Ciencia con espiral de limón

Science with a (lemon) twist
BLOG EN RECESO TEMPORAL
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sábado, 5 de noviembre de 2011

Facebook y las regiones del cerebro

Hasta hace un par de semanas Facebook tenía más de 750 millones de usuarios. En dicha red social virtual, como en otras como MySpace, los usuarios se mantienen en contacto con sus amigos de forma –a veces bastante- visible. Los usuarios de dicha red podemos darnos cuenta de que hay cierta variabilidad en el número de amigos que cada usuario tiene. Las razones de dicha variabilidad siguen perteneciendo al mundo de la especulación.
Imagen de Autumn tomada de aquí.
Hasta hace muy poco si la red de amigos en Facebook reflejaba o no el tamaño de las redes sociales en el mundo real (no virtual) seguía siendo poco claro y, a falta de datos empíricos, especulativo también. Podría ser que, por ejemplo, el tamaño de la red virtual tuviera una base neural. De hecho, en un estudio reciente se encontró que el tamaño y la complejidad de las redes sociales no virtuales estaba relacionado con el tamaño de la amígdala derecha e izquierda. Por lo tanto, la idea de que el tamaño de la red de amigos en Facebook estuviera relacionado con el tamaño de alguna región cerebral no es para nada descabellada.
En un bonito estudio llevado a cabo por investigadores del Reino Unido y Dinamarca liderado por Ryota Kanai y Geraint Rees un grupo de investigadores se dieron a la tarea de averiguar lo anterior y, además, identificar las regiones del cerebro asociadas con el tamaño de la red social de un grupo de usuarios de Facebook. Los autores además pensaron que tal vez las habilidades necesarias para mantener las redes sociales virtuales y las no virtuales podrían ser diferentes y que, por lo tanto, el tamaño de diferentes regiones cerebrales podría relacionarse de forma diferente con el tamaño de cada tipo de red social.
Para averiguar lo anterior, el equipo anglo-danés utilizó imágenes cerebrales por resonancia magnética (IRM) de 125 individuos, principalmente estudiantes. Con las IRM se obtiene una medida macroscópica de la anatomía del cerebro que ha sido utilizada de forma exitosa como correlato para identificar diferencias individuales con respecto a un montón de contextos como desempeño sensorial, habilidad introspectiva, orientación política, etc. De particular interés en este estudio fue el tamaño de aquellas regiones cerebrales que se relacionan con la cognición y la conducta social como aquellas implicadas en el reconocimiento de pistas sociales, teoría de la mente, memoria, etc.
El tamaño de varias regiones cerebrales fue entonces relacionado con el número de amigos que los individuos tenían en Facebook y en otras redes sociales no virtuales.
Los autores encontraron que el lado derecho de la amígdala cerebral estuvo asociada con el tamaño de las redes sociales virtuales y no virtuales, pero tres áreas cerebrales estuvieron asociadas específicamente con el tamaño de la red social virtual: el lado derecho del surco temporal superior, el lado izquierdo de la circunvolución temporal media y la corteza entorrinal.
Se ha observado que el surco temporal superior está asociado con la percepción del movimiento, pero también con la percepción de las intenciones de otros y la navegación en redes sociales. La corteza entorrinal se relaciona con la memoria asociativa, por ejemplo, la que necesitamos para memorizar pares de nombres y caras. Por lo que el hecho de que esta región esté asociada con redes virtuales –pero no con redes no-virtuales- podría sugerir que la participación de esta región relacionada con la memoria es indispensable para lidiar con una red virtual más grande que la no virtual. En general, el hecho de que haya regiones relacionadas exclusivamente con redes sociales virtuales sugiere que para lidiar con este tipo de redes podría ser necesaria una cognición social particular. 
Amigos en Facebook. Imagen de Matt Held.
Por otro lado, los autores encontraron que el tamaño de las redes virtuales (el número de amigos en Facebook) estuvo relacionado con el tamaño de las redes no virtuales. Este hallazgo apoya la idea de que los usuarios de redes virtuales utilizan estas herramientas en línea para mantener y fortalecer redes ya existentes, en lugar de simplemente crear redes de amigos nuevos y virtuales.
Una cosa que no nos dice el estudio del equipo anglo-danés es si aquellos individuos con una cierta estructura cerebral son más propicios a tener redes sociales virtuales de mayor tamaño o si ciertas áreas pueden incrementar su tamaño dependiendo de las posibilidades y necesidades impuestas por la vida virtual. No debemos olvidar que encontrar una correlación no es prueba de causa y efecto, por lo que un estudio longitudinal de usuarios de Facebook podría darnos más información acerca de la plasticidad neuronal del cerebro y/o sobre las bases biológicas de nuestras tendencias en línea.
Hoy en día que se habla mucho de la forma en la que Internet ha cambiado nuestros cerebros, pero sin pruebas palpables al respecto. En ese sentido, este tipo de estudios empiezan a darnos pistas respecto a la forma en la que nuestros cerebros pueden –o no- ser maleables a los retos impuestos por la variedad de medios sociales contemporáneos.
Artículo de referencia:
 



