Ciencia con espiral de limón

Science with a (lemon) twist
BLOG EN RECESO TEMPORAL

miércoles, 25 de enero de 2012

Tu y tus parásitos, por siempre


No ha habido un solo momento durante la evolución humana en que no hayamos estado en contacto con formas de vida infecciosas: virus, bacterias, hongos, protozoos, artrópodos y helmintos. Los cambios en los estilos de vida han propiciado cambios dramáticos en nuestra relación con los parásitos. Por ejemplo, la revolución del neolítico, cuando los seres humanos cambiaron su vida nómada para asentarse y dedicarse a la agricultura, implicó también una revolución parasitaria. De forma casi paralela a la primera cosecha vegetal, los seres humanos ancestrales hicieron su primera generosa cosecha de gripa, varicela, paperas y sarampión.
Y ni que decir durante la primera domesticación animal: todo estuvo listo para que el intercambio de parásitos entre seres humanos y animales domésticos tuvieran las condiciones ideales para afianzarse.
Cada vez que hay un cambio ambiental o de estilo de vida, la comunidad de parásitos que nos rodea y con los que interactuamos día con día también cambia; de tal suerte que nuestra conducta, nuestra forma de vida e incluso varios aspectos de nuestra diversidad cultural se relacionan estrechamente y están limitados por esos parásitos nuestros. La influencia de los parásitos en nuestras vidas y evolución es, en muchos casos, sorprendente.
Algunos estudios sugieren que la variación en fertilidad entre diferentes poblaciones humanas está relacionada con la diversidad de la comunidad de patógenos. De hecho, mientras mayor sea la diversidad de enfermedades infecciosas mayor es la fertilidad. Por lo tanto, también esperaríamos que mientras más exitosa sea la lucha contra las enfermedades parasitarias alrededor del mundo menor será la fertilidad. Ya lo veremos.
A lo largo de las últimas décadas se ha descubierto que varias enfermedades “no parasitarias” pueden, en su mayor parte, deberse a parásitos. Tal es el caso del hepatocarcinoma, el cáncer de estómago y el cáncer cérvico uterino. Hay quienes sugieren que –incluso- para el año 2050 los científicos habrán demostrado que la mayoría de los cánceres tienen un origen infeccioso.
El espectro de enfermedades mentales también incluye dentro de sus agentes causantes a los parásitos: ya sean bacterias, virus y otros parásitos presentes en nuestro cuerpo desde el útero, durante la niñez e incluso en la edad adulta. Por ejemplo, la exposición pre o post natal al herpes simplex 2 se ha relacionado con casos de psicosis y esquizofrenia. La infección del protozoario Toxoplasma gondii se ha relacionado con casos de demencia, desordenes obsesivo-compulsivos, bipolaridad, hiperactividad, epilepsia, depresión y también esquizofrenia.
Chulada de imagen de Toxoplasma gondii tomada de Wikimedia Commons.
Muy interesante en el caso del Toxoplasma es el hecho de que puede generar cambios en la personalidad, por lo que si consideramos que la prevalencia de dicho parásito varía enormemente de un país a otro (de 0 a 100%) podría ser el caso de que la conducta de naciones enteras pudiera estar influenciada por un parásito. Además, el protozoario en cuestión afecta de forma diferente a hombres y mujeres, lo que a la larga podría modificar los roles de géneros y, por lo tanto, algunas prácticas culturales.
Entre los biólogos conductuales, sin embargo, es mejor conocido el caso de la influencia del nivel de parásitos en la asimetría fluctuante de varias especies, incluidos los humanos. Se ha visto que la simetría perfecta entre el lado izquierdo y derecho de nuestro cuerpo puede verse modificada por la influencia de varios factores, incluyendo la carga de parásitos. El nivel de simetría puede influir conductas como la elección de pareja; de hecho, se ha visto que a ellas les gustan simétricos.
La lista de la influencia de los parásitos en nuestras vidas sigue: influyen en la cantidad de horas de sueño (dormimos más para recuperarnos de una enfermedad), el olor de nuestro cuerpo (olemos diferente dependiendo de la enfermedad), la forma y la prevalencia en el uso de especies de cocina (utilizamos más especies al cocinar carnes, las cuales se descomponen más fácilmente que otros alimentos), las parejas que elegimos (ya sea por su simetría o por los cambios que generan en nuestra conducta), el nivel de nausea y vómito durante el embarazo (al parecer las mujeres embarazadas reaccionan con más fuerza ante fuentes potenciales de patógenos).
Cordero crudo con ralladura de gengibre y romero. Imagen de Salimfadhley tomada de Wikimedia Commons.

Además, los brotes infecciosos pueden generar conductas de rechazo, aislamiento o dispersión limitada entre grupos humanos, por lo que es posible que a lo largo de la historia nuestra carga parasitaria haya influido de forma importante en la emergencia de religiones e idiomas nuevos.
En resumen, no hemos estado solos a lo largo de nuestra historia evolutiva. Nuestros parásitos han estado y estarán siempre ahí, influyendo y -de cierta forma- manipulando diversos aspectos de nuestras vidas. La relación puede ser tan estrecha que si sientes que alguien habla dentro de tu mente ¡puede ser por Toxoplasma gondii!
Artículo de referencia:
ResearchBlogging.org
Thomas, F., Daoust, S., & Raymond, M. (2012). Can we understand modern humans without considering pathogens? Evolutionary Applications DOI: 10.1111/j.1752-4571.2011.00231.x

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