Ciencia con espiral de limón

Science with a (lemon) twist
BLOG EN RECESO TEMPORAL
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jueves, 15 de julio de 2010

Nuestros "genes brincadores" nos hacen únicos y nos enferman



El ADN es una macromolécula extrañísima y fascinante. Este ácido nucleico constituye el material genético de todas las células, algunos organelos celulares (como las mitocondrias), muchos virus, y es además el principal componente de los cromosomas y el único componente de los plásmidos.


Toda la información de lo que somos –y podemos ser- está en nuestro ADN. Sin embargo, la forma exacta en la que el ADN da lugar a lo que somos es algo que todavía estamos tratando de entender.


El Proyecto del Genoma Humano (PGH) ha sido un controvertido y morrocotudo esfuerzo por desentrañar los misterios de nuestro ADN y ha proporcionado información valiosa respecto a los millones de pares de bases que constituyen nuestro ADN y respecto a miles de genes humanos.


También hemos obtenido información respecto a la proporción de ese ADN que efectivamente se traduce en algo, comparado con la proporción de ADN que sólo parecen ser pedacitos iguales repetidos hasta el cansancio; las llamadas secuencias altamente repetidas.


Otro uso interesante de la información derivada del PGH es que ha sido posible comparar genomas individuales con un genoma humano de referencia. Estas comparaciones -dentro y entre especies- están permitiendo identificar elementos funcionales y establecer relaciones entre la variación genética y la diversidad fenotípica. Es decir, la relación entre lo que dice nuestro ADN y lo que se nos ve.


Ahora sabemos que la cantidad de variación en el genoma humano es enorme. Una fuente de variación proviene precisamente de algunas secuencias altamente repetidas, como los llamados transposones, dentro de los que se incluye a los retrotransposones. El prefijo “retro” se refiere a la forma en la que se replican: primero el ADN se copia en ARN y luego el ARN mete una especie de reversa para copiarse otra vez en ADN.


Los transposones son elementos móviles que hacen copias de sí mismos e insertan dichas copias en otras áreas del genoma. Algunos de estos cambios pueden ser "silenciosos" y no causar ningún cambio funcional considerable, pero otros cambios sí pueden tener consecuencias importantes.


Los retroelementos no son raros en el mundo de los mamíferos. De hecho, todos los genomas de mamíferos que han sido estudiados a la fecha presentan retrotransposones y en todos los casos constituyen alrededor del 30% de dichos genomas. 


Los retrotransposones Alu y L1 son dos clases abundantes de elementos móviles presentes en el genoma humano y que brincan de una posición genómica a otra en cada nueva generación. Algunas de estas inserciones pueden ser tan nuevas que son encontradas solo en una persona.



La mutagénesis originada por transposones no había sido fácil de estudiar, principalmente porque no existían métodos adecuados para detectar inserciones nuevas. Las inserciones conocidas eran, por lo tanto, inserciones fijas y relativamente comunes que habían sido descritas por proyectos de secuenciación genómica. Es decir, solo nos habíamos asomado a través de una pequeña ventanita al mundo de las inserciones transposónicas.


Los mecanismos detrás de las reinserciones genéticas son variados, tal y como lo demuestran 4 artículos recientemente publicados: tres de ellos en la revista Cell y uno más en la revista Genome Research. Por medio de métodos diferentes -y recientemente ideados- estos cuatro estudios en conjunto sugieren que las secuencias altamente repetidas de nuestro genoma contribuyen de manera importante a las variaciones estructurales del mismo. Algunas de estas secuencias repetidas incluso presentan transposición activa, es decir, “brincan” de un lugar a otro en un grado mucho mayor al pensado con anterioridad.


En el estudio de Christine R Beck del Departamento de Genética Humana de la Universidad de Michigan y siete investigadores más, encontraron que las secuencias repetidas LINE-1 o L1(de long interspersed element-1), provenientes del material genético de 5 personas de diferentes partes del mundo, no están presentes en el genoma humano de referencia. Dichos L1s son más abundantes de lo que antes se pensaba y tienen una tendencia a brincar o a moverse de lugar.


En otro estudio, liderado por Cheng Ran Lisa Huang del Instituto de Medicina Genética de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, también encontraron numerosas y nuevas variantes de L1s. Sus datos sugieren que las nuevas inserciones –resultado del ADN brincador- son el doble de lo estimado con anterioridad y proponen que estas inserciones ocurren aproximadamente cada 108 nacimientos.


Entonces, si estos genes brincadores se mueven a lugares donde el ADN efectivamente es funcional podrían afectar –en mayor o menor medida- los procesos de transcripción y modificar los resultados. En consecuencia, estos L1 pueden jugar un papel crucial en la pérdida de función de los genes y por tanto, intervenir en el desarrollo de enfermedades o padecimientos.


Huang y su equipo evaluaron lo anterior examinando sitios L1 en el cromosoma X de 69 hombres diagnosticados con una discapacidad intelectual ligada a dicho cromosoma y encontraron que dentro de este grupo había 6 nuevas inserciones de L1 y 3 inserciones privadas, es decir, únicas y limitadas al mismo número de individuos. Tres de estas inserciones estuvieron en o cerca de genes con funciones conocidas en el desarrollo del sistema nervioso central.


Aun cuando el efecto biológico preciso de estas inserciones es todavía desconocido, el artículo de Huang y colaboradores señala la utilidad que el estudio de estas inserciones puede tener en la comprensión de algunas enfermedades genéticas.


En el estudio liderado por Rebecca C Iskow y Scott E Devine de la Universidad de Emory, utilizando material genético de 76 personas encontraron que las inserciones Alu y L1 son abundantes y pueden ocurrir no solo a nivel de células germinales, si no también en células somáticas. Rebecca y su equipo encontraron que es posible encontrar a altas frecuencias nuevas inserciones L1 en genomas de cáncer de pulmón.


También analizaron la presencia de inserciones en tumores cerebrales, pero en ese caso no fueron identificadas nuevas inserciones. Esto sugiere que algunos genomas cancerígenos permiten la movilización de elementos Alu y L1 y otros no, por lo que estudios posteriores al respecto serán necesarios para entender porqué es que ocurre esto.


Al igual que los otros estudios, Rebecca Iskow y su equipo encontraron un alto porcentaje (93%) de genomas con por lo menos una inserción diferente que estaba presente en solo un individuo. En otras palabras, los genes brincadores claramente hacen de las suyas en nuestros genomas.


Interesantemente, a pesar de que el estudio de Beck y el de Iskow se centraron en poblaciones humanas completamente diferentes, fue posible encontrar que algunos elementos L1 eran exactamente los mismos. Aun así, la mayoría de las inserciones detectadas por ambos estudios fueron únicas. Por lo que es muy probable que otras inserciones nuevas serán descubiertas en otros genomas humanos.


En el estudio de Adam D. Ewing y Haig H Kazazian de la Universidad de Pennsylvania, los autores desarrollaron un método para determinar los sitios de inserción de prácticamente todos los miembros de la familia de retrotransposones L1. Para ello, evaluaron el material genético de 25 individuos, 15 de los cuales no eran parientes.


Según sus resultados dos individuos tienen una diferencia de alrededor de 285 sitios de inserción de elementos L1 y la taza de retrotransposición es de entre 1 en cada 95 a 1 en cada 270 nacimientos. Además, pudieron catalogar 772 inserciones L1 presentes en el genoma humano de referencia y 367 que no lo estaban. Esta última cifra podrá sonar a que no es mucho, pero constituye el doble de los elementos de los que se tenía conocimiento a la fecha.


Ewing y Kazazian sugieren que aún cuando su estudio se centró en los elementos L1, los métodos propuestos por ellos pueden aplicarse a cualquier otro tipo de repetición en cualquier genoma. Es decir, su método va a permitir que la diversión en esta área continúe.


Los cuatro estudios en conjunto demuestran que la posición y cambios que sufren las secuencias altamente repetidas en los genomas humanos, en particular la posición de los elementos Alu y L1, pueden tener consecuencias importantes. Al parecer, si hay algo que nos hace únicos -y nos puede enfermar- es la actividad de nuestros "genes brincadores".


Por último, es interesante resaltar que por muchos años se había creído que las secuencias altamente repetidas eran una especie de ADN basura que se había ido acumulando en nuestro genoma (y en el de otras especies) a lo largo de la evolución y que, a la hora de hacer estudios, solo había que limpiar. En los últimos años ha dejado de ser considerado como basura y está siendo evidente que juega un papel central en la variación estructural genética, su evolución y que además puede tener un gran impacto en la biología humana, particularmente en la generación de padecimientos.

