Ciencia con espiral de limón

Science with a (lemon) twist
BLOG EN RECESO TEMPORAL
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martes, 5 de junio de 2012

Cuando el rango alto entra por la puerta, la enfermedad sale por la ventana

La forma en la que el estatus social afecta la salud de los miembros de un grupo ha llamado la atención de los investigadores en las últimas décadas. En humanos, por ejemplo, el nivel socioeconómico predice la probabilidad de contraer enfermedades y la longevidad, aun considerando el nivel educativo y el acceso a servicios de salud.
Es bien sabido que los miembros en los niveles más bajos de un grupo social sufren de estrés crónico y que este, a la larga, puede ocasionar problemas metabólicos, cardiovasculares y afectar la respuesta del sistema inmune.
Sin embargo, en los machos de varias especies de vertebrados en los que su éxito reproductivo depende de su rango social, el esfuerzo de obtener y mantener dicho rango aunado a los costos energéticos de la reproducción per se pueden comprometer la eficiencia de su respuesta inmune. Además, en varias especies se ha encontrado que la testosterona y los glucocorticoides pueden inhibir la función inmune. Lo curioso es que los machos dominantes también tienen niveles altos de testosterona, y buena salud.
La relación entre las hormonas, el estrés y el sistema inmune es compleja y tal vez eso haya ocasionado que se encuentren ciertos patrones en algunas especies y otros, completamente diferentes, en otras.
Hace poco, un grupo de investigadores analizaron datos recopilados en Amboseli a lo largo de 27 años para ver cuál era la relación entre estatus, enfermedad y rango social en babuinos machos. Para ello evaluaron la relación entre el tiempo que les tomaba a los machos recuperarse de una lesión o una enfermedad y su rango social, así como con el tamaño del grupo social, estación, edad y régimen alimentario.


Babuinos machos. Fotografía de Guillermina Echeverría.
Según sus resultados, el estrés provocado por la agitada vida de los machos dominantes no pareció inhibir la respuesta de su sistema inmune: era menos probable que los machos dominantes se enfermaran y cuando se enfermaron se recuperaron hasta tres veces más rápido que los machos de bajo rango.
Los resultados son un poco sorprendentes considerando que, en la misma población, se ha encontrado que los machos dominantes pueden tener un mayor número de parásitos (nemátodos) que los subordinados y a que los machos alfa tienen niveles elevados de glucocorticoides.
Es posible que los glucocorticoides no inhiban el sistema inmune de los machos alfa debido a que los factores de estrés en estos (estrés energético) son diferentes a los de los subordinados (estrés social) y ocurren en diferentes periodos de tiempo. Además, los machos alfa reciben apoyo social con mayor frecuencia que los subordinados y -muy importante- acicalamiento, gracias al cual podrían producir niveles altos de (la gloriosa) oxitocina, hormona que a su vez podría mitigar los efectos negativos de los glucocorticoides.
Por si lo anterior no fuera poco, los machos dominantes forman relaciones cercanas con las hembras del grupo, lo cual, en sí mismo podría ser un factor determinante en la disminución de los efectos negativos del estrés.
Es importante recordar que, como en otros estudios donde se encuentran relaciones entre factores, no es posible atribuir causalidad. Es decir, el hecho de que exista una relación entre variables no necesariamente implica que una sea la consecuencia de la otra. Además, es difícil decir qué es consecuencia de qué: si la buena salud del rango alto o viceversa. En consecuencia, el estudio aquí descrito da importantes pistas para entender un fenómeno, pero aun son necesarios estudios más detallados y puntuales al respecto.
Artículo de referencia:

ResearchBlogging.org Archie, E., Altmann, J., & Alberts, S. (2012). Social status predicts wound healing in wild baboons Proceedings of the National Academy of Sciences DOI: 10.1073/pnas.1206391109

