Ciencia con espiral de limón

Science with a (lemon) twist
BLOG EN RECESO TEMPORAL

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Chorizo con manzanas y pimientos


½ kilo de chorizo
½ kilo de manzanas
1 cebolla mediana
3 pimientos grandes





Fría el chorizo en su propia grasa. Una vez que suelte su grasa añada la cebolla rebanada en gajos.

Una vez que el chorizo esté bien doradito añada las manzanas rebanadas en gajos y sal al gusto.
Cuando las manzanas comiencen a deshacerse en el guiso añada los pimientos partidos en cubos y fría unos 10 minutos más para que se cuezan los pimientos sin deshacerse.

Hágase un taco y disfrute al máximo.

viernes, 25 de noviembre de 2011

La ciencia detrás de “Crimen y castigo”


Crimen y castigo”, de Fiodor Dostoievski, es una de las novelas más aclamadas en la historia de la literatura universal. Algunos autores sugieren que dicha obra ha servido de inspiración en la creación de otras obras literarias, algunas igualmente famosas. Es posible que parte de la razón por la que algunas obras literarias nos llamen más la atención sea porque lidian –magistralmente- con dilemas sociales fundamentales.
Los conflictos de interés dentro de una comunidad son a menudo debidos al nivel de cooperación de los miembros de dicha comunidad; en algunos casos la falta de cooperación puede desembocar en un castigo ya sea en mayor o en menor medida. En consecuencia, los individuos podrían verse involucrados en una dinámica en el que uno busca información respecto al nivel de cooperación de otro mientras que este otro esconde dicha información.
El mejor medio para obtener información respecto a la conducta de alguien es, por supuesto, la observación directa. El chisme puede funcionar bastante bien, pero no hay como observar al egoísta con las manos en la masa. De hecho, en estudios recientes sobre cooperación en humanos se han incrementado los análisis en los que se toma en cuenta la interacción entre las variables “observar” y “ser observado”.
Recientemente, Bettina Rockenbach y Manfred Milinski del Instituto Max Planck en Alemania, montaron un experimento sobre cooperación en el que tomaron en cuenta varios ingredientes presentes en las interacciones sociales reales.
Para su estudio, utilizaron un “juego de bienes públicos” (public goods game) que es un experimento muy socorrido en estudios económicos. En dicho juego los participantes tienen una cantidad inicial de fichas (que equivalen a recursos) y en cada ronda deciden -de forma generalmente secreta- con cuántas fichas contribuir a un concentrado grupal de fichas. Este concentrado puede después ser multiplicado y luego repartido de forma equitativa entre los miembros del grupo. En una variante del juego los que contribuyen poco al bien común pueden ser “castigados”, por ejemplo, dándoles menos que al resto en la repartición final de bienes.
Jugadores de cartas. Pintura original de Theodoor Rombouts. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
En el experimento de Bettina y Manfred los participantes podían tener dos roles: el de jugador y el de observador. En la primera ronda los observadores analizaban las estrategias de los jugadores y, en la segunda ronda, se integraban como jugadores después de haber escogido a los jugadores. Para dicha decisión tomaban en cuenta lo observado durante la primera ronda.
Los jugadores podían “pagar” para ocultar su contribución de los observadores, así como los castigos que sugerían para otros individuos. Los observadores también podían pagar por ocultar su papel de observadores. Dado que el objetivo del juego era maximizar el beneficio final, los observadores deberían estar interesados en seleccionar a aquellos jugadores que contribuyeran con más fichas al concentrado común.
Hubo una tendencia a que los jugadores ocultaran los castigos severos y sus contribuciones cuando eran bajas, pero exhibieran sus contribuciones altas. Los observadores tendieron a seleccionar a los jugadores que hicieron contribuciones altas, pero también a pagar por no ser vistos cuando observaban las contribuciones de dichos jugadores. Es decir, los observadores dirigían sus observaciones ocultas a los contribuidores generosos; como para cerciorarse de la frecuencia de sus contribuciones altas.
Como era de esperarse, la probabilidad de que un observador escogiera a un jugador dependió de la contribución de éste último al concentrado común. También, los castigos fueron dirigidos a aquellos jugadores que se caracterizaron por su tacañería. En otras palabras, los castigos fueron usados principalmente para “disciplinar” a los egoístas. Es interesante, sin embargo, que el uso de castigos no influyó en la selección de jugadores. Es decir, las actividades relacionadas con la aplicación de castigos no fueron decisivas para ser seleccionados en rondas posteriores.
Los resultados que desconcertaron a los autores fueron precisamente estos últimos: los relacionados con el castigo, ya que mientras los jugadores prefirieron ocultar cuando castigaban a otros jugadores de forma severa, los observadores parecieron no tomar en cuenta el nivel de los castigos en la selección de compañeros de juego.
En experimentos semejantes los castigadores podían incluso adquirir una buena reputación, lo que podía deberse a que los castigos, y/o la exhortación a cooperar lograda mediante los mismos, beneficiaban al bien común. Por lo que el hecho de que los castigadores fueran ignorados en el formato del estudio de Bettina y Manfred sugiere que los castigos y la reputación de los castigadores pueden ser percibidos de forma diferente dependiendo de las diferencias –incluso sutiles- entre los contextos sociales considerados.
No debemos olvidar que ya en “Crimen y castigo” Dostoievski, a través de sus personajes y la historia, hacía notar las diferencias en la percepción social de aquellos que merecían un castigo. Desde el punto de vista científico, estas diferencias de percepción señalan una dinámica bastante sofisticada en materia de cooperación y castigo.
Artículo de referencia:
ResearchBlogging.org
Rockenbach, B., & Milinski, M. (2011). To qualify as a social partner, humans hide severe punishment, although their observed cooperativeness is decisive Proceedings of the National Academy of Sciences, 108 (45), 18307-18312 DOI: 10.1073/pnas.1108996108

