Ciencia con espiral de limón

Science with a (lemon) twist
BLOG EN RECESO TEMPORAL

martes, 25 de enero de 2011

Los niños con los niños, las niñas con las niñas


Los grupos compuestos por únicamente niños o niñas son comunes en prácticamente todas las culturas humanas y también se ha observado esta tendencia en algunos vertebrados, incluyendo ungulados, peces y grandes simios.
El hecho de que, en humanos, la segregación sexual en juveniles se observe transculturalmente sugiere la existencia de una base biológica para dicho patrón. Recientemente, Anthony D Pellegrini de la Universidad de Minnesota publicó una revisión respecto a la segregación sexual en juveniles humanos y el papel que la actividad física puede tener en ella. Su revisión fue publicada en la revista Behaviour.
Niños de Zanzíbar. Fotografía de Fanny Schertzer tomada de Wikimedia Commons.
 La segregación sexual en humanos se observa desde el segundo año de vida, se incrementa durante la etapa preescolar y continua hasta la preadolescencia. Se ha visto que las niñas tienden a formar grupos con otras niñas a una edad más temprana que los niños. Lo cual, puede deberse simplemente a que las primeras maduran mas temprano que los segundos.
En la adolescencia este patrón de agrupación cambia debido al despertar sexual de los adolescentes y el interés de un porcentaje de ellos en establecer relaciones con los miembros del sexo opuesto.
Para poder abordar el estudio de la segregación sexual juvenil desde un punto de vista científico y hacer predicciones concretas al respecto es necesario tener un sustento teórico. Anthony propone que la teoría de la selección sexual puede proporcionar dicho sustento.
Por ejemplo, las diferencias en tamaño observadas entre machos y hembras (dimorfismo sexual) y la competitividad observada entre machos pueden explicar las diferencias en actividad física y, en consecuencia, la segregación sexual observada. Algunos estudios sugieren que los patrones de actividad física responden a las diferencias en tamaño observadas: en individuos de la misma edad aquellos con mayor estatura requieren mayor actividad física para que el desarrollo esquelético y muscular sea el adecuado.
Por otro lado, recientemente se ha enfatizado el papel que la competencia intrasexual en hembras tiene en la segregación sexual. Es decir, mientras que los machos tienen una tendencia a desarrollar habilidades físicas –y eso podría facilitar su agregación en grupos de mayor actividad física-, las hembras en cambio podrían disminuir su actividad física si existiera cierta presión para que desarrollaran otro tipo de habilidades, como aquellas relacionadas con el mantenimiento de relaciones sociales cercanas y habilidades comunicativas.
Por otro lado, Anthony arguye, que un aspecto importante dentro de la teoría de selección sexual es la influencia que el nicho ecológico tiene sobre la expresión de cualquier fenotipo (morfológico, conductual, cognitivo, etc.). De especial importancia en el caso de la segregación sexual juvenil es el hecho de que las experiencias tempranas durante el desarrollo alertan al organismo respecto a las características del ambiente dentro del cual se desarrollará. Por lo tanto, la información recibida y asimilada durante las primeras etapas del desarrollo deberían –en teoría- ayudar a los individuos a maximizar su adaptación al nicho dentro del cual crecerán y se reproducirán.
Pero la cosa no es tan sencilla como “los niños con los niños y las niñas con las niñas”, también podría esperarse cierta dinámica entre los sexos dependiendo de las variaciones individuales en los niveles de actividad física en ambos sexos. Por ejemplo, las niñas particularmente activas podrían unirse con mayor facilidad a un grupo de niños. Sin embargo, ciertas presiones de socialización podrían contribuir a la exclusión de dichas niñas de los grupos de niños. Las niñas activas entonces podrían intentar integrarse a un grupo de niñas de nivel de actividad promedio, pero dado que sus niveles de actividad no permitirían una integración adecuada las niñas activas podrían entonces conformar un grupo –de puras niñas- aislado de otros grupos de niños y niñas.