ResearchBlogging.org
Kanai, R., Bahrami, B., Roylance, R., & Rees, G. (2011). Online social network size is reflected in human brain structure Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences DOI: 10.1098/rspb.2011.1959

martes, 5 de julio de 2011

Convergencia social en el mar y la tierra


A lo largo de los últimos años, se han encontrado notables similitudes entre varios aspectos de la conducta social de los delfines y los chimpancés. Los cetáceos y los primates se encuentran a –más o menos- 95 millones de años de distancia evolutiva, por lo que pueden fácilmente ser considerados como grupos externos entre sí y ayudarnos a entender de mejor manera los caminos evolutivos que ambos grupos han seguido y por qué convergen en algunos aspectos.
Si pensamos exclusivamente en delfines y chimpancés, podemos mencionar las siguientes similitudes: en ambos grupos se ha descrito el uso de herramientas, alianzas entre machos, cortejo con coerción sexual y cacería cooperativa; además, en ambos casos se trata de especies con grandes cerebros, historias de vida lentas y que viven en sociedades fisión-fusión.
Sin embargo, también las diferencias entre ellos nos dan pistas acerca de las fuerzas evolutivas que han actuado sobre ambos grupos. Por ejemplo, tanto en delfines nariz de botella como en chimpancés, las hembras tienen relaciones mas débiles que las que se observan entre machos (aunque hay excepciones en algunos sitios de estudio), las madres con crías tienden a moverse solas y a asociarse menos con machos que las hembras sin crías y las hembras que no se encuentran en estro tienden a congregarse en grupos mas pequeños que las hembras en celo. A pesar de todas estas similitudes, las hembras de los delfines parecen tener vidas sociales más diversas y en general encontrarse en grupos más grandes.
Una probable explicación a esto último parece radicar en las diferencias en presión que la depredación ejerce en el mar comparado con la tierra: mientras que las hembras chimpancé pueden subirse a un árbol si un leopardo se acerca, las hembras delfín no tienen ningún refugio físico comparable. En el mar, los grupos grandes son tal vez el refugio más importante contra los depredadores y esto necesariamente repercute en las relaciones sociales de sus integrantes.
Fotografía tomada de Wikimedia Commons. Autor(a) desconocido(a).
En la mayoría de las especies de chimpancés son los machos los que se quedan en su territorio natal, mientras que las hembras se dispersan durante la adolescencia. Esta puede ser una de las causas por las que los machos de este tipo de primates tienen lazos más estrechos entre sí. Además, los grupos de los chimpancés son semicerrados y los territorios son defendidos y en algunos casos muy ferozmente. En los delfines –en cambio- no existen “reglas” claras de dispersión, en consecuencia la sociabilidad es mayor entre machos y hembras, y dado que tampoco existen límites territoriales las redes sociales existan de forma más continua y abierta.
Por otro lado, tanto los delfines como los grandes simios son los felices poseedores de cerebros grandes, lo cual está relacionado con una cognición social compleja así como con historias de vida lentas. Es decir, ambos grupos tienen cierta sofisticación en sus relaciones sociales y en sus formas de resolver los retos sociales, y en ambos grupos los individuos atraviesan por etapas prolongadas a lo largo de su vida (como la infancia y la adolescencia) durante las cuales el aprendizaje parece ser una cuestión muy importante.
Es interesante que los cerebros grandes parecen estar presentes en aquellas especies con historias de vida lentas y cierta sofisticación en su cognición social, como los delfines y los grandes simios. Al respecto, como la asidua lectora o lector recordarán, en este blog hemos hablado de la discusión existente respecto a si será el medio social (hipótesis de la inteligencia social) o el ambiental (hipótesis de la inteligencia ecológica) el que ha servido como presión principal en aquellas especies que han evolucionado cerebros grandes.
Algunos especialistas coinciden en que en algunos casos probablemente no haya sido una presión más fuerte que la otra, si no que ambas hayan actuado de forma conjunta para impulsar en una espiral la evolución de la sofisticada cognición social que observamos en ciertos grupos.
Este podría ser el caso si pensamos tanto en los delfines como en los grandes simios. Los chimpancés, por ejemplo, tienen que ubicar los árboles de las frutas de las que se alimentan. Para ser exitosos en ello es necesario que cuenten con un mapa mental de los árboles disponibles así como el estado de maduración en el que se encuentren los frutos en cada uno de ellos. Los delfines, por otro lado, podrían no tener que preocuparse por algo similar pues peces en el mar hay muchos, pero podrían en cambio estar más preocupados por la ubicación de los depredadores como orcas y tiburones.
Fotografía tomada del Primate Info Network. Autor(a) desconocido(a).
Uno podría argüir que otras especies enfrentan retos similares en términos de forrajeo o depredación. Por lo que para poder entender mejor las semejanzas y diferencias entre los cetáceos y los primates y la fuerza que cada factor pudiera haber ejercido durante su evolución es importante contar con más información respecto a su ecología y sus habilidades cognitivas. De ser posible, seria muy útil que los métodos de estudio de estas especies fueran semejantes para que las comparaciones pudieran llevarse a cabo de forma más confiable.
Los estudios comparativos entre animales con cerebros grandes lucen cada vez más atractivos en términos de lo que pudieran contribuir a nuestro entendimiento de la evolución social. Otros estudios señalan semejanzas entre los cachalotes y los elefantes, por lo que los grupos que pudiéramos utilizar para los estudios comparativos parecen ir en aumento.
Artículo de referencia:


ResearchBlogging.org
Pearson, Heidi C (2011). Sociability of female bottlenose dolphins (Tursiops spp.) and chimpanzees (Pan troglodytes): Understanding evolutionary pathways toward social convergence Evolutionary Anthropology, 20, 85-95 : 10.1002/evan.20296

viernes, 15 de abril de 2011

Más sabe la elefanta por vieja que por elefanta


Los elefantes africanos (Loxodonta africana) viven en unidades donde la vieja matriarca parece tener un rol fundamental en algunas actividades grupales como movimientos y respuesta ante depredadores. Estos mamíferos de larga vida, grandes cerebros e interesantes relaciones sociales son el centro de estudio del Proyecto de Investigación de los Elefantes de Amboseli (Amboseli Elephant Research Project).
Los miembros de este equipo de investigación cuentan con detallada información respecto a los 1,500 miembros de una población que deambula muy cerca del Kilimanjaro (cuentan que, incluso, pueden reconocerlos individualmente a todos ellos). Con 35 años de estudiar a esta población de forma ininterrumpida, el equipo tiene cada vez más elementos para responder interesantes preguntas respecto a estos paquidermos.
Recientemente, Karen McComb, Graeme Shannon, Sarah M. Durant, Katito Sayialel, Rob Slotow, Joyce Poole y Cynthia Moss -pertenecientes a 5 instituciones distintas- publicaron un estudio donde abordaron algunos aspectos relacionados con el liderazgo de las matriarcas de la tan estudiada población de elefantes. En particular ellos estaban interesados en saber si las matriarcas con mayor edad tendrían una mayor capacidad de identificar amenazas potenciales al grupo.
Manada de elefantes africanos en el Serengueti. Fotografía de Ikiwaner tomada de Wikimedia Commons.
Cuando dentro de un grupo existen uno o varios miembros que cuenten con información o experiencia relevante que pudiera ser de beneficio para el grupo, entonces el grupo se beneficiaría siguiendo o haciendo caso a las respuestas de un líder conocedor.
No es difícil imaginarse lo anteriormente descrito en un grupo de humanos; lo interesante es encontrar paralelos en el mundo animal y entender cuáles serían los beneficios que los miembros de un grupo obtendrían al aceptar las decisiones de un líder. Así mismo, es importante conocer cuáles serían los beneficios potenciales para entonces entender las bases evolutivas del liderazgo y las condiciones bajo las que este fenómeno ocurriría en el mundo animal.
En humanos se ha encontrado que la edad está positivamente relacionada con el liderazgo. A pesar del deterioro que la edad también trae consigo respecto a varias formas de procesamiento cognitivo, es claro que solo con la edad se adquiere el conocimiento especializado que un buen liderazgo requiere. En sociedades animales se ha sugerido que los líderes viejos serían aquellos que contaran con información ecológica relevante, es decir, información respecto a fuentes de alimento, rutas de migración o información respecto a la amenaza que pudieran representar ciertos depredadores.
Después de los humanos, los leones son probablemente los principales depredadores de los elefantes. A estos felinos les gusta depredar pequeñas crías de menos de 4 años. A pesar de la mala fama que los leones machos tienen como cazadores ellos son –y no las hembras- los que son más exitosos cuando se trata de cazar presas de gran tamaño como los elefantes y los búfalos.
De hecho, se ha visto que cuando se trata de cazar elefantes un par de leones machos puede hacer el mismo trabajo que siete leonas. Esto no es raro si pensamos que los leones son un 50% más grandes que las leonas y, por lo tanto, más poderosos que ellas. En consecuencia, para un grupo de elefantes, un grupo de leones machos dispuestos a cazar constituye una amenaza más seria que un grupo del mismo tamaño pero compuesto por leonas .
Por supuesto que los elefantes no se quedan de trompas cruzadas frente a las amenazas felinas. Los elefantes pueden exitosamente investir a un grupo de leones o leonas, sobre todo las matriarcas que suelen ser más grandes que el resto de las elefantas. Lo que es cierto es que seguro estarían más preocupadas de perder a alguna de las crías del grupo cuando un grupo de leones machos se acercara.
Entonces, si la edad da cierta experiencia a las elefantas matriarcas entonces ellas podrían ser capaces de distinguir entre diferentes tipos de amenazas. Por ejemplo, al escuchar ya sean rugidos de leones o de leonas podrían tener una idea del tamaño de la amenaza.
Lo que Karen y su equipo hicieron fue reproducir grabaciones de rugidos de leones y leonas en diferentes combinaciones y números y observaron las reacciones de las elefantas matriarcas de 39 grupos familiares de elefantes. Estas reacciones eran por ejemplo, la atención que la matriarca prestaba a las grabaciones (dirigiendo sus grandes orejas hacia la ubicación del reproductor de sonido), mayor cohesión grupal alrededor de las crías (de las otras hembras del grupo y la matriarca), ataque de la matriarca (cambio de dirección y actitud de la matriarca) y cambio de dirección de las otras hembras y sus crías hacia la posición de la matriarca.
Después, analizaron todos los factores considerados (número de rugidos de leones, sexo del rugidor, edad de la matriarca, etc.) con un modelo diseñado para entender la contribución de cada uno de los factores en los patrones de agrupación grupal y defensa observados.
Los resultados sugieren que aunque los grupos como un todo reaccionan con más intensidad ante el rugido de tres leones comparado con el de uno solo, aquellos grupos con matriarcas de mayor edad son más sensibles ante el rugido de un solo león. Y la verdad es que tienen razón, pues se ha visto que un solo león es capaz de depredar a una cría de elefante. En consecuencia, una reacción temprana ante un riesgo inminente muy probablemente repercutiría de forma positiva en la sobrevivencia de las crías más vulnerables.
Los resultados son notorios considerando que la depredación por leones no es un evento que ocurra a menudo y que la proporción de sexos en los grupos de leones está generalmente sesgada al lado femenino. Por otro lado, es poco probable que la reacción se deba a la vulnerabilidad de las matriarcas en sí pues estos miembros son generalmente más grandes que el resto. Además, en tal caso la reacción tal vez debería ser más generalizada y no especialmente en respuesta a los rugidos de los leones machos.
Otros estudios también sugieren que las elefantas matriarcas de más de 60 años son las más exitosas cuando se trata de liderar movimientos a larga escala en busca de alimento. Las matriarcas le saben bien al negocio paquidérmico pues.
Este estudio sin duda es una invitación a investigar más respecto a la experiencia y el liderazgo que tienen los miembros más añejos en especies longevas que forman grupos familiares. En grupos humanos ha sido bien estudiado el papel de los ancianos como líderes, pero aun falta mucho por saber respecto a dicho fenómeno en grupos animales.
Elefantes retozando en el lodo. Fotografía de Mgiganteus tomada de Wikimedia Commons.
Artículo de referencia:


ResearchBlogging.org
McComb, K., Shannon, G., Durant, S., Sayialel, K., Slotow, R., Poole, J., & Moss, C. (2011). Leadership in elephants: the adaptive value of age Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences DOI: 10.1098/rspb.2011.0168

viernes, 25 de marzo de 2011

La vasopresina y el concierto de cuerdas


Los miembros de todas las culturas conocidas escuchan música. Siendo una práctica tan extendida uno podría preguntarse si pudiera tener una base biológica. Algunos estudios llevados a cabo con fetos, infantes, familias completas, entre gemelos e incluso algunos donde se han utilizado imágenes de resonancia magnética del cerebro sugieren que éste es el caso. Un estudio reciente sugiere incluso la existencia de un componente genético.
Esto no es raro si pensamos que la música despierta en quienes la escuchamos todo un abanico de reacciones emocionales. Cuando sentimos que se nos enchina la piel, ya sea al escuchar las variaciones Goldberg o el nuevo disco de Coldplay, le debemos esa sensación a un torrente de sustancias químicas que recorren nuestro cuerpo en respuesta a lo que escuchamos: las hormonas.
Imagen de Djajakarta.

Se ha visto que la música que escuchan los bebes, por ejemplo en la forma de canciones de cuna, afecta el apego que éstos desarrollan con sus papás. También, se ha observado que es posible desarrollar una mayor cohesión grupal cuando un grupo ha cantado o tocado música en conjunto.
Una de las hormonas responsables de lo anterior podría ser la vasopresina (también llamada arginina vasopresina, argipresina u hormona antidiurética). La vasopresina es una hormona que modifica la permeabilidad de los riñones y juega un importante papel en la regulación de agua, glucosa y sales en la sangre. Sin embargo, al igual que la oxitocina, se ha visto que modula varias conductas sociales cuando es liberada directamente en el cerebro.
El gen AVPR1A codifica para un receptor molecular que modula la influencia de la vasopresina en el cerebro. Se ha visto que este gen participa en algunos aspectos de la cognición y la conducta social incluyendo el apego, el establecimiento de lazos e incluso el altruismo en humanos y otras especies.
Considerando lo anterior un equipo de investigadores finlandeses, que han estado interesados en el tema de las bases genéticas de la aptitud y la creatividad musical, se dieron a la tarea de averiguar la relación entre la presencia de variantes del gen AVPR1A y el gusto (o el interés) por escuchar música, ya sea de forma pasiva o activa. Sus resultados fueron publicados hace poquito en la revista Journal of Human Genetics.
Para su estudio, Liisa Ukkola-Vuoti e Irma Järvelä, líderes de la investigación, identificaron las variantes del gen AVPR1A en los miembros de 31 familias finlandesas (642 individuos en total). A estas mismas personas les hicieron varias preguntas para evaluar su interés por escuchar música y su educación musical. A todos se les aplicó una prueba para medir su aptitud musical (Karma Music Test).
Se consideró que los sujetos de estudio tenían un interés activo por escuchar música cuando al hacerlo ponían atención a la misma y les gustaba asistir a conciertos. Por el contrario, se consideró que los individuos tenían un interés pasivo cuando la utilizaban simplemente como “ruido de fondo”.
Es interesante notar que, de las primeras décadas de 1900 para acá, ha habido un incremento en el interés por escuchar música. Se cree que esto se debe al incremento en la disponibilidad de música y aparatos eléctricos para poder reproducirla. Por lo tanto, Liisa, Irma y el resto del equipo tuvieron que tomar esto en cuenta y clasificar a los sujetos de estudio en diferentes categorías de edad para evitar que dicho fenómeno modificara los resultados obtenidos.
Según los resultados del equipo finlandés, aquellos individuos con un nivel educativo más alto tendían a escuchar música de forma más activa y el promedio de interés musical variaba de acuerdo con los pedigríes. Es decir, entre familias. Además, el interés activo en escuchar música se relacionó con variantes genéticas ya asociadas en un estudio previo con la aptitud y la creatividad musical.
Imagen tomada de aquí gracias a Proust73.

Uno pensaría que aquellos individuos con una educación musical mayor serían más propensos a escuchar música activamente simplemente porque el aprendizaje musical así lo exige y que, por lo tanto, la educación musical se relacionaría con las variantes del gen AVPR1A. Sin embargo, ese no fue el caso cuando la educación musical se consideró como una covariable. Lo cual, fortalece la conclusión de que el interés musical tiene un componente genético.
Un detalle que aun debe estudiarse con más cuidado es la influencia de la memoria en este tipo de estudios ya que aquellos individuos con un mayor interés en la música podrían además experimentar emociones más fuertes al hacerlo y, por lo tanto, ser capaces de recordar sus experiencias y actividades relacionadas con la música de forma más precisa. También, algunos tipos de personalidades podrían ser capaces de recordar de mejor manera sus hábitos relacionados con el tiempo y la forma en la que escuchan música, por lo que estos factores deben tomarse en cuenta en futuros estudios.
Aun cuando (por fortuna) queden algunas preguntas flotando en el aire, el estudio de los hábitos musicales en humanos y su relación con la diversidad genética de los sujetos de estudio es sin duda una melodiosa manera de sumergirse en la apasionante área de la herencia dual: la co-evolución de genes y cultura.
(Aquí se puede ver un concierto para cuerdas de una de las variaciones de Goldberg y aquí se puede escuchar una hermosa versión para guitarra)

Artículo de referencia:

ResearchBlogging.org
Ukkola-Vuoti, L., Oikkonen, J., Onkamo, P., Karma, K., Raijas, P., & Järvelä, I. (2011). Association of the arginine vasopressin receptor 1A (AVPR1A) haplotypes with listening to music Journal of Human Genetics DOI: 10.1038/jhg.2011.13

lunes, 15 de noviembre de 2010

El baile de la macarena y las neuronas espejo

Es muy probable que en alguna fiesta durante los últimos años te haya tocado bailar la Macarena, de no ser así es casi seguro que por lo menos hayas escuchado de ella. Esta canción de origen español fue interpretada originalmente por Los del Río y ha sido bailada alrededor del mundo en numerosos eventos públicos y privados y por incluso distinguidos personajes. 

Video tomado de YouTube.

