Ciencia con espiral de limón

Science with a (lemon) twist
BLOG EN RECESO TEMPORAL

sábado, 5 de marzo de 2011

Estresaditos cooperan más bonito


La cooperación es sin duda uno de los temas favoritos de los ecólogos teóricos. Un montón de modelos matemáticos se han desarrollado para tratar de entender bajo qué condiciones la cooperación es más probable y cuáles son los beneficios a corto y largo plazo de dicha conducta. Tanto modelo no ha sido en vano pues nos han ayudado a entender y filosofar a placer respecto a la evolución de esta conducta.
Sin embargo, aun es necesario saber más acerca de cuáles son las causas próximas de la cooperación, es decir, cuáles son los disparadores inmediatos de dicha conducta y cómo es que estos disparadores varían de un individuo a otro de acuerdo con su experiencia, estado interno, fisiología, etc.
Algunos estudios con humanos han encontrado que la inclinación de los individuos a castigar a aquellos que hicieron trampa -en una situación donde podrían haber cooperado- se relaciona positivamente con la actividad que dichos individuos presentan en el sistema de recompensa; ese que se encuentra justo en la neocorteza cerebral. Entonces, mientras más estimulante sea la acción de castigar a los tramposos más probable será la ocurrencia del castigo.
Otro estudio encontró que cuanto mas altos eran los niveles de oxitocina (la hormona de la felicidad) en la sangre más confiados eran los sujetos de estudio, incluso en situaciones donde el riesgo de ser engañados era alto. Pero ¿cómo es la cosa en aquellos animales donde también se observa cooperación?

En un intento por ampliar las dudas respecto a lo anterior, el internacional equipo conformado por Redouan Bshary, Rui F. Oliveira y Alexandra S. Grutter se dio a la tarea de poner a prueba –de manera experimental- algunas preguntas respecto a los factores que disparan o inhiben la cooperación en los peces limpiadores. Los resultados de su estudio fueron publicados este mes en la revista Ethology.
No, los peces limpiadores no hacen esto precisamente. Imagen tomada de aquí.

Las interacciones de estos pececitos limpiadores (Labroides dimidiatus) con sus clientes son fascinantes. Ya ha sido bien documentado que estos peces ofrecen un servicio de remoción de parásitos a otros peces y para ello tienen hasta sus estaciones de limpieza individuales. Sin embargo, lo que más les gusta es degustar el mucus de los clientes, es decir, el tejido vivo de los mismos.
Cuando estos peces se aguantan las ganas de comer mucus y se alimentan de parásitos están –digamos- comiendo en contra de su preferencia. Al hacerlo podríamos también decir que están “cooperando” puesto que estarían intercambiando el servicio de limpieza por la oportunidad de alimentarse de algo.
Pero tampoco es que cooperen nomás por encantadores puesto que parecen saber bien con qué tipo de clientes interactúan: cuando los clientes son peces depredadores -que potencialmente podrían responder al abuso con una mordida- los peces limpiadores abusan menos comparado con los clientes que no son depredadores. Es decir, se alimentan más de los parásitos de un cliente depredador que de su mucus.
Los biólogos que observan están interacciones saben cuando un cliente ha recibido una mordida en el mucus ya que el cliente en cuestión salta, de una manera similar a la de cualquier humano en la playa que ha sido mordisqueado por un pez.
Dado que los peces limpiadores pueden tener más de 2000 interacciones al día con sus clientes Redouan y su equipo sugieren que los peces limpiadores deberían ser capaces de ajustar sus niveles de explotación de manera que maximicen su ingesta calórica tomando en cuenta el riesgo de ser depredados. Si así fuera, los peces limpiadores deberían poder ajustar sus abusos de una interacción a otra, con lo que una interacción en particular podría determinar la subsecuente. Por ejemplo, una interacción con un cliente depredador podría afectar sus niveles de estrés o saciedad y en consecuencia, la cooperación con clientes subsecuentes.
Para su estudio, Redouan, Rui y Alexandra, reunieron datos tomados en las aguas tropicales de Egipto y datos recabados en el laboratorio de Alexandra, en Australia. Por lo que no lo solo el equipo de investigadores fue internacional, también los peces observados pertenecían a latitudes diferentes.
Con los datos de sus observaciones en campo analizaron el efecto del tipo de cliente en las interacciones subsecuentes y encontraron que un cliente dado tiene una menor probabilidad de ser mordisqueado cuando el cliente previo era un cliente depredador.
Estación de limpieza. Imagen de Nick Hobgood tomada de Wikimedia Commons.
En el laboratorio, probaron el efecto de un factor estresante -en este caso una red- antes de ofrecerles un alimento preferido (trocitos de camarón) y otro no tanto (alimento para peces) al mismo tiempo. Estudios previos demuestran que los peces prefieren siempre comer camarón comparado con las aburridas hojuelas comerciales. Sin embargo, durante el experimento las hojuelas eran retiradas inmediatamente después de que el pez probara el camarón. Por lo que si los peces querían comer algo era imperativo que comieran en contra de su preferencia, alimentándose con hojuelas antes de hincarle el diente al camarón.
Interesantemente, los peces del laboratorio comieron más frecuentemente en contra de su preferencia cuando habían estado expuestos a la estresante red. Los autores del estudio consideraron que los limpiadores estaban estresados puesto que así lo demostraron al huir y al presentar ciertos movimientos característicos en este tipo de situaciones y que son semejantes a un “baile”.
Con lo anterior, los autores querían demostrar si la calidad del servicio de un pez limpiador depende únicamente de la identidad del cliente o si dicho servicio se ve modificado por otras situaciones estresantes en la acuática vida del pez.
Las observaciones en campo no permitieron a los autores distinguir si el cambio de actitud del limpiador después de haber interactuado con un cliente depredador al siguiente se debía a un “estado interno” del pez, el nivel de saciedad del limpiador o debido a un cambio fisiológico resultado de la interacción con el depredador.
Sin embargo, el hecho de que después de haber sido sometidos a un factor estresante (red) los limpiadores estuvieran mas inclinados a alimentarse en contra de su preferencia (como cuando cooperan) sugiere que 1) los peces pueden activamente seleccionar un alimento sobre el otro (osea, el estrés no los confunde al respecto) y 2) que el haber estado expuestos a una situación estresante los hace mas propensos a la cooperación.
Esto último, sin embargo, requiere ser comprobado con otros experimentos en los que se manipule la fisiología de los peces limpiadores; por ejemplo, variando el nivel de hormonas relacionadas con el estrés en lugar de utilizar una red.
Entonces, Redouan y su equipo, utilizando información de campo y laboratorio respecto a estos pececitos demostraron la existencia de variación a corto plazo en la conducta alimenticia de los peces limpiadores. Sus resultados sugieren que el estrés a corto plazo –ya sea en la forma de un depredador o una red- promueve la cooperación en estos peces con cierta tendencia al abuso.
Artículo de referencia:

ResearchBlogging.org

Bshary, R., Oliveira, R., & Grutter, A. (2011). Short-Term Variation in the Level of Cooperation in the Cleaner Wrasse Labroides dimidiatus: Implications for the Role of Potential Stressors Ethology, 117 (3), 246-253 DOI: 10.1111/j.1439-0310.2010.01872.x

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