Artículos de referencia:
ResearchBlogging.org
Beck, C., Collier, P., Macfarlane, C., Malig, M., Kidd, J., Eichler, E., Badge, R., & Moran, J. (2010). LINE-1 Retrotransposition Activity in Human Genomes Cell, 141 (7), 1159-1170 DOI: 10.1016/j.cell.2010.05.021

Huang, C., Schneider, A., Lu, Y., Niranjan, T., Shen, P., Robinson, M., Steranka, J., Valle, D., Civin, C., & Wang, T. (2010). Mobile Interspersed Repeats Are Major Structural Variants in the Human Genome Cell, 141 (7), 1171-1182 DOI: 10.1016/j.cell.2010.05.026

Iskow, R., McCabe, M., Mills, R., Torene, S., Pittard, W., Neuwald, A., Van Meir, E., Vertino, P., & Devine, S. (2010). Natural Mutagenesis of Human Genomes by Endogenous Retrotransposons Cell, 141 (7), 1253-1261 DOI: 10.1016/j.cell.2010.05.020

Ewing, A., & Kazazian, H. (2010). High-throughput sequencing reveals extensive variation in human-specific L1 content in individual human genomes Genome Research DOI: 10.1101/gr.106419.110

sábado, 15 de mayo de 2010

El Neandertal que (casi) todos llevamos dentro


Homo neanderthalensis fue una especie de homínidos cercanamente relacionados con el Homo sapiens, ya que ambos compartieron un ancestro común. Los neandertales se extinguieron hace aproximadamente 30,000 años, pero sus genes perduran en muchos de nosotros debido a que existió entrecruzamiento entre grupos humanos ancestrales y ellos. Aunque ya se sospechaba que había ocurrido dicho entrecruzamiento es hasta ahora que se tiene una prueba más contundente al respecto. 

Este es uno de los hallazgos más importantes de un estudio publicado recientemente en la revista Science y llevado a cabo por un grupo de 57 científicos a lo largo de 4 años. El grupo fue liderado por Svante Pääbo del Instituto Max Planck en Alemania.

El ADN neandertal con el que se hizo el estudio fue obtenido a partir de restos óseos de antigüedad variable que fueron encontrados en la cueva Vindija en Croacia. Estos huesos fueron hechos polvo con un taladro dental para después ser sometidos a numerosas técnicas para lograr obtener un ADN puro; es decir, un DNA donde se hubiera reducido el ADN de microorganismos y el ADN humano resultado de contaminación al momento de manipular las muestras. 
Estas técnicas, desarrolladas hace pocos años, están haciendo que hoy sea posible recuperar material genético proveniente de muestras muy antiguas y contaminadas tanto con material microbiano como con material humano contemporáneo. Además, el equipo del Proyecto del Genoma Neandertal contó con un miembro muy importante dentro del equipo, Richard E. Green. Green, quien fuera estudiante postdoctoral de Pääbo durante el desarrollo del estudio, fue el responsable de la parte bioinformática del proyecto y creó software que permitió detectar DNA neandertal e ideó formas de lidiar con la degradación del material disponible. Es decir, se tuvo que hacer una especie de reconstrucción de ADN a partir de un de por sí fragmentado genoma -de ahí que los autores presenten un "borrador" del genoma neandertal. Aun así, fue posible hacer varias inferencias y encontrar varios resultados interesantes.

En el estudio se utilizó además ADN de chimpancé, ADN de cinco grupos humanos contemporáneos: ADN proveniente del grupo San en Sudáfrica, otro del grupo Yoruba de África del Oeste, otro de Papua en Nueva Guinea, uno del grupo Han de China y uno francés de Europa del Oeste; así como el genoma humano de referencia.
¿Y cuál era la importancia de comparar el genoma neandertal con otros seis genomas humanos contemporáneos? Bueno, pues los autores del estudio mencionan que uno de los retos al intentar demostrar flujo genético (entrecruzamiento) entre neandertales y grupos humanos ancestrales es que ambos grupos comparten un ancestro común. Por lo tanto, incluso si no hubiera ocurrido entrecruzamiento se esperaría que, en muchas regiones del genoma, los neandertales estuvieran más cercanamente relacionados con los humanos que entre sí. Sin embargo, si se encontrara que los neandertales están –en ciertas regiones del genoma- más cercanamente relacionados con grupos humanos contemporáneos de una región geográfica en particular que con los de otra(s), entonces esto sugeriría que hubo entrecruzamiento entre los neandertales y los ancestros de estos grupos.

En consecuencia, así fue como el grupo de Pääbo, al encontrar que los neandertales se encontraban más cercanamente relacionados con los grupos euroasiáticos demostró además que efectivamente existió flujo genético entre los neandertales y algunos grupos humanos ancestrales. Los autores calculan que hoy en día, entre el 1 y el 4% de los genomas de grupos euroasiáticos son derivados de neandertales. Lo anterior también indica que el flujo genético ocurrió antes de que los grupos asiáticos divergieran de los grupos europeos. 

Entonces, la explicación mas parsimoniosa resultado de los datos obtenidos es que cuando el Homo sapiens salió de África se encontró con las poblaciones neandertales residentes en Europa –hace unos 100,000 años- y ocurrió el entrecruzamiento. Dicho intercambio genético ocurrió antes de que los grupos humanos se extendieran a toda Asia –hace unos 80,000 años.
 Familia de neandertales. Ilustración de Randii Oliver tomada de Wikimedia Commons.

De acuerdo con lo anterior, señalan los autores, es incluso notorio que no se haya encontrado evidencia de un mayor flujo genético, en particular considerando que algunos fósiles sugieren que hubo flujo genético de los neandertales a los grupos humanos incluso durante la historia tardía de los primeros.

Una posibilidad en este sentido es que hayan ocurrido más migraciones humanas desde África hacia Europa -relacionadas por ejemplo con la expansión de la agricultura- y que esto esté oscureciendo la magnitud del flujo genético. Para probar lo anterior, sería entonces necesario hacer comparaciones entre grupos humanos europeos anteriores a dicha expansión. 

Otra de las consecuencias interesantes de contar con el genoma neandertal es que permite identificar qué características son únicas a los humanos contemporáneos en comparación con otras especies extintas de homínidos. Y, por supuesto, son de particular interés aquellas características que tienen consecuencias funcionales y que podrían haber influido de forma importante en la permanencia de los humanos modernos y la extinción de los neandertales. 

En este sentido, se encontraron diferencias en varios genes que comparten tanto los humanos modernos como los neandertales. Tal es el caso del gen RPTN que participa en la determinación de la morfología y la fisiología de la piel, el gen THADA (cuya expresión es diferente en personas con diabetes) que está involucrado en cuestiones de metabolismo energético, el gen RUNX2 (CBFA1) que participa en aspectos relacionados con la morfología del cráneo y el torso; así como un grupo de genes relacionados con el desarrollo cognitivo.
También, se encontraron diferencias en regiones del ADN, como las HARs (human accelerated regions) que se han conservado a lo largo de la evolución de los vertebrados pero han cambiado radicalmente desde que los humanos y los chimpancés divergieron a partir de un ancestro común. Los autores sugieren que sería interesante explorar con más detalle la función de estas regiones.

Comparaciones futuras respecto a estos temas, donde se utilicen genomas neandertales así como de otros homínidos, serán tierra fértil para la generación de nuevas hipótesis y para tener un mejor entendimiento respecto a los orígenes y la historia evolutiva de los humanos contemporáneos, concluyen Pääbo y su equipo.

Mientras tanto, y de acuerdo con nuestro lugar de origen y el de nuestros ancestros, todos podemos inferir fácilmente si somos portadores de genes de neandertal o no. 

(Respecto al artículo original, recomiendo a) el bonito y amplio comentario de Carl Zimmer en su blog "The Loom", b) la entrada de Millán Mozota en su blog "El Neandertal tonto ¡que timo!" respecto al artículo original y respecto a algunas reacciones posteriores, así como c) la entrada de John Hawks en su blog).

Articulo de referencia:
ResearchBlogging.org
Green, R., Krause, J., Briggs, A., Maricic, T., Stenzel, U., Kircher, M., Patterson, N., Li, H., Zhai, W., Fritz, M., Hansen, N., Durand, E., Malaspinas, A., Jensen, J., Marques-Bonet, T., Alkan, C., Prufer, K., Meyer, M., Burbano, H., Good, J., Schultz, R., Aximu-Petri, A., Butthof, A., Hober, B., Hoffner, B., Siegemund, M., Weihmann, A., Nusbaum, C., Lander, E., Russ, C., Novod, N., Affourtit, J., Egholm, M., Verna, C., Rudan, P., Brajkovic, D., Kucan, Z., Gusic, I., Doronichev, V., Golovanova, L., Lalueza-Fox, C., de la Rasilla, M., Fortea, J., Rosas, A., Schmitz, R., Johnson, P., Eichler, E., Falush, D., Birney, E., Mullikin, J., Slatkin, M., Nielsen, R., Kelso, J., Lachmann, M., Reich, D., & Paabo, S. (2010). A Draft Sequence of the Neandertal Genome Science, 328 (5979), 710-722 DOI: 10.1126/science.1188021

viernes, 12 de febrero de 2010

Hombre de cabello obscuro y grueso, con ojos cafés y una tendencia a la calvicie invade los medios 4 mil años después de muerto

Para haber vivido hace muchos años se sabe bastante sobre él. Por medio de varios detallados y cuidadosos estudios, un grupo de 52 autores liderados por Eske Willerslev de la Universidad de Copenhague, presentaron en la edición del día de ayer de la revista Nature (doi:10.1038/nature08835) los resultados de un estudio de ADN humano con una antigüedad alrededor de 4 mil años.