El baile de la macarena nos demuestra que la imitación no es tan inmediata como uno pensaría y que en ocasiones son necesarias numerosas sesiones de aprendizaje coreográfico asistido para lograr cierta coordinación y, de ser posible, gracia en tan afamado movimiento de brazos y cadera.
Es posible que durante alguna fiesta algunos de los asistentes al ver el baile de la macarena hayan preferido divagar sobre las redes neuronales que hacen posible que uno pueda seguir una coreografía o no. Por ejemplo, uno podría cuestionarse si observando la coreografía desde la comodidad de un sillón se activarían las mismas neuronas que las de aquellos que si estuvieran bailando. Esta no sería una pregunta trivial considerando los avances y debates recientes en las neurociencias respecto al papel que juegan las neuronas espejo en la cognición social en general y el entendimiento de las acciones de otros, en particular.
Las neuronas espejo fueron descritas por primera vez en monos y lo sobresaliente respecto a las mismas es que se “encendían” no solo cuando un monito llevaba a cabo una acción (como agarrar una taza), sino también cuando el monito observaba a otro realizando la misma acción. Después, otros estudios han sugerido la existencia de un sistema similar en humanos. Estas neuronas, con la capacidad de reflejar las acciones observadas y ejecutadas, se encuentran en la corteza parietal y la corteza premotora.
Dada su aparente participación en varios aspectos de la cognición social, se les ha llamado también “neuronas empáticas” e incluso se ha propuesto que son “la fuerza detrás del gran salto hacia delante en la evolución humana”. Pero antes de emocionarnos más, aun es necesario entender varios aspectos respecto a su origen y a cómo es que funcionan.
Según Cecilia Heyes, de la Universidad de Oxford, lo primero que necesitamos es saber ¿de dónde vienen las neuronas espejo?. Según una revisión que publicó este año, el sistema de neuronas espejo podría ser 1) una adaptación para el entendimiento de la acción en otros o 2) un producto secundario del aprendizaje asociativo.
En el primer caso, las neuronas espejo habrían sido favorecidas por la selección natural porque ayudaban a los poseedores de las mismas a entender lo que otros estaban haciendo. En el segundo caso, las neuronas espejo serían un producto del mismo aprendizaje que estudió Pavlov con sus famosos perros. Según Cecilia, ambas explicaciones son plausibles; aunque la hipótesis del aprendizaje asociativo tiene más ventajas. Por ejemplo, con el aprendizaje asociativo en mente las diferencias existentes entre monos y humanos podrían explicarse más fácilmente.
Para empezar, la experiencia puede tener un efecto importante en la activación del sistema de neuronas espejo. Por ejemplo, parte de las diferencias observadas entre otros primates y nosotros podrían deberse a que durante el desarrollo los humanos recibimos más entrenamiento y/o estimulación para llevar a cabo ciertas acciones. Algunos autores sugieren que si un mono recibiera cierto tipo de entrenamiento tal vez su sistema de neuronas espejo se comportaría de manera similar a la nuestra. Si esto último fuera cierto, entonces sería un punto a favor de la hipótesis asociativa.
El efecto de la experiencia también se ha observado en estudios con (humanos) pianistas, donde se presenta más activación espejo cuando éstos observan una ejecución en piano comparado con un observador sin experiencia en la ejecución musical. Lo mismo podría pasar con un bailarín experimentado comparado con un amateur al observar, por ejemplo, el baile de la macarena.
En apoyo a la teoría asociativa estos y otros estudios sugieren que la experiencia sensorimotora puede mejorar, revertir o eliminar la activación del sistema de neuronas espejo.
Otras observaciones interesantes respecto al sistema de neuronas espejo es que se ha visto que las neuronas correspondientes en monos responden a acciones sobre objetos mientras que en humanos existe también respuesta a gestos. Por otro lado, la respuesta en monos se ha encontrado cuando los sujetos observan al actor de cuerpo entero, mientras que en humanos es suficiente que el actor observe la actividad de una sola mano. Buena parte de los estudios se han centrado en acciones llevadas a cabo con las manos, pero también se ha reportado actividad neuronal para acciones relacionadas con la boca, incluso en monos, como lo demuestra un estudio con macacos publicado hace algunos años.

Macaco de 3 días de edad imitando el sacado de lengua. Imagen tomada de la PLoS.

