Ciencia con espiral de limón

Science with a (lemon) twist
BLOG EN RECESO TEMPORAL

jueves, 25 de agosto de 2011

Nuestros modernos cráneos no albergan un cerebro de la edad de piedra


En la historia reciente de la biología evolutiva es probable que pocas disciplinas hayan recibido tantas críticas como la psicología evolutiva. Aunque los estudios y los grupos de investigación son variados y no en todos los casos –debido a su irrefutable calidad- susceptibles de agudas críticas, es cada vez más evidente que la psicología evolutiva necesita reconsiderar algunas de sus líneas de estudio, en particular, aquellas que se basan en cuatro principios principales: 1) la idea del ambiente de adaptación evolutiva, 2) el gradualismo, 3) la modularidad masiva, y 4) la idea de una naturaleza humana universal.
El concepto del ambiente de adaptación evolutiva sugiere que los mecanismos y características psicológicas que hoy rigen nuestros cerebros evolucionaron en ambientes ancestrales, no existentes hoy en día, a los que seguimos respondiendo. Es decir, como si hoy en día nuestros cráneos albergaran cerebros de la edad de piedra. Varios psicólogos evolutivos sostienen que nuestras mentes no se han puesto al corriente con los ambientes modernos en los que vivimos, los cuales han sufrido cambios drásticos recientemente. Es decir, nuestras mentes responden a la acción de complejos de genes que no han respondido a la selección reciente debido, por lo tanto, a cierto gradualismo. Según la idea de la modularidad masiva nuestra mente estaría dividida en módulos especializados que se fueron desarrollando en respuesta a los problemas adaptativos que han marcado la historia evolutiva humana. En consecuencia, todo lo anterior contribuiría a una naturaleza humana universal resultado de los procesos evolutivos que nos han moldeado.
La psicología evolutiva surgió a principios de los 80s siendo el grupo de la Universidad de California en Santa Barbara uno de los principales, pero desde entonces, varias disciplinas han hecho descubrimientos importantes que deben ser tomados en cuenta por los psicólogos evolutivos. Por ejemplo, a principios de los 80s nuestro conocimiento del genoma humano era limitado, pero hoy en día los genetistas han ideado formas de detectar qué genes han sufrido selección reciente. Como resultado se ha visto que han ocurrido cambios genéticos sustanciales en los últimos 50,000 años en probablemente alrededor del 10% de los genes humanos.
Una psicología evolutiva actualizada necesita entonces lidiar con la posibilidad de que han ocurrido cambios rápidos y recientes que podrían haber modificado los circuitos de nuestro cerebro.
La psicología evolutiva también ha enfatizado la universalidad de la naturaleza humana y, aunque la idea es atractiva y pudiera ser cierta hasta cierto punto, las neurociencias y la psicología del desarrollo nos han  señalado recientemente la importancia de la plasticidad y maleabilidad del cerebro humano. Además, no podemos olvidar que nuestra especie depende en gran medida del aprendizaje y la cultura, y que dichos procesos han intervenido en la diversidad genética de los grupos humanos.
De hecho, la coevolución de genes y cultura podría ser una fuerza importante en el cambio genético humano reciente. Por ejemplo, la ganadería ha favorecido la dispersión de alelos relacionados con la tolerancia a la lactosa en adultos. También, otros hábitos alimentarios han sido una fuerza selectiva en humanos: varios genes relacionados con el metabolismo de carbohidratos, lípidos y fosfatos parecen haber sido seleccionados hace relativamente poco tiempo.
Imagen de Nevit tomada de Wikimedia Commons.
Por otro lado, según la idea de la modularidad -popular en ciertos grupos de psicólogos evolutivos-, nuestro cerebro estaría formado por módulos que operarían de forma más o menos independiente. Uno de los módulos mas famosos derivados de esta idea es el módulo de detección de tramposos (ver al respecto aquí). Sin embargo, la evidencia neurocientífica no apoya dicha afirmación y, de hecho, diversas estructuras neurales intervienen en varios procesos psicológicos, incluso en los procesos más simples.
Según lo autores del artículo en el que se basa esta entrada, la psicología evolutiva puede beneficiarse de los avances en otras disciplinas y modificar algunos enfoques y prácticas. Esto nos permitirá entender mejor en qué circunstancias la conducta humana es adaptativa, cómo se explican las variaciones en conducta y cognición humana, de qué forma influye el aprendizaje social en los patrones conductuales observados, etc.
Aunque la psicología evolutiva ha estado en la mira crítica de otras disciplinas científicas, siempre es sano -para cualquier disciplina- hacer un alto en el camino, mirar alrededor con cuidado y analizar y tomar en cuenta los avances en otras áreas.
Artículo de referencia:


ResearchBlogging.org
Bolhuis, J., Brown, G., Richardson, R., & Laland, K. (2011). Darwin in Mind: New Opportunities for Evolutionary Psychology PLoS Biology, 9 (7) DOI: 10.1371/journal.pbio.1001109

lunes, 15 de agosto de 2011

A ellos les encanta el arrumaco


Siempre los cariñitos
me han parecido una mariconez
y ahora hablo contigo en diminutivo
con nombres de pastel
De “Quédate en Madrid” de Mecano.