En consecuencia, los patrones de segregación son el resultado de una relación dinámica entre aspectos biológicos (como el temperamento y la actividad física) con otros aspectos de la socialización (como el papel que juega el estatus de ambos sexos dentro de un grupo social). De acuerdo con lo anterior la actividad física –por sí sola-  no parece originar la segregación, si no que únicamente parece facilitarla en ciertas etapas de la integración grupal.
Otros factores influyen en los patrones de segregación como son el nivel nutricional y, sorprendentemente, los sistemas de apareamiento imperantes en un grupo social.
La nutrición parece ser un factor muy importante. Se ha visto que la estatura es un carácter altamente heredable pero además altamente dependiente del nivel nutricional de la madre durante la etapa gestacional. Es decir, en ambientes con estrés alimenticio las madres tienen hijos de menor tamaño, particularmente cuando éstos hijos son varones. En consecuencia, en ambientes pobres nutricionalmente hablando se esperaría una diferencia menor entre el tamaño de niños y niñas y, en consecuencia, en sus niveles de actividad y los patrones de segregación.
En un estudio llevado a cabo ya hace varios años, donde se comparó un grupo con monogamia ecológicamente impuesta (los Lapps de Noruega), un grupo poligínico (los árabes Beduinos) y otros grupos culturalmente monogámicos (como muchas de las sociedades occidentalizadas), se encontró que el grupo donde la monogamia estaba ecológicamente impuesta existía un dimorfismo sexual menor comparado con los otros grupos. Era también en este grupo donde el esfuerzo de ambos padres era indispensable para la crianza exitosa de los hijos. Por lo tanto, el dimorfismo sexual observado en grupos humanos es una combinación de la influencia de las condiciones ecológicas y el sistema de apareamiento preponderante.
Desde luego, en las sociedades humanas la facilitación y el reforzamiento social para el desarrollo de ciertas actividades físicas específicas para cada sexo es también un factor importante. Y esto podría no solo ser cierto respecto a las actividades físicas impuestas para ambos sexos. Anthony sugiere en su revisión que en aquellas sociedades donde existe una mayor equidad en los roles de los padres y madres -en cuanto a la provisión de recursos y el cuidado de los niños- entonces se esperaría que los juegos de los niños y las niñas fueran menos divergentes y que, en consecuencia, se observara una mayor incidencia de grupos mixtos y una menor segregación sexual.
En apoyo a esta hipótesis, en un estudio se encontró una menor segregación sexual en escuelas que específicamente trabajaban para reducir los estereotipos de los roles sexuales. Sin embargo, es interesante notar que cuando las recompensas para lograr lo anterior se eliminaron los preescolares volvieron a formar grupos conformados predominantemente por niños o niñas.
Diversos factores parecen influir en la segregación sexual en humanos juveniles y mezclarse entre sí. Aunque la selección sexual pueda ser un factor importante muchos otros factores de diferente índole parecen influir en los patrones y las dinámicas observadas. La investigación sobre este tema sin duda nos proporcionará información con alcances mayores a la mera curiosidad científica, como aquellos relacionados con la equidad de género.
Adolescentes. Fotografía de Jurek Durczak tomada de Wikimedia Commons.
Artículo de referencia:
ResearchBlogging.org

Pellegrini, A. (2010). The role of physical activity in the development and function of human juveniles' sex segregation Behaviour, 147 (13), 1633-1656 DOI: 10.1163/000579510x535262

viernes, 21 de enero de 2011

Mermelada de níspero y curry

2 kilos de níspero
1 taza de azúcar
1 taza de agua
1 cucharada de curry hindú
Ilustración botánica de la planta de níspero de  Philipp Franz von Siebold and Joseph Gerhard Zuccarini tomada de Wikipedia.
Se lavan los nísperos y se les quitan las semillas y la coronita (ya que es muy fibrosa y no añade sabor), y se cortan en cuartos.
En una cazuela se calienta el agua y se agrega el azúcar para formar un sirope.
Se agregan los nísperos y la cucharada de curry.
Se tapa la cazuela y se dejan cocer a fuego muy bajo hasta que casi se consuma toda el agua.
Después de unos 45 minutos se licua la mezcla y se deja hervir a fuego bajo por otros 10 minutos.
Mermelada de níspero y curry. Fotografía de Guillermina.
Un agradecimiento especial a Valentina, Inés y Ramón quienes generosa y cariñosamente compartieron kilos de frescos y dulces nísperos de su árbol para ésta y otras recetas.

sábado, 15 de enero de 2011

Monopolios, mercados biológicos e intercambios sexuales en babuinos

El intercambio de beneficios sociales no es exclusivo de los humanos. En el mundo animal existen -en numerosas especies- una multitud de oportunidades de intercambio social, tal es el caso de la cooperación. Diversos modelos han sido desarrollados a propósito y nuevas formas de acercarse al tema son implementados por ecólogos de la conducta alrededor del mundo.
Incluso algunas teorías económicas permearon (exitosamente) en la biología, tal es el caso de la teoría de los mercados biológicos. Según dicha teoría los actos cooperativos son “mercancías” que pueden ser intercambiadas de acuerdo con la oferta y la demanda ejercidas por las clases participantes.
Algunos estudios han explorado dicha propuesta y se ha encontrado –de formas simples y elegantes- que los mercados biológicos parecen existir en el mundo animal. Por ejemplo, en un mercado biológico relacionado con la reproducción machos y hembras representarían las clases involucradas. En aquellas especies donde existe fertilización interna, las hembras serían la clase en desventaja. Es decir, el costo de una cópula –por la consecuente preñez- sería mayor para ellas tanto en recursos como en tiempo. Entonces, dado que las hembras serían las poseedoras del gameto valioso también podrían ser las que pudieran obtener beneficios extra a cambio del acceso a sus favores sexuales.
Cuál es la clase en ventaja y cuál en desventaja en un intercambio es importante dentro del marco de los mercados biológicos. La asimetría entre las clases puede determinar la forma de los intercambios.
En interacciones donde existe cierta asimetría –por ejemplo, entre los peces limpiadores y sus clientes- las víctimas pueden ser menos vulnerables a la explotación cuando tienen la posibilidad de terminar la interacción. En consecuencia, el explotador tendría más cuidado –y debería procurar no excederse- ya que la víctima tendría la posibilidad no solo de limitar la explotación sino también de eliminar la posibilidad de interacciones cooperativas futuras. Pero si la clase en desventaja no tuviera el control sobre la terminación de las interacciones la historia sería otra.
El acicalamiento (grooming) en los primates puede ser considerado como una mercancía por los beneficios higiénicos y hedonísticos que proporciona a aquellos que lo reciben. En un estudio con babuinos chacma (Papio hamadryas ursinus) se encontró que los individuos pueden intercambiar acicalamiento de forma recíproca o bien, para tener acceso a otras mercancías como la manipulación de crías pequeñas. El tiempo que las madres eran acicaladas variaba en función del número de crías disponibles. Es decir, otros miembros del grupo estaban dispuestos a “pagar” con mayor acicalamiento cuando las crías escaseaban.
Recientemente, Parry Clarke, Jo Halliday, Louise Barrett y Peter Henzi se preguntaron si la teoría de mercados biológicos podría también explicar el intercambio sexual entre machos y hembras del babuino chacma y si, en este caso, el acicalamiento también funcionaba como mercancía. Para responder a ésto utilizaron un montón de datos que obtuvieron en campo y varios modelos matemáticos; sus resultados fueron publicados a finales del 2010 en la revista Behavioral Ecology.