Sin embargo, el estudio de las neuronas espejo tiene sus bemoles. Por ejemplo, un estudio reciente respecto a la facilitación visuomotora sugiere que la imitación no es tan automática como uno pensaría –de ahí que en ocasiones copiar los movimientos de la macarena no sea una tarea tan trivial. Los resultados pueden ser influidos por el contexto, las instrucciones recibidas, el grado de atención dirigida al estímulo, etc.
Por otro lado, si el sistema de neuronas espejo es un producto del aprendizaje asociativo entonces podríamos esperar encontrar sistemas similares en otras especies, no únicamente en primates. Las especies que podrían tener sistemas similares serían aquellas donde se ha observado aprendizaje asociativo. Si el aprendizaje asociativo esta detrás del origen del sistema de neuronas espejo entonces es poco probable que puedan ser consideradas como el gran salto evolutivo que nos separa de otros grupos animales.
Estudios paralelos son necesarios para entender el fenómeno de manera completa. Por ejemplo, los estudios que utilizan resonancia magnética deben ser tratados con cautela y cotejados con información de otras fuentes (para leer un comentario bien informado respecto a los estudios con resonancia magnética presione aquí).
Es interesante notar que en humanos se ha visto que la activación también ocurre fuera de la zona que ha sido reportada para monos. Esta diferencia podría deberse a la diferencia en métodos que se usan en ambos primates: en monos se utilizan invasivos métodos que permiten aislar neuronas de forma individual, mientras que en humanos se usan métodos de resonancia magnética con los que necesariamente la aproximación se vuelve más burda.
La diversión respecto a las neuronas espejo apenas comienza. Pero por el momento, lo que si es seguro es que las neuronas espejo no hacen –por si solas- a la empatía. La empatía es un complejo fenómeno en el que intervienen más que una red de neuronas encendiéndose y apagándose. Aún así, el sistema de neuronas espejo parecen ser una pieza clave en la cognición social y su estudio sin duda nos ayudará a entender aspectos relacionados con la misma.
Cecilia concluye en su revisión que si la hipótesis asociativa es cierta entonces las neuronas espejo no solo respaldan si no son respaldadas por la socialidad humana. Una buena parte de la experiencia sensorial y motora que adquirimos es precisamente a través de nuestra interacción con otros
Artículos de referencia:
ResearchBlogging.org

Heyes, C. (2010). Where do mirror neurons come from? Neuroscience & Biobehavioral Reviews, 34 (4), 575-583 DOI: 10.1016/j.neubiorev.2009.11.007
Dossey L (2010). Strange contagions: of laughter, jumps, jerks, and mirror neurons. Explore (New York, N.Y.), 6 (3), 119-28 PMID: 20451143

Gowen, E., Bradshaw, C., Galpin, A., Lawrence, A., & Poliakoff, E. (2010). Exploring visuomotor priming following biological and non-biological stimuli Brain and Cognition DOI: 10.1016/j.bandc.2010.08.010

