Ciencia con espiral de limón

Science with a (lemon) twist
BLOG EN RECESO TEMPORAL
Mostrando entradas con la etiqueta mortalidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta mortalidad. Mostrar todas las entradas

domingo, 15 de agosto de 2010

Para mejorar tu salud procura mejorar tus relaciones sociales

A mediados de 1846, un grupo de 87 pioneros –entre familias e individuos solitarios- se dispusieron a llegar a California en una travesía desde el noreste de Utah. La historia de este grupo, llamado grupo “Donner” (Donner party), es ahora una leyenda norteamericana debido a las dificultades que enfrentaron.
Casi la mitad del grupo original murió antes de que fueran rescatados a mediados de 1847 en Sierra Nevada, donde habían permanecido por varias semanas debido a la densa nieve que les impidió continuar hacia su destino. La tragedia, la muerte e incluso el canibalismo marcaron la historia del grupo de pioneros norteamericanos.
Más allá de ser una peculiar pieza histórica, la historia del grupo Donner ha sido también analizada desde el punto de vista biológico. De hecho, la mortalidad diferencial observada en el grupo Donner puede ser explicada con lo que sabemos acerca de los factores que determinan los patrones de mortalidad en las sociedades humanas.
De particular interés, en esta ocasión, es el hecho de que aquellos individuos que contaban con una red social más grande fueron aquellos que sobrevivieron, o bien, que tardaron más tiempo en morir. Varios estudios han demostrado que la longevidad se relaciona positivamente con el tamaño de las redes sociales en las que un individuo está inmerso, pero todavía hay varios aspectos que no son completamente claros.
Recientemente, fue publicado en la revista PLoS Medicine un estudio llevado a cabo por Julianne Holt-Lunstad y Timothy B. Smith de la Brigham Young University y Bradley Layton de la University of North Carolina. En este estudio se realizó un meta-análisis –es decir, un análisis los resultados de varios estudios- respecto a la relación existente entre las relaciones sociales y la mortalidad. 
Según sus resultados aquellos individuos con relaciones sociales fuertes tienen 50% más probabilidad de sobrevivir que aquellos que tienen relaciones sociales débiles. La magnitud de lo anterior es comparable con los beneficios que proporciona el dejar de fumar.





Fotografía de Jasmin Hunter, tomada de Wikimedia Commons.
Julianne y su equipo analizaron 148 estudios que en total consideraban datos de 308,849 individuos. Los estudios existentes –en varias bases de datos bibliográficas- era mayor. Sin embargo, tuvieron que hacer una “limpieza” para lograr que aquellos incluidos en su análisis fueran relativamente comparables. Además, dichos estudios debían contener información que permitiera al equipo de Julianne responder varias preguntas.
Con el meta-análisis averiguaron cuál era la asociación entre las relaciones sociales y el riesgo de mortalidad, de qué manera la clasificación de las relaciones estudiadas permitía predecir o no los patrones de mortalidad, de qué manera las características de las poblaciones estudiadas influían en los patrones observados y si la mortalidad se veía afectada por las características de las relaciones sociales en un gradiente o no.
De manera conjunta, los 148 estudios considerados señalan que la forma en la que los individuos experimentaban sus relaciones sociales predecía consistentemente los patrones de mortalidad. Este resultado se mantuvo fuerte incluso considerando otros factores como la edad, género, estado de salud inicial, período de seguimiento y causa de muerte.
Un detalle metodológico interesante es que mientras más elaboradas o detalladas eran las evaluaciones de las relaciones sociales el efecto en la mortalidad era más fuerte. Es decir, evaluaciones como ¿vive solo? donde la respuesta era si o no predecían de forma mas débil los patrones de mortalidad. Esto tiene sentido si pensamos que una persona puede vivir sola pero tener una amplia y fuerte red social.
Relacionado con lo anterior, los autores sugieren que –de hecho- sus resultados pueden estar subestimando el impacto de las relaciones sociales en la salud debido a que la mayoría de los estudios considerados en su análisis tomaban en cuenta medidas simples para evaluar las relaciones sociales.
A diferencia del tabaco, del que se sabe bien cómo es que afecta nuestra salud, no es todavía claro de qué manera las relaciones sociales contribuyen a una mejor salud y por tanto a una menor mortalidad. Hay varios indicios, por ejemplo, formar parte de una red social puede proporcionar a los individuos inmersos en ella un sentido de pertenencia y fomentar el desarrollo de su autoestima. También se sabe que el apoyo social se relaciona con un mejor funcionamiento del sistema inmune.
Sin embargo, las relaciones sociales pueden tener efectos a nivel emocional, económico, conductual, cognitivo y biológico a través de diversas y entremezcladas vías. Los sobrevivientes del grupo Donner, por ejemplo, pudieron haber recibido beneficios de su grupo social o familiar a través de la cercanía, el contacto físico, apoyo material o emocional e incluso a través del mero intercambio verbal de sus pesares.
Julianne y su equipo señalan que es también importante definir la calidad de las relaciones sociales ya que muchos estudios asumen de entrada que todas las relaciones son positivas. Por ejemplo, el estado marital generalmente se usa como una medida de integración social. Sin embargo, recientemente se han incrementado el número de estudios en los que los resultados entre estudios divergen cuando se considera la calidad de las relaciones maritales.
¿Qué estudios son ahora necesarios? Según Julianne y su equipo es necesario llevar a cabo estudios que nos permitan entender de qué manera las relaciones sociales promueven la salud, también es necesario redefinir y refinar los modelos conceptuales y desarrollar modelos de prevención e intervención que explícitamente tomen en cuenta las relaciones sociales.
Este último punto es particularmente importante ya que, al parecer, es necesario darle mayor peso a las relaciones sociales para incrementar la efectividad de las políticas públicas de salud y el tratamiento de enfermedades y padecimientos. Los médicos, educadores, profesionales de la salud, la población en general y los medios enfatizan los riesgos que el fumar, una mala dieta y la falta de ejercicio tienen sobre nuestra salud. A esta lista debieran añadirse las relaciones sociales pobres o insuficientes.
En resumen, los mensajes de las cajetillas de cigarros tal vez debieran decir: “Dejar de fumar y cultivar relaciones sociales positivas reducen importantes riesgos para la salud”.
 
Artículos de referencia:

ResearchBlogging.org



Holt-Lunstad, J., Smith, T., & Layton, J. (2010). Social Relationships and Mortality Risk: A Meta-analytic Review PLoS Medicine, 7 (7) DOI: 10.1371/journal.pmed.1000316


Grayson, D. (1993). Differential mortality and the Donner Party disaster Evolutionary Anthropology: Issues, News, and Reviews, 2 (5), 151-159 DOI: 10.1002/evan.1360020502

martes, 25 de mayo de 2010

Mortalidad infantil a nivel mundial: un análisis de las principales causas


8.795 millones de niños menores de 5 años murieron alrededor del mundo en el 2008, señala un estudio que incluyó información proveniente de 193 países. De dichas muertes, el 68% se debió a enfermedades infecciosas y entre las principales se encuentran la neumonía (18%), diarrea (15%) y malaria (8%).
Estos resultados, así como un análisis por región y por país de diversas causas de mortalidad infantil, fueron publicados en la revista The Lancet por Robert E. Black y un equipo de 12 investigadores. Dicho estudio proporciona un análisis de la información disponible al respecto para el año 2008 y constituye una guía para concentrar esfuerzos a diferentes niveles (regional, nacional, etc.) y así lograr una reducción en la mortalidad infantil. De hecho, uno de los objetivos de desarrollo del milenio de las Naciones Unidas es reducir la mortalidad infantil en dos tercios –en niños menores de 5 años- entre 1990 y el 2015.
Robert Black y otros miembros de su equipo colaboraron para el presente estudio con la Organización Mundial de la Salud (OMS), en particular con el Grupo de Referencia sobre Salud y Epidemiología Infantil, CHERG, por sus siglas en inglés (Child Health Epidemiology Reference Group). Para catalogar las causas de muerte utilizaron la clasificación internacional de enfermedades de la (OMS), y la información analizada fue recopilada por el Grupo de Inter-agencias para la Estimación de la Mortalidad Infantil (IGME, Inter-agency Group for child Mortality Estimation). El IGME esta conformado por representantes de la OMS, UNICEF, la División de Población de las Naciones Unidas, el Banco Mundial e instituciones académicas.
Uno podría pensar que con tantas instituciones involucradas y de tal calibre, la recopilación y análisis de la información sería pan comido. Sin embargo, el análisis de datos provenientes de diversos lugares del mundo no es tan sencillo. De hecho, son varios los problemas que hay que enfrentar.
Uno de los problemas es que para muchos países no existen los datos necesarios. Este problema es particularmente grave en –justamente- los países que tienen más problemas de mortalidad infantil. También, es común encontrar que la forma de registrar las muertes –e incluso identificar las causas- varíe entre países y regiones, a pesar de que muchos de los países cuyos datos fueron analizados son miembros de las Naciones Unidas y, por tanto, podrían haberse establecido acuerdos con dicha organización para la recopilación de la información necesaria.
Por lo tanto, en algunos casos fue necesario utilizar modelos matemáticos para extrapolar la información existente a los países o regiones o rangos de edad para los que no existía información confiable o disponible. En otros casos fue necesario cotejar la información disponible – o incluso sustituirla- con aquella proveniente de otras fuentes. Por ejemplo, para aquellos países para los que no se cuenta con un registro de información vital adecuado, se utilizó la información proveniente de otros programas de la OMS: malaria, tétanos, tosferina, sarampión y sida.  
También, se echó mano de modelos ya revisados y probados y que han sido desarrollados por el CHERG y el Departamento de Inmunización, Vacunas y Biológicos o IVB, por sus siglas en inglés (Department of Immunization, Vaccines and Biologicals), ambos parte de la OMS. Tal fue el caso de un modelo que predice la probabilidad de muertes de neonatos debido a tétanos en países con alta incidencia de dicho mal y que considera, entre otras cosas, el nivel educativo de las madres.
En el estudio de Black y su equipo se consideraron dos rangos de edad principales: el de los neonatos, que incluye a los bebes de entre 0 y 27 días, y el de los infantes de un mes hasta 59 meses, es decir, hasta los 5 años. Las muertes fueron agrupadas en 7 categorías principales: neumonía, diarrea, malaria, accidentes, meningitis o encefalitis, sarampión y otras causas conocidas.
En términos generales, los resultados son preocupantes puesto que la meta planteada parece aun lejana. De las 8.795 millones de muertes en 2008, el 68% se debieron a enfermedades infecciosas: neumonía entre los neonatos y neumonía, diarrea y malaria en los infantes. La distribución de las causas principales de muerte varió de acuerdo con la región. Por ejemplo, y como era de esperarse por la alta incidencia en la región, el 16% de las muertes en África fueron causadas por la malaria y el 1% por sida, mientras que en el sureste de Asia dichas causas combinadas constituyeron solo el 1% de las muertes. Por otro lado, en países y/o regiones con tasas bajas de mortalidad infantil, las malformaciones congénitas fueron proporcionalmente más importantes.
El 92% de las muertes a nivel mundial debidas a malaria y el 90% de las muertes debidas a sida ocurrieron en África. Es importante considerar que el 43% de todos los niños menores de 5 años en el mundo viven en 5 países: India, Nigeria, República Democrática del Congo, Pakistán y China. Es decir, algunas enfermedades están concentradas en ciertas regiones debido a las condiciones sociales y epidemiológicas imperantes. Por lo tanto, los esfuerzos de control y tratamiento de enfermedades en estos países es fundamental si se quieren alcanzar las metas de desarrollo en términos de salud y sobrevivencia infantil.
En la publicación se incluyen datos por país. Para México, por ejemplo, de un total de 36,367 muertes registradas en el 2008, 14,733 corresponden a neonatos y 21,634 a infantes. Las causas principales de muerte en neonatos e infantes se resumen en el siguiente gráfico:



Figura elaborada por Guillermina Echeverría-Lozano con datos de Black et al., 2010.


En general, a cinco años de que se cumpla el plazo establecido en los objetivos de desarrollo del milenio, aun no es posible hablar de tendencias o de logros. A pesar del constante incremento en la población infantil a nivel mundial, la tasa de mortalidad de infantes parece estar disminuyendo. Sin embargo, la tasa de mortalidad de neonatos se incrementó de 37% (2000-2003) a 41% (2008).
El estudio de Black y colaboradores se benefició con la inclusión de datos provenientes de India y China, los dos países más poblados del mundo. En estudios anteriores no había sido posible incluir información de dichos países y solo se había podido utilizar la generada por modelos estadísticos. No obstante, la inclusión de nuevas fuentes de datos y los resultantes cambios en la metodología impide hacer comparaciones confiables con años anteriores y sacar conclusiones definitivas respecto a lo logrado. A pesar de lo anterior, los estimados por país de las principales causas de muerte infantil presentados en el estudio, sin duda podrán ayudar a que los programas nacionales y la asignación de recursos tengan una mejor planeación.
Por otro lado, y tal y como los autores del estudio reconocen, la desnutrición no fue considerada como una causa directa de muerte cuando en realidad puede estar detrás de una tercera parte de las muertes en niños menores de 5 años. En consecuencia, los programas de ayuda que contribuyan a reducir la desnutrición y/o a tratar las consecuencias negativas de la misma ayudarán a reducir la mortalidad infantil y contribuirán a mejorar la salud y el desarrollo de los niños sobrevivientes.
ResearchBlogging.org

Artículo de referencia:


Black, R., Cousens, S., Johnson, H., Lawn, J., Rudan, I., Bassani, D., Jha, P., Campbell, H., Walker, C., & Cibulskis, R. (2010). Global, regional, and national causes of child mortality in 2008: a systematic analysis The Lancet DOI: 10.1016/s0140-6736(10)60549-1