miércoles, 25 de enero de 2012

Tu y tus parásitos, por siempre


No ha habido un solo momento durante la evolución humana en que no hayamos estado en contacto con formas de vida infecciosas: virus, bacterias, hongos, protozoos, artrópodos y helmintos. Los cambios en los estilos de vida han propiciado cambios dramáticos en nuestra relación con los parásitos. Por ejemplo, la revolución del neolítico, cuando los seres humanos cambiaron su vida nómada para asentarse y dedicarse a la agricultura, implicó también una revolución parasitaria. De forma casi paralela a la primera cosecha vegetal, los seres humanos ancestrales hicieron su primera generosa cosecha de gripa, varicela, paperas y sarampión.
Y ni que decir durante la primera domesticación animal: todo estuvo listo para que el intercambio de parásitos entre seres humanos y animales domésticos tuvieran las condiciones ideales para afianzarse.
Cada vez que hay un cambio ambiental o de estilo de vida, la comunidad de parásitos que nos rodea y con los que interactuamos día con día también cambia; de tal suerte que nuestra conducta, nuestra forma de vida e incluso varios aspectos de nuestra diversidad cultural se relacionan estrechamente y están limitados por esos parásitos nuestros. La influencia de los parásitos en nuestras vidas y evolución es, en muchos casos, sorprendente.
Algunos estudios sugieren que la variación en fertilidad entre diferentes poblaciones humanas está relacionada con la diversidad de la comunidad de patógenos. De hecho, mientras mayor sea la diversidad de enfermedades infecciosas mayor es la fertilidad. Por lo tanto, también esperaríamos que mientras más exitosa sea la lucha contra las enfermedades parasitarias alrededor del mundo menor será la fertilidad. Ya lo veremos.
A lo largo de las últimas décadas se ha descubierto que varias enfermedades “no parasitarias” pueden, en su mayor parte, deberse a parásitos. Tal es el caso del hepatocarcinoma, el cáncer de estómago y el cáncer cérvico uterino. Hay quienes sugieren que –incluso- para el año 2050 los científicos habrán demostrado que la mayoría de los cánceres tienen un origen infeccioso.
El espectro de enfermedades mentales también incluye dentro de sus agentes causantes a los parásitos: ya sean bacterias, virus y otros parásitos presentes en nuestro cuerpo desde el útero, durante la niñez e incluso en la edad adulta. Por ejemplo, la exposición pre o post natal al herpes simplex 2 se ha relacionado con casos de psicosis y esquizofrenia. La infección del protozoario Toxoplasma gondii se ha relacionado con casos de demencia, desordenes obsesivo-compulsivos, bipolaridad, hiperactividad, epilepsia, depresión y también esquizofrenia.
Chulada de imagen de Toxoplasma gondii tomada de Wikimedia Commons.
Muy interesante en el caso del Toxoplasma es el hecho de que puede generar cambios en la personalidad, por lo que si consideramos que la prevalencia de dicho parásito varía enormemente de un país a otro (de 0 a 100%) podría ser el caso de que la conducta de naciones enteras pudiera estar influenciada por un parásito. Además, el protozoario en cuestión afecta de forma diferente a hombres y mujeres, lo que a la larga podría modificar los roles de géneros y, por lo tanto, algunas prácticas culturales.
Entre los biólogos conductuales, sin embargo, es mejor conocido el caso de la influencia del nivel de parásitos en la asimetría fluctuante de varias especies, incluidos los humanos. Se ha visto que la simetría perfecta entre el lado izquierdo y derecho de nuestro cuerpo puede verse modificada por la influencia de varios factores, incluyendo la carga de parásitos. El nivel de simetría puede influir conductas como la elección de pareja; de hecho, se ha visto que a ellas les gustan simétricos.
La lista de la influencia de los parásitos en nuestras vidas sigue: influyen en la cantidad de horas de sueño (dormimos más para recuperarnos de una enfermedad), el olor de nuestro cuerpo (olemos diferente dependiendo de la enfermedad), la forma y la prevalencia en el uso de especies de cocina (utilizamos más especies al cocinar carnes, las cuales se descomponen más fácilmente que otros alimentos), las parejas que elegimos (ya sea por su simetría o por los cambios que generan en nuestra conducta), el nivel de nausea y vómito durante el embarazo (al parecer las mujeres embarazadas reaccionan con más fuerza ante fuentes potenciales de patógenos).
Cordero crudo con ralladura de gengibre y romero. Imagen de Salimfadhley tomada de Wikimedia Commons.

Además, los brotes infecciosos pueden generar conductas de rechazo, aislamiento o dispersión limitada entre grupos humanos, por lo que es posible que a lo largo de la historia nuestra carga parasitaria haya influido de forma importante en la emergencia de religiones e idiomas nuevos.
En resumen, no hemos estado solos a lo largo de nuestra historia evolutiva. Nuestros parásitos han estado y estarán siempre ahí, influyendo y -de cierta forma- manipulando diversos aspectos de nuestras vidas. La relación puede ser tan estrecha que si sientes que alguien habla dentro de tu mente ¡puede ser por Toxoplasma gondii!
Artículo de referencia:
ResearchBlogging.org
Thomas, F., Daoust, S., & Raymond, M. (2012). Can we understand modern humans without considering pathogens? Evolutionary Applications DOI: 10.1111/j.1752-4571.2011.00231.x