En varias especies se ha visto que los machos intercambian ciertas mercancías o recursos para tener acceso a los favores sexuales de las hembras. Por ejemplo, los chimpancés intercambian alimentos a cambio de cópulas. De acuerdo con esto uno podría esperar que dichos intercambios respondieran a, por ejemplo, el número de hembras receptivas sexualmente en un momento dado y al número de machos que compitieran por ellas.
Sin embargo, los machos podrían no estar interesados en intercambiar beneficios con las hembras si pudieran apropiarse de los recursos en discordia (beneficios sexuales) por la fuerza. En otras palabras, la coerción sexual puede ser una estrategia que eliminaría la necesidad de establecer intercambios cooperativos. Esto podría ocurrir en aquellas especies –como los babuinos chacma- en los que los machos son mucho más grandes que las hembras y, por lo tanto, pueden ejercer la coerción de forma más exitosa.
Macho de babuino chacma con heridas resultado de una pelea con otro macho. Fotografía de Guillermina Echeverría-Lozano.
Sin embargo, las hembras podrían promover la competencia entre machos y de esta manera darle la vuelta al problema de la coerción, llegando incluso a prevenirla. Pero en aquellas especies donde la posición jerárquica de los machos determina el acceso a las hembras receptivas entonces los intercambios relacionados con el apareamiento entre machos y hembras serían prácticamente inexistentes. Con esto en mente es que el equipo de Parry llevó a cabo un análisis de los intercambios sexuales en los babuinos chacma.
Para ello utilizaron varios modelos matemáticos que tomaran en cuenta datos sobre el acicalamiento entre machos y hembras, la jerarquía de los machos presentes en la tropa, el número de hembras con respecto a los machos, las cópulas y sus características, proximidad entre machos y hembras durante diferentes períodos de receptividad y fertilidad de las hembras, entre otros.
Sus resultados sugieren que, en el contexto propuesto, la teoría de los mercados biológicos no explica de manera adecuada los intercambios entre machos y hembras. Esto es debido a que los machos no acicalan a las hembras ni la mitad del tiempo que ellas lo hacen, reciben acicalamiento no solicitado más frecuentemente que ellas, la cantidad de acicalamiento que ellos proporcionan no está relacionado con el número de cópulas que obtienen, pero si está relacionado con la cantidad de acicalamiento que ellas proporcionan. Es decir, el acicalamiento parece estar invertido.
Las hembras no parecen estar utilizando el acicalamiento como una mercancía de intercambio, o por lo menos no parecen estarlo haciendo a su favor de la forma propuesta originalmente. Además, el nivel de competencia (agresión) entre machos para tener acceso a las hembras fue muy bajo como para ser considerado de importancia.
Parry y sus colaboradores proponen que son los rangos jerárquicos de los machos y la subsecuente eliminación de competidores lo que media las interacciones sexuales en este tipo de primates terrestres. Es decir, en un mercado donde el monopolio es posible y los competidores pueden ser eliminados entonces la ley de la oferta y la demanda no puede ser aplicada, por lo menos no en los términos en los que la teoría de los mercados biológicos sugiere. En consecuencia, la resistencia de las hembras a los machos no tendría sentido y, de hecho, podría ser muy costoso para ellas.
En el caso de los babuinos chacma, es interesante que las hembras son las acicaladoras principales durante los intercambios con machos y que éste acicalamiento se asocia con la probabilidad de que ocurra una cópula.
Parry y sus colaboradores proponen además que cuando a las hembras no les queda de otra más que aceptar las cópulas de los machos dominantes éstos entonces podrían aprovechar la oportunidad de intentar obtener beneficios adicionales de parte de las hembras (una limpiadita extra del pelaje no le cae mal a nadie) y explicaría el hecho de que las hembras son las acicaladoras principales durante el cortejo. El intercambio entre machos y hembras entonces, ocurriría en virtud del control que los machos ejercen sobre las hembras.
Parry y su equipo concluyen resaltando la idea de que, para entender de forma adecuada la selección sexual, es importante considerar de qué manera los componentes individuales de la misma (como la competencia intrasexual, la elección de pareja y la coerción sexual) interactúan y se retroalimentan entre sí.
Tal vez, modelos económicos más complejos tengan que ser empleados para explicar de forma más completa las interacciones e intercambios sociales observados en el mundo animal.
Agresión intersexual en babuinos chacma. Fotografía de Peter Henzi.