Los cabellos, de los que se obtuvo la muestra, fueron encontrados hace mas de 10 años en el suelo helado de Qeqertasussuk, en Groenlandia y pertenecieron a un hombre de la cultura Saqqaq. Este señor poseía, entre otras cosas, ojos color café, una piel que no era blanca, cabello obscuro y grueso, una tendencia a quedarse calvo y tipo de sangre A+.

Más allá de lo emocionante que resulta poder imaginarse a los habitantes antiguos y sus relaciones tanto con otros grupos antiguos como contemporáneos, los resultados y el trabajo alrededor del hallazgo son interesantes por varias razones.

Primero que nada, la muestra de cabello tenía un grado de contaminación muy bajo. Uno de los problemas con los tejidos antiguos es que suelen estar muy contaminados con hongos y/o bacterias, haciendo que ciertos análisis no sean posibles. En el caso de este norteño espécimen, por lo menos el 80% de la muestra correspondía a ADN humano que además no había sido contaminado con ADN humano contemporáneo (otro problema potencial con este tipo de muestras).

Segundo, gracias a la información disponible como resultado del proyecto del genoma humano y al consecuente desarrollo de herramientas genómicas, fue posible comparar el genoma de este antiguo habitante del norte americano con el de poblaciones geográficamente cercanas. Como resultado, se encontró que éste estaba mas relacionado con poblaciones de la parte ártica del viejo continente (específicamente losNganasans, Koryaks y los Chukchis) que con otros grupos del nuevo mundo (como grupos Amerindios, Na-Dene o con los Inuit). Es decir, las herramientas forenses y genómicas de última generación permitieron “reconstruir” a este antiguo habitante, así como hacer inferencias sobre su origen etnográfico.

Tercero, esta extraordinaria muestra -y los detallados análisis que fueron posibles gracias a su excelente estado- ha permitido enriquecer la genómica humana moderna ya que una de las restricciones de este campo de investigación es precisamente que nos dice poco acerca de la diversidad genética en poblaciones antiguas así como sobre sus relaciones. Es decir, no podemos saber con precisión las relaciones entre grupos humanos contemporáneos si desconocemos cuales fueron las relaciones en el pasado.

Las características de la muestra del señor en cuestión, permitieron hacer todos estos análisis y hacer interesantes inferencias. Sin embargo, la mayoría de los restos humanos antiguos son encontrados en ambientes templados e incluso cálidos y dado que la tasa de degradación del ADN se incrementa con la temperatura, la mayoría de las veces no es posible hacerles pruebas tan bonitas. Por lo tanto, uno de los retos que enfrenta la paleogenómica actual es la posibilidad de hacer análisis similares con muestras no congeladas.

Por otro lado, Warhol tenía razón, todos podemos tener 15 minutos de fama, aunque tarden en llegar 4 mil años.

Artículo de referencia:
ResearchBlogging.org
Rasmussen, M., Li, Y., Lindgreen, S., Pedersen, J., Albrechtsen, A., Moltke, I., Metspalu, M., Metspalu, E., Kivisild, T., Gupta, R., Bertalan, M., Nielsen, K., Gilbert, M., Wang, Y., Raghavan, M., Campos, P., Kamp, H., Wilson, A., Gledhill, A., Tridico, S., Bunce, M., Lorenzen, E., Binladen, J., Guo, X., Zhao, J., Zhang, X., Zhang, H., Li, Z., Chen, M., Orlando, L., Kristiansen, K., Bak, M., Tommerup, N., Bendixen, C., Pierre, T., Grønnow, B., Meldgaard, M., Andreasen, C., Fedorova, S., Osipova, L., Higham, T., Ramsey, C., Hansen, T., Nielsen, F., Crawford, M., Brunak, S., Sicheritz-Pontén, T., Villems, R., Nielsen, R., Krogh, A., Wang, J., & Willerslev, E. (2010). Ancient human genome sequence of an extinct Palaeo-Eskimo Nature, 463 (7282), 757-762 DOI: 10.1038/nature08835