domingo, 15 de mayo de 2011

La pastilla que podría alejar al inhalador contra el asma

El asma es una enfermedad crónica de las vías respiratorias que afecta a alrededor de 300 millones de personas alrededor del mundo. Entre los síntomas se cuenta la respiración sibilante, falta de aire, tos y opresión en el pecho en respuesta a uno o varios factores desencadenantes, como los alergenos. El asma afecta –en mayor o menor medida- la calidad de vida de los pacientes diagnosticados con la misma. Quien la padece, lo sabe bien.
Como muchas otras enfermedades, el asma –así como los diversos tratamientos para su control- es el objeto de numerosos estudios. Sin embargo, los alcances de muchos de estos estudios pueden ser limitados porque en muchos de ellos –los llamados estudios clínicos controlados- los grupos de estudio son homogéneos, por lo que los resultados no necesariamente pueden extrapolarse a un grupo heterogéneo del mundo real. Por ejemplo, en muchos de estos estudios los fumadores son excluidos cuando dichos pacientes pueden constituir alrededor del 25% de aquellos que reciben tratamiento contra el asma.
Una alternativa son los llamados estudios pragmáticos que son llevados a cabo en grupos “reales”. Es decir, con grupos más heterogéneos que reflejan con mayor fidelidad la complejidad y la diversidad tanto de los pacientes como de la práctica médica del día a día.
Las directrices para tratar enfermedades se basan en estudios clínicos controlados. Para controlar el asma dichos estudios sugieren el uso de un glucocorticoide inhalado. Sin embargo, cerca del 80% de los pacientes tienen problemas para usar los inhaladores ya sea porque tienen efectos colaterales o porque no desean tomar esteroides.
Inhalador para el asma. Imagen tomada de Wikipedia.
 Sin embargo, existen alternativas para el tratamiento del asma como son el LTRA (antagonista del receptor del leucotrieno) y el LABA (agonista de acción prolongada del beta-adrenoreceptor).
En un estudio reciente liderado por David Price de la Universidad de Aberdeen y la Escuela Médica de Norwich, Reino Unido, se llevaron a cabo dos pruebas donde se evaluaba 1) la efectividad del inhalador comparado con el del LTRA (ambos como tratamientos principales) y 2) la efectividad del LTRA y el LABA como tratamiento adicional para pacientes que recibían el inhalador como tratamiento principal.
Su estudio fue llevado en un contexto real, es decir, fue un estudio pragmático con pacientes reclutados en diversas clínicas a lo largo y ancho del Reino Unido. En este estudio eran además los mismos pacientes quienes evaluaban la efectividad de los medicamentos en cuanto a su calidad de vida.
Según sus resultados el LTRA fue igualmente efectivo que el inhalador de glucocorticoides como tratamiento principal e igualmente efectivo que el LABA como tratamiento adicional. Los pacientes recibieron seguimiento durante 2 años, lo cual es un punto importante a favor de este estudio ya que su extensión lo hace relevante en términos de la práctica clínica ordinaria.
Las vías respiratorias antes y después de un ataque de asma. Imagen de Leandroidecba tomada de Wikipedia.
La buena noticia es que el LTRA viene en pastillas (como Montelukast y Zafirlukast), lo que, comparado con el inhalador convencional, hace más fácil su uso. Entre otras ventajas el LTRA estará disponible como medicamento genérico muy pronto (en algunos países como el Reino Unido), puede tener efectos colaterales positivos contra padecimientos como la rinitis y parece ser una sustancia bastante segura. Adicionalmente, podría ser un tratamiento particularmente atractivo en contextos en los que los pacientes con asma no reciben tratamiento, como en los países en desarrollo.
Entonces, el estudio de David y colaboradores lanza dos mensajes importantes. El primero -por supuesto- tiene que ver con la eficacia de otras sustancias o medicamentos en el tratamiento contra el asma, lo cual son buenas noticias tanto para los pacientes como para el doctor familiar. El segundo, es que resalta la importancia de los estudios pragmáticos en la evaluación de tratamientos médicos. Este tipo de estudios tienen sus pros y sus contras. Entre las ventajas es que constituyen un enfoque mucho más realista, pero la desventaja es que hay muchas variables que no pueden ser controladas –como en los estudios clínicos controlados- por lo que constituyen experimentos “menos perfectos”.
Sin embargo, aun cuando los resultados parezcan difíciles de interpretar estos podrían compararse con aquellos obtenidos en estudios controlados: los resultados de David y su equipo son básicamente iguales a por lo menos tres estudios clínicos (GOAL, FACET y OPTIMA). En consecuencia, y tal y como David y su equipo sugieren, la toma de decisiones respecto a tratamientos médicos puede estar mejor fundamentada si se toman en cuenta tanto los estudios clínicos controlados como los estudios pragmáticos. 
Artículo de referencia:

ResearchBlogging.org
Price D, Musgrave SD, Shepstone L, Hillyer EV, Sims EJ, Gilbert RF, Juniper EF, Ayres JG, Kemp L, Blyth A, Wilson EC, Wolfe S, Freeman D, Mugford HM, Murdoch J, & Harvey I (2011). Leukotriene antagonists as first-line or add-on asthma-controller therapy. The New England journal of medicine, 364 (18), 1695-707 PMID: 21542741