Artículo de referencia:




ResearchBlogging.org

Clarke, P., Halliday, J., Barrett, L., & Henzi, S. (2010). Chacma baboon mating markets: competitor suppression mediates the potential for intersexual exchange Behavioral Ecology, 21 (6), 1211-1220 DOI: 10.1093/beheco/arq125

lunes, 10 de enero de 2011

Helado de plátano, pera, pasitas y mezcal

3 plátanos maduros
1 pera
1 ½ taza de leche
1 lata de leche condensada azucarada de 354 g
100 gramos de pasitas
1 caballito de mezcal (aproximadamente onza y media o 45 ml).
Use de preferencia un mezcal tradicional, como el de La Venencia
Fotos de los plátanos, la pera y las pasitas tomadas de Wikimedia Commons.
Se licuan los plátanos, la pera, la leche y la leche condensada.
Se agrega a la maquinita de helados.
Una vez que la mezcla empiece a congelarse agregue las pasitas poco a poco y el mezcal.
Helado de plátano, pera, pasitas y mezcal. Fotografía de Guillermina

miércoles, 5 de enero de 2011

Los machos del diamante mandarín son tan guapos como las hembras los consideren

Brad Pitt lo sabe bien: el atractivo es importante y, aunque él tal vez no lo sepa del todo bien, el atractivo físico tiene implicaciones importantes en el éxito reproductivo de humanos y otros animales. Pero el atractivo físico no es una característica fija y depende de varios factores como la proporción de sexos (es decir, que tantos machos hay en relación con la cantidad de hembras) el riesgo de depredación y el ambiente social en el cual el atractivo es evaluado.
Poco se sabe todavía respecto a la forma en la que varias especies de animales obtienen información respecto a su propio atractivo. El saber que tan atractivo se es en la arena de la competencia sexual es importante porque puede determinar los beneficios que se obtengan de dicho atractivo e influir en consecuencia en el éxito reproductivo de los individuos.
Se ha visto que en el diamante mandarín (Taeniopygia guttata) las hembras modifican su preferencia dependiendo de experiencias previas y que los machos ajustan sus despliegues de cortejo dependiendo de la respuesta de las hembras. Lo que no es claro todavía es si los machos de este colorido pajarito ajustan su conducta dependiendo de la retroalimentación que reciben de las hembras respecto a su atractivo.
Nick J Royle y Thomas W Pike de la Universidad de Exeter en el Reino Unido se dieron a la tarea de resolver esta incógnita en un estudio experimental que publicaron recientemente en la revista Behavioral Ecology and Sociobiology.
El diamante mandarín (Taeniopygia guttata) es un bullicioso, gregario y simpático pajarito del orden de los paseriformes que ha sido estudiado con amplitud por numerosos ecólogos conductuales. Dado que son muy adaptables y parece ser muy fácil criarlos en cautiverio estos pajaritos son ideales para los estudios experimentales.
Macho de diamante mandarín. Fotografía de Peripitus tomada de Wikimedia Commons.
Una ventaja en el estudio de Nick y Thomas es que ya hace varios años se observó que el atractivo de los machos del diamante mandarín puede ser manipulado experimentalmente con anillos de colores en sus patas debido a una consecuencia incidental del marcaje de estas aves.
Los ornitólogos y otros estudiosos de las aves acostumbran identificar individualmente a las aves bajo estudio con pequeños anillos de colores en sus patas. Sin embargo, un estudio demostró que en el diamante mandarín los anillos rojos hacen a estos pajaritos más atractivos mientras que los anillos verdes los hacen menos guapos a los ojos de las hembras.
Nick y Thomas aprovecharon este hallazgo para manipular la guapura de los machos de su estudio y así probar si la atención proporcionada por los machos depende de lo atractivos que estos sean para las hembras.
Para lograr lo anterior primero utilizaron hembras y machos criados en cautiverio y jaulas experimentales en las que una hembra podía elegir entre dos machos sin que estos pudieran verse entre sí. Los dos machos -cada uno a cada lado de la hembra- y la hembra estaban en compartimentos separados; pero la hembra podía acercarse a cada uno de ellos y percharse cerca de cada uno. Los machos también tenía en su compartimento una percha cercana al compartimento de la hembra, por lo que para mostrarse interesados podían acercarse a la hembra perchándose a su lado. A los machos se les asignó al azar ya sea un anillo rojo o uno verde.
Una vez que el trío estuvo en la jaula experimental, registraron la conducta de la hembra durante 10 minutos y se consideró que una hembra había elegido a un macho cuando había pasado más tiempo en la percha cercana a éste. Se ha visto que el tiempo en proximidad es un buen indicador de preferencia en la elección de pareja en este tipo de vivarachos pajaritos. Después, fueron seleccionadas para el experimento final aquellas hembras que habían preferido a los machos con anillos rojos, pero los machos del experimento final eran diferentes de aquellos del experimento inicial.