viernes, 5 de noviembre de 2010

El amor apasionado, la cognición corporizada y la ciudad


Stephanie Ortigue es una especie de Carrie Bradshaw de la psicología y las ciencias cognitivas. Stephanie también vive y trabaja en Nueva York -aunque no en Manhattan- y también le interesan las relaciones interpersonales y de pareja. Sin embargo, Stephanie no se conforma con platicar con sus amigas sobre estos temas: Stephanie invita voluntarios a su laboratorio para que la ayuden a contestar cuestionarios, realiza experimentos e incluso toma imágenes de resonancia magnética de sus cerebros durante los mismos.
Las conclusiones a las que llega Stephanie no las publica en The New York Star, como Carrie. Stephanie publica sus hallazgos sobre el amor apasionado, la amistad, la autoconsciencia, así como sobre las intenciones, deseos y acciones de las personas -entre otros temas- en revistas especializadas en psicología y neurociencias. De hecho, recientemente publicó, junto con algunos colegas, un artículo sobre el entendimiento de la intención motora entre parejas enamoradas en la revista Journal of Social and Personal Relationships.
Stephanie Ortigue y sus colaboradores Nisa Patel, Francesco Bianchi-Demicheli y Scott T. Grafton querían ahondar en el entendimiento de la intención entre parejas enamoradas apasionadamente y su relación con la cognición corporizada (o embodied cognition). Es decir, querían saber más sobre cómo es que las parejas enamoradas son capaces de entender la intención y predecir las acciones de sus medias naranjas, y cómo se relaciona esto con la forma en la que integramos las experiencias vividas.
El entendimiento mutuo de las acciones de una pareja ocurre cuando uno de los miembros adivina la intención del otro aun antes de que él o ella concluyan la acción. Por ejemplo cuando un miembro de la amorosa díada “sabe” que el otro va a tomar agua simplemente por la manera en la que agarra el vaso.
La primera parte del experimento del equipo neoyorquino consistió en colocar anuncios en los que se solicitaban parejas “apasionadamente enamoradas” y díadas de amigos. Una vez que los curiosos y/o entusiastas voluntarios llegaban, la siguiente tarea fue distinguir a aquellos voluntarios que efectivamente estuvieran “apasionadamente enamorados” de aquellos que solo experimentaban un “amor de compañía” (companionate love). Este último se refiere a aquel que puede ocurrir entre mejores amigos, donde existe afecto y compromiso pero donde no necesariamente existe excitación sexual.
 Diada apasionadamente enamorada. Autor desconocido.
Para poder separar a los voluntarios Stephanie y su equipo utilizaron la escala del amor apasionado. Si, en efecto, hay una escala para medir la pasión existente en una relación (por la que seguramente Carrie hubiera dado sus Manolo Blahnik a cambio). También, utilizaron las escala del amor de compañía (companionate love scale) y la escala de la inclusión del otro en uno mismo (Inclusion of other in self scale).
La siguiente tarea fue obtener varios cuadros de video de las manos y el antebrazo de los participantes y sus parejas o amigos. En estos videos los voluntarios llevaban a cabo seis diferentes acciones intencionales y seis acciones no intencionales. Por ejemplo, escribir sobre un papel vs escribir sobre la mesa, cortar con tijeras vs “pintar” con las tijeras, etc. Es decir, intenciones “correctas” e “incorrectas”. Los videos se dividieron en cuadros donde cada uno de ellos representaba solo una parte de la acción completa.
Después, los participantes observaron tres cuadros (de la acción completa) por un máximo de 2.5 segundos en total y calificaron la intención de las acciones realizadas que observaban en ellos. En dichos cuadros, podían observarse a sí mismos, sus parejas y a un extraño, pero sin saber quién aparecía en ellos. Los participantes entonces debían inferir -tan rápido como pudieran- si el resultado de las acciones observadas era intencional o no.
