuentra la expresión de un buen número de genes y la influencia de elementos sociales y ambientales en un entramado de factores en acción.


Los elefantes machos durante el período de excitación sexual, por ejemplo, además de producir mucha testosterona, también producen -y chorrean por doquier- cantidades enormes de una orina perfumada que parece ser considerada como muy sexy en el mundo de los paquidermos. Además, estos perfumados machos se vuelven dominantes sobre otros machos más jóvenes excluyéndolos de la competencia por hembras. Los machos dominantes pueden monopolizar el acceso sexual a ciertas hembras a las que cortejan y con las que copulan por varios días. Ellas, en cambio, durante el celo (o período de receptividad sexual) cambian su postura y su andar e incrementan sus expresiones táctiles hacia los machos.


Macho, hembra y cría de elefante africano (Loxodonta africana). Imágen tomada del banco de imágenes de la CONABIO.

La intensidad de la excitación sexual de los machos parece estar cercanamente relacionado con la “calidad” de los mismos por lo que, para poder tener elefantitos sanos y vigorosos, las hembras deberían preferir a los machos dominantes. Sin embargo, la preferencia de las hembras hacia estos machos parece no darse en automático, si no ser el resultado del aprendizaje tanto individual como social. Se ha visto que las hembras que se encuentran en celo por primera vez incluso huyen de los machos más dominantes y prefieren en cambio a los machos más jóvenes. Con el paso de los años, las hembras aprenden a elegir machos dominantes y a rechazar a los jóvenes.

Interesantemente, algunas hembras parecen “simular” el celo. Y aunque dicho celo ocurre muy rara vez el hecho de que exista es notorio y fue justo el centro de atención de un estudio publicado este mes en la revista PLoS ONE por un grupo de investigadores del Reino Unido liderados por Lucy Bates de la Universidad de San Andrews. El estudio forma parte de los llevados a cabo por los integrantes del Proyecto de Investigación de los Elefantes de Amboseli (Amboseli Elephant Research Project).

Lucy Bates y su equipo, utilizando datos de un estudio a largo plazo de elefantes africanos en el Parque Nacional de Amboseli en Kenya, analizaron la ocurrencia de este celo simulado. Los investigadores, habituados a observar a estos elefantes diariamente desde 1972, consideraron que un celo era simulado cuando la hembra en cuestión no podía –por razones hormonales o de otro tipo- estarlo realmente. Es decir, estaba preñada, lactando o tenía más de 50 años. También tuvieron manera de comprobar si efectivamente este había sido el caso ya que en la base de datos del proyecto se tiene registro de los períodos de gestación y número de nacimientos de este grupo de elefantes. Los investigadores pusieron a prueba varias hipótesis para explicar la ocurrencia de este misterioso celo paquidérmico.

Primero, pusieron a prueba la hipótesis de que el celo simulado no tiene ningún propósito funcional. Es decir, este celo podría deberse a cambios hormonales como resultado de la cercanía de las elefantas simuladoras con aquellas que genuinamente estaban en celo. Este hipótesis no fue apoyada por los datos puesto que el celo simulado podía ocurrir en cualquier momento durante el periodo de gestación de las elefantas preñadas que lo presentaron. Además, tampoco había una relación entre la ocurrencia del celo simulado con la presencia de celo en hembras emparentadas con la hembra simuladora. Lo que si encontraron fue que la presencia de hembras simuladoras coincidía con la presencia de hembras nulíparas, es decir, elefantas que nunca antes habían tenido crías.

La segunda hipótesis, era que el celo simulado podría incrementar el éxito reproductivo de la hembra simuladora si su ocurrencia podía, por ejemplo, atraer la atención de un buen candidato y las hembras simuladoras podían entonces inducir su propia receptividad. Este tampoco fue el caso ya que una buena parte de las hembras simuladoras estaban preñadas y en ninguno de los casos las hembras simuladoras pudieron concebir como resultado del evento de simulación.

La tercera hipótesis que pusieron a prueba fue que el celo simulado incrementa la adecuación inclusiva de la hembra simuladora. Es decir, que no era la hembra simuladora la que incrementaba su propio éxito reproductivo, si no el éxito reproductivo de una hembra emparentada que estuviera realmente receptiva en el momento de la simulación. Por ejemplo, un grupo familiar de hembras receptivas podría ser mas atractivo para un macho en celo, creando entonces la posibilidad de que las hembras receptivas tuvieran una mayor oportunidad de elegir al macho en celo y, por tanto, copular con él. Este, sin embargo, tampoco fue el caso ya que las hembras receptivas asociadas con las simuladoras no tuvieron mayor acceso a los machos dominantes ni tampoco- cuando si fue el caso- copularon más veces con ellos.

Dado que ninguna de las hipótesis originalmente propuestas fue corroborada, Lucy Bates y su equipo sugieren que considerando que el celo simulado ocurre con frecuencia en compañía de hembras nulíparas (53% de los casos), este tal vez sirva como una forma de demostración. Para poder ser considerado como un caso auténtico de enseñanza en el reino animal, propusieron los investigadores, dicha conducta debería cubrir los criterios establecidos en la definición funcional de enseñanza propuesta por Caro y Hauser en 1992. Siguiendo la propuesta de éstos autores, el celo simulado de las elefantas debería ocurrir únicamente en presencia de pupilas ingenuas respecto al tema enseñado, ser costosa para el maestro y existir evidencia de aprendizaje por parte del pupilo, o pupila en este caso.

De dichos criterios únicamente uno podría ser cubierto parcialmente y es el relativo al costo de la conducta. Es decir, no en todos los casos había una hembra simuladora asociada con una hembra nulípara y la evidencia de aprendizaje no fue completamente clara. Es posible que la simulación en la que incurren las elefantas pudiera llegar a ser costosa para ellas si estas adquirieran una mala reputación como elefantas poco honestas respecto a su estado. Esta es una posibilidad real en animales como los elefantes que presentan relaciones sociales con interacciones complejas. Además, como ya se mencionó con anterioridad las elefantas simuladoras no obtuvieron ningún beneficio directo en términos reproductivos.

Por otro lado, los casos de simulación considerados en el estudio fueron identificados a partir de datos demográficos y registros conductuales de observadores altamente especializados. Existe la posibilidad, sin embargo, de que otros casos de simulación menos obvios hayan pasado desapercibidos para los observadores. Después de todo, solo los elefantes saben con certeza sobre sus coqueteos.

Considerando lo anterior, es posible que hayan habido mas casos de celo simulado en presencia de pupilas poco experimentadas de los que fueron encontrados por los autores del estudio. Y, en consecuencia, ya estarían cubiertos dos de los tres criterios respecto a la enseñanza animal mencionados con anterioridad.

El hecho de que no se encontrara ninguna diferencia en la conducta sexual ni de elección de pareja de las hembras nulíparas que estuvieron con hembras simuladoras sugirió a los autores que no hubo evidencia de “aprendizaje”. Sin embargo –y como ellos mismos sugieren- es posible que la conducta de las hembras simuladoras haya de hecho contribuido a la mejora de la conducta de hembras nulíparas particularmente despistadas o negadas respecto a cuáles son los mejores candidatos y cómo comportarse frente a ellos. Por lo tanto, tal vez no hubo diferencias en la conducta de dichas hembras precisamente porque las hembras simuladoras las ayudaron a “subir su nivel”, digamos. Los autores sugieren que si lo anterior pudiera ser demostrado entonces se estaría mas cerca de cubrir los criterios propuestos por Caro y Hauser y ser éste un caso contundente de enseñanza en el mundo paquidérmico.

El estudio de Bates y su equipo es el primero que ofrece una explicación al celo simulado de algunas elefantas y demuestra que este no ocurre de manera aleatoria. Los autores señalan que una demostración más clara respecto al papel de dicha conducta como elemento de enseñanza podría provenir de estudios experimentales.

Articulo de referencia:
ResearchBlogging.org
Bates, L., Handford, R., Lee, P., Njiraini, N., Poole, J., Sayialel, K., Sayialel, S., Moss, C., & Byrne, R. (2010). Why Do African Elephants (Loxodonta africana) Simulate Oestrus? An Analysis of Longitudinal Data PLoS ONE, 5 (4) DOI: 10.1371/journal.pone.0010052