Para el experimento final utilizaron el mismo tipo de jaula pero como separación entre compartimentos había una pantalla con un recubrimiento que permitía ver en una o ambas direcciones. Cada macho utilizó tanto el anillo rojo como el verde y los machos de cada trío experimental fueron siempre los mismos. Al igual que en el experimento inicial se registró la conducta de la hembra y su preferencia durante 10 minutos en cada caso, y también se registro si el macho se acercaba al compartimento de la hembra.
Las 4 condiciones experimentales en las que participó cada macho fueron las siguientes: 1) El macho con anillo verde podía ver a la hembra pero ésta no podía verlo, 2) El macho con anillo rojo podía ver a la hembra pero ésta no podía verlo, 3) El macho con anillo verde podía ver a la hembra y ésta también podía verlo y 4) El macho con anillo rojo podía ver a la hembra y ésta también podía verlo.
En general, los machos pasaron más tiempo cerca de las hembras cuando éstas podían ver al macho y, sobre todo, cuando estaban usando el anillo rojo. Pero no hubo diferencia en el tiempo que pasaron cerca de la hembra cuando ésta no podía verlo. El tiempo que las hembras pasaron cerca del macho fue proporcional al tiempo que los machos pasaron cerca de las hembras. Es decir, mientras mas atención proporcionaban los machos a las hembras ellas respondían acercándose más a ellos.
El sencillo y elegante estudio de Nick y Thomas sugiere que los machos del diamante mandarín que fueron experimentalmente manipulados para ser más sexys proporcionaban más atención a las hembras, independientemente de otra característica o atributo.
Un punto fuerte del estudio es que dado que cada macho utilizó tanto el anillo rojo como el verde en diferentes ocasiones esto permitió tener control de las diferencias individuales entre machos y permitió a los autores confirmar que efectivamente las hembras estaban respondiendo al (manipulado) atractivo de los machos.
Este estudio es consistente con otros estudios que sugieren que los individuos de ambos sexos pueden modificar su conducta dependiendo de la retroalimentación que reciban de otros miembros del grupo. Es notorio que la información que los machos obtienen y utilizan respecto a su atractivo es independiente de su calidad intrínseca. En otras palabras, en estos pájaros el atractivo es también una construcción social, determinada en parte por la retroalimentación que recibieron de las hembras.
Falta por saber si la información que los machos obtienen acerca de la evaluación social de sus dotes físicas es de alguna manera almacenada y utilizada posteriormente en sus interacciones con otros machos y hembras de la misma especie. Por ejemplo, podría ser que estos pajaritos modificaran otras conductas como el cortejo, la fidelidad e incluso el cuidado parental en función de su atractivo.
Es de llamar la atención que en otro estudio reciente, en el que también se manipuló el atractivo de los machos del diamante mandarín, se encontró que a lo largo del tiempo el color de los anillos en sus patas afectaba la masa corporal, la condición física y los despliegues de cortejo de los machos. Es decir, también en dicho estudio los machos obtuvieron información respecto a su atractivo a partir de las evaluaciones de otras aves y modificaron sus conductas en consecuencia. Aunque a diferencia del estudio de Nick y Thomas en ese estudio fueron las interacciones entre machos (y no entre machos y hembras) las que se evaluaron.
En consecuencia, no sería descabellado pensar que así como los machos modifican sus conductas a largo plazo como consecuencia de sus interacciones con otros machos, también la información obtenida a partir de sus interacciones con hembras podría determinar sus decisiones y afectar su desempeño futuro.
Lo que sucede en estas aves es lo que sucedería si de pronto Brad Pitt tuviera que usar –por ejemplo- pantalones negros y eso lo hiciera terriblemente poco atractivo para sus fans y el, en consecuencia, dejara de hacer películas de galán o hiciera muchas menos. Es decir, Brad Pitt no sería intrínsecamente menos atractivo ni su calidad habría disminuido de forma real, digamos; simplemente su conducta se vería modificada por la percepción de su atractivo que habría adquirido a partir de la opinión de sus fans. Terrible situación que esta sería para Brad.
El estudio de Nick y Thomas resalta, entre otras cosas, la importancia que la retroalimentación social tiene en la conducta reproductiva de algunas especies, en este caso de los machos del diamante mandarín.
Hembra y macho de diamante mandarín. Fotografía de Lip Kee Yap tomada de Wikimedia Commons.
Articulo de referencia:
ResearchBlogging.org
Royle, N., & Pike, T. (2010). Social feedback and attractiveness in zebra finches Behavioral Ecology and Sociobiology, 64 (12), 2015-2020 DOI: 10.1007/s00265-010-1013-1