Stephanie y su equipo encontraron que los participantes podían inferir la intención de las acciones observadas mucho más rápido cuando los videos que observaban correspondían a sí mismos o a sus parejas, especialmente cuando los participantes se encontraban enamorados apasionadamente. De hecho, no hubo diferencia en el tiempo que tardaron en inferir dichas acciones en sí mismos y en sus parejas, y el tiempo de reacción fue tanto menor cuanto más tiempo llevaban en apasionado enamoramiento.
Es interesante notar que aun cuando las diadas correspondían a amigos cercanos los tiempos de reacción no eran semejantes a los de las diadas apasionadas, lo que sugiere que es precisamente la relación amorosa la que facilita el entendimiento de las acciones observadas y no solo la cercanía.
Los autores atribuyen los resultados a la existencia de una facilitación implícita (implicit priming): las parejas enamoradas apasionadamente entienden la intención más rápidamente bajo ciertos estímulos. Es decir, la reacción ocurre a un nivel asociativo, no únicamente perceptual.
Estos hallazgos concuerdan con aquellas teorías que sugieren que 1) la incorporación y recuerdo de acciones motoras propias facilita el entendimiento de las acciones observadas en otros, y 2) que en las parejas apasionadamente enamoradas existe cierta incorporación mental de la media naranja en la representación mental propia. Es decir, es como si la representación mental del otro se incorporara en la auto-representación y se lograra una especie de expansión de la auto-representación.
Se ha sugerido que una especie de auto-expansión (o expansión de uno mismo) ocurre cuando experimentamos emociones intensas (como el amor apasionado) y entonces se crea una representación mental compartida de uno mismo y la pareja. Por otro lado, dado que las mismas áreas del cerebro parecen mediar el amor y la cognición corporizada Stephanie y su equipo apoyan la idea de que el amor apasionado podría mediar la cognición corporizada.
Más allá del aspecto romántico que implica adivinar los pasos del amado o amada, el estudio de Stephanie y su equipo nos proporciona información acerca de cómo los humanos codificamos y “representamos” las relaciones interpersonales. Es decir, el amor no es solo un estado emocional, si no un estado cognitivo en el que intervienen motivaciones cognitivas relacionadas con nosotros mismos.
El entendimiento de otros se basa (en parte) en mentalmente “experimentar de nuevo” acciones perceptuales, somato-viscerales y motrices y, al parecer, las acciones de otros son procesadas más rápidamente cuando han sido ejecutadas por quien amamos apasionadamente.
Stephanie y sus colaboradores sugieren que es importante ahora hacer experimentos similares en otro tipo de relaciones y otros estados de amor intenso como serían el amor maternal, así como las diferentes etapas dentro de una relación amorosa. Por supuesto, al equipo también le entusiasma la idea de obtener imágenes de resonancia magnética que permitan entender exactamente qué áreas del cerebro relacionadas con la cognición corporizada se activan durante experimentos similares y, por ejemplo, en participantes con relaciones amorosas poco satisfactorias.
Estudios de este tipo nos ayudarán a entender el desarrollo de la cognición corporizada en las relaciones amorosas, el papel de la facilitación implícita y, por lo tanto, el papel que dichos procesos cognitivos juegan en el entendimiento de otros.
Así como en una escena típica de Sex and the City, Stephanie, Nisa, Francesco y Scott seguramente se reunieron varias veces a discutir sobre el amor apasionado, incluso puede que lo hicieran durante el almuerzo. Cabe destacar que, al momento de escribir esta entrada, la redacción desconocía qué tan a la moda estuvieron los autores del estudio durante sus reuniones. 
 Discutiendo sobre relaciones durante el almuerzo. Autor desconocido.
Artículo de referencia:



ResearchBlogging.org

Ortigue, S., Patel, N., Bianchi-Demicheli, F., & Grafton, S. (2010). Implicit priming of embodied cognition on human motor intention understanding in dyads in love Journal of Social and Personal Relationships DOI: 10.1177/0265407510378861