martes, 15 de noviembre de 2011

El potencial de los blogs en la comunicación de la ciencia


Internet es el campo de batalla de las revoluciones y donde se lidian acaloradas discusiones en torno a temas científicos. En particular, hay en la red una herramienta muy poderosa que ha revolucionado y donde ha recientemente evolucionado una rama de la comunicación de la ciencia: los blogs.
Los blogs (que viene de la unión de web y log) o bitácoras son sitios web donde las publicaciones son presentadas de forma cronológica. Existen varias plataformas gratuitas para ello, entre las más comunes podemos mencionar: Blogger, Wordpress, Typepad, LiveJournal y Tumblr. La diversidad de temas en los blogs es casi tan grande como el número de personas que en ellos escriben: cualquier tema y formato es posible. A más o menos de 20 años desde que los blogs fueron creados, hoy en día constituyen una importante forma de comunicación donde cualquiera puede decir lo que se le antoje, para bien o para mal. 
Entre los países angloparlantes podríamos decir que Estados Unidos encabeza la lista con la comunidad de blogueros de ciencia más fuerte, diversa y extendida. De hecho, Estados Unidos encabeza la lista mundial. La comunidad es tan fuerte y está tan bien informada que representa incluso una amenaza para los periodistas de ciencia. La información en los blogs de ciencia es compartida por escritores que además no cobran un solo dólar por hacerlo.
Los blogs de ciencia en dicho país han contribuido de forma poderosa a la comunicación y discusión de la ciencia. Por ejemplo, fueron una pieza clave en la discusión que rodeó a la tan sonada noticia respecto a las bacterias que utilizaban arsénico de Felisa Wolfe-Simon y colaboradores y que fue lanzada y utilizada por la NASA en una campaña relacionada con las posibilidades de encontrar vida fuera del planeta Tierra.
Bora Zivkovic quien ha sido autor de uno de los blogs de ciencia más taquilleros (A blog around the clock) y quien lanzó y es el editor de los blogs de ciencia de Scientific American opina que la regla número uno en la blogósfera es que nunca debes decir a un bloguero qué escribir. Según él, proporcionando soberanía e independencia tanto a escritores como científicos es la forma en la que es posible atraer blogueros interesantes con voz propia a los espacios proporcionados para tal efecto en medios electrónicos o redes de blogs de ciencia.
Sin embargo, la comunicación de la ciencia a través de blogs tiene sus ventajas y sus desventajas. Una ventaja es la mencionada en el párrafo anterior: los blogs pueden servir como un trampolín para escritores talentosos y bien informados ya sea que éstos sean científicos, escritores o periodistas científicos, e incluso amateurs. En ausencia de un editor los blogueros son tan libres como su creatividad les permita. Esta sin embargo, podría ser también una desventaja. Es por todos sabido que la proliferación de información sin filtros ni sentido es una de las incertidumbres que acechan a los que buscamos información en Internet.
Otra ventaja es que los comunicadores de ciencia pueden escoger la forma de comunicación que mejor les acomode. Es decir, los blogs pueden ser espacios para discutir y compartir información científica reciente, discutir temas con colegas, compartir fotografías, encender discusiones sobre el papel de la ciencia en la sociedad, aclarar malentendidos sobre temas científicos, combatir a grupos creacionistas y compartir opiniones sobre decisiones políticas respecto a programas nacionales de ciencia, solo por mencionar algunas opciones.
Por la inmediatez y las opciones de diálogo con los autores, los blogs de ciencia son también espacios donde el público puede interactuar con los autores y, por lo tanto, constituyen una forma en la que la ciencia puede volverse más cercana a la sociedad. En Estados Unidos, los blogs de ciencia están siendo considerados como una forma aceptable en la que los científicos llevan a cabo el enlace con la sociedad que las fuentes de financiamiento públicas a menudo les solicitan.
Los blogs de ciencia son también espacios de entrenamiento para aquellos interesados en desarrollar sus habilidades literarias. No debemos olvidar que para mejorar los escritos científicos, como cualquier otro tipo de escrito, se necesita práctica y qué mejor que en un espacio con tanto potencial como los blogs. Según Rosie Redfield, autora del blog RRResearch y quien alcanzó al estrellato blogosférico por sus críticas al estudio de Felisa Wolfe-Simon, opina respecto a la comunidad de blogueros en Estados Unidos que “escribir en línea es valioso en todos los niveles para la gente que decide hacerlo. Ciertamente, hasta ahora los mejores escritos de ciencia están ocurriendo dentro de la comunidad de escritores llamados blogueros”.
Es lamentable entonces que, teniendo un espacio gratuito de gran alcance y con tantas posibilidades creativas, los blogs de ciencia no sean una herramienta tan socorrida en otros países. En México, no hemos todavía alcanzado una comunidad ni remotamente importante de blogueros y blogueras de ciencia. Ninguno de los principales medios de comunicación electrónica de noticias ha considerado incluir un espacio para los blogs de ciencia, como ya ocurre en The New York Times y The Guardian, entre otros. Esta ausencia de blogueros no es ni por falta de buenos escritores ni de temas interesantes, créanme.
Es tiempo de que los interesados en la comunicación de la ciencia abracemos las posibilidades que las herramientas de la web 2.0 nos ofrecen y que nos unamos con más fuerza a las filas de blogueros donde la comunicación de la pasión por la ciencia (también) es lo que impera.
Artículo de referencia:



ResearchBlogging.org
Wolinsky, H. (2011). More than a blog EMBO reports, 12 (11), 1102-1105 DOI: 10.1038/embor.2011.201

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Pescado en salsa de maracuyá y mostaza


½ kilo de filete de pescado
½ kilo de su verdura favorita
4 maracuyás grandes
2 cucharadas de mostaza americana
1 cebolla mediana
Aceite de oliva






Sal al gusto
Fruto de Passiflora edulis flavicarpa. Imagen de Fibonacci tomada de Wikimedia Commons.
Se sancocha la cebolla en tantito aceite y se agrega la verdura.
Aparte se licua con una taza de agua la pulpa del maracuyá, la mostaza y la sal.

Se cuela la mezcla y se agrega a las verduras y se deja hervir unos 5 minutos.
Se puede dejar el filete de pescado entero o cortarlo en rectángulos pequeños y después se agrega a la salsa con las verduras. Se deja cocer durante unos 15 o 20 minutos.
Sírvase con arroz blanco.
 Cuando no se indica lo contrario, las fotografías son de Guillermina.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Facebook y las regiones del cerebro

Hasta hace un par de semanas Facebook tenía más de 750 millones de usuarios. En dicha red social virtual, como en otras como MySpace, los usuarios se mantienen en contacto con sus amigos de forma –a veces bastante- visible. Los usuarios de dicha red podemos darnos cuenta de que hay cierta variabilidad en el número de amigos que cada usuario tiene. Las razones de dicha variabilidad siguen perteneciendo al mundo de la especulación.
Imagen de Autumn tomada de aquí.
Hasta hace muy poco si la red de amigos en Facebook reflejaba o no el tamaño de las redes sociales en el mundo real (no virtual) seguía siendo poco claro y, a falta de datos empíricos, especulativo también. Podría ser que, por ejemplo, el tamaño de la red virtual tuviera una base neural. De hecho, en un estudio reciente se encontró que el tamaño y la complejidad de las redes sociales no virtuales estaba relacionado con el tamaño de la amígdala derecha e izquierda. Por lo tanto, la idea de que el tamaño de la red de amigos en Facebook estuviera relacionado con el tamaño de alguna región cerebral no es para nada descabellada.
En un bonito estudio llevado a cabo por investigadores del Reino Unido y Dinamarca liderado por Ryota Kanai y Geraint Rees un grupo de investigadores se dieron a la tarea de averiguar lo anterior y, además, identificar las regiones del cerebro asociadas con el tamaño de la red social de un grupo de usuarios de Facebook. Los autores además pensaron que tal vez las habilidades necesarias para mantener las redes sociales virtuales y las no virtuales podrían ser diferentes y que, por lo tanto, el tamaño de diferentes regiones cerebrales podría relacionarse de forma diferente con el tamaño de cada tipo de red social.
Para averiguar lo anterior, el equipo anglo-danés utilizó imágenes cerebrales por resonancia magnética (IRM) de 125 individuos, principalmente estudiantes. Con las IRM se obtiene una medida macroscópica de la anatomía del cerebro que ha sido utilizada de forma exitosa como correlato para identificar diferencias individuales con respecto a un montón de contextos como desempeño sensorial, habilidad introspectiva, orientación política, etc. De particular interés en este estudio fue el tamaño de aquellas regiones cerebrales que se relacionan con la cognición y la conducta social como aquellas implicadas en el reconocimiento de pistas sociales, teoría de la mente, memoria, etc.
El tamaño de varias regiones cerebrales fue entonces relacionado con el número de amigos que los individuos tenían en Facebook y en otras redes sociales no virtuales.
Los autores encontraron que el lado derecho de la amígdala cerebral estuvo asociada con el tamaño de las redes sociales virtuales y no virtuales, pero tres áreas cerebrales estuvieron asociadas específicamente con el tamaño de la red social virtual: el lado derecho del surco temporal superior, el lado izquierdo de la circunvolución temporal media y la corteza entorrinal.
Se ha observado que el surco temporal superior está asociado con la percepción del movimiento, pero también con la percepción de las intenciones de otros y la navegación en redes sociales. La corteza entorrinal se relaciona con la memoria asociativa, por ejemplo, la que necesitamos para memorizar pares de nombres y caras. Por lo que el hecho de que esta región esté asociada con redes virtuales –pero no con redes no-virtuales- podría sugerir que la participación de esta región relacionada con la memoria es indispensable para lidiar con una red virtual más grande que la no virtual. En general, el hecho de que haya regiones relacionadas exclusivamente con redes sociales virtuales sugiere que para lidiar con este tipo de redes podría ser necesaria una cognición social particular. 
Amigos en Facebook. Imagen de Matt Held.
Por otro lado, los autores encontraron que el tamaño de las redes virtuales (el número de amigos en Facebook) estuvo relacionado con el tamaño de las redes no virtuales. Este hallazgo apoya la idea de que los usuarios de redes virtuales utilizan estas herramientas en línea para mantener y fortalecer redes ya existentes, en lugar de simplemente crear redes de amigos nuevos y virtuales.
Una cosa que no nos dice el estudio del equipo anglo-danés es si aquellos individuos con una cierta estructura cerebral son más propicios a tener redes sociales virtuales de mayor tamaño o si ciertas áreas pueden incrementar su tamaño dependiendo de las posibilidades y necesidades impuestas por la vida virtual. No debemos olvidar que encontrar una correlación no es prueba de causa y efecto, por lo que un estudio longitudinal de usuarios de Facebook podría darnos más información acerca de la plasticidad neuronal del cerebro y/o sobre las bases biológicas de nuestras tendencias en línea.
Hoy en día que se habla mucho de la forma en la que Internet ha cambiado nuestros cerebros, pero sin pruebas palpables al respecto. En ese sentido, este tipo de estudios empiezan a darnos pistas respecto a la forma en la que nuestros cerebros pueden –o no- ser maleables a los retos impuestos por la variedad de medios sociales contemporáneos.
Artículo de referencia:
 



ResearchBlogging.org
Kanai, R., Bahrami, B., Roylance, R., & Rees, G. (2011). Online social network size is reflected in human brain structure Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences DOI: 10.1098/rspb.2011.1959