A pesar de la abundante literatura tanto científica como no científica, los factores que contribuyen o determinan la satisfacción en una relación de pareja sigue siendo tema de debate. Una de las razones es que –aunque parezca extraño- a menudo la investigación en sexualidad se centra en individuos y no en parejas. Es decir, los individuos responden cuestionarios de forma individual sin que se tome en cuenta a la pareja como un todo.
También, es común que muchos estudios se centren en grupos muy específicos (estudiantes, jóvenes, adultos en cierto rango de edad, etc.); como resultado los patrones encontrados a menudo solo son aplicables a esos grupos, es decir, no se pueden hacer generalizaciones ni siquiera dentro del mismo país de estudio. En ese sentido adquieren más relevancia aquellos estudios que abarcan sujetos de estudio dentro de un grupo más heterogéneo y en varios países.
En un estudio reciente liderado por Julia R. Heiman del Instituto Kinsey en Estados Unidos se entrevistaron a un total de 1,009 parejas heterosexuales con relaciones duraderas en 5 países (Brasil, Alemania, Japón, España y Estados Unidos). El propósito del estudio fue evaluar la importancia que los sujetos de estudio daban a la relación, la conducta sexual y el papel que la sexualidad juega en la vida y la satisfacción de hombres y mujeres. 
Autor(a) desconocid(a). Imagen tomada de aquí.
 
Para el estudio se entregaron cuestionarios y se realizaron entrevistas telefónicas a voluntarios hombres de entre 39 y 70 años y mujeres de entre 25 y 76 años. En particular, se puso atención en sus respuestas relacionadas con tres aspectos principales: 1) duración de la relación (años juntos), 2) la actividad sexual, y 3) la intimidad sexual. Los resultados forman parte del Informe Internacional sobre Relaciones (International Survey of Relationships).
Como era de esperarse, los satisfactores en hombres y mujeres fueron diferentes, pero no necesariamente en la dirección esperada. La satisfacción sexual y la satisfacción en la relación estuvieron relacionadas. Sin embargo, en promedio los hombres reportaron más felicidad en la relación que las mujeres y las mujeres más satisfacción sexual que los hombres.
En el estudio Julia y sus colaboradores hicieron modelos para probar de qué manera las variables consideradas determinaban la satisfacción sexual y cómo se relacionaba ésta con el nivel de satisfacción de la relación. En hombres, la felicidad que experimentaban en la relación se relacionó con variables de intimidad como besarse, acurrucarse, acariciarse (el arrumaco pues) e, interesantemente, en la importancia que ellos le daban a los orgasmos de ellas. Para ellas sin embargo, el arrumaco predecía la satisfacción sexual, no la felicidad.
En la literatura sobre el tema, existe discrepancia respecto a la relación entre la sexualidad y la satisfacción en la relación: a veces son factores que se relacionan y a veces no. Es decir, màs bien parecen ser factores independientes.
Otros resultados interesantes es que el número de parejas sexuales de los hombres a lo largo de su vida predice la satisfacción sexual pero no la satisfacción en la relación presente. Sin embargo, más parejas sexuales parece predecir menos satisfacción sexual. Los autores sugieren que esto podría deberse a que la búsqueda de más o mejores parejas sexuales surge de la insatisfacción sexual más que de un deseo de recreación sexual o variedad, o bien, que dicha búsqueda es la consecuencia inevitable de una mayor experiencia sexual y/o el cambio de estándares.
La felicidad experimentada en la relación se incrementaba con la duración de la relación en los hombres, pero no en las mujeres. Las mujeres reportaban menos felicidad durante los primeros 15 años, esta luego se incrementaba entre los 20 y 50 años juntos, pero en los últimos años la felicidad de las mujeres era menor que la de los hombres.
Sin embargo, el patrón de la satisfacción sexual en mujeres fue diferente. La satisfacción de las mujeres fue baja en los primeros 10 años de la relación y se encontró un incremento en los años posteriores (20 a 50). En los hombres, se encontró una menor satisfacción que la de las mujeres durante los mismos períodos de tiempo.
Es importante notar que el 90% de las parejas tenían hijos por lo que la carga y la distracción que implica el cuidado parental entre los 30 y 40 años, el cual recae más en las mujeres, podría ser un factor que influya tanto en la satisfacción sexual como en la felicidad.
Los patrones encontrados en el estudio de Julia y colaboradores tienen que ser refinados y las explicaciones a dichos patrones puestas a prueba. Aún hay mucho por saber respecto al papel que la sexualidad juega en las relaciones duraderas. El estudio aquí descrito es el primero que se centra en parejas de edad media y avanzada donde el promedio de la duración de la relación era de 25 años.
Autor(a) desconocido(a). Imagen tomada de aquí.

Artículo de referencia:

ResearchBlogging.org
Heiman, J., Long, J., Smith, S., Fisher, W., Sand, M., & Rosen, R. (2011). Sexual Satisfaction and Relationship Happiness in Midlife and Older Couples in Five Countries Archives of Sexual Behavior, 40 (4), 741-753 DOI: 10.1007/s10508-010-9703-3

viernes, 5 de agosto de 2011

Codicia, cooperación y castigo entre los Turkana


Muchos mamíferos son capaces de cooperar entre sí, pero solo los humanos pueden hacerlo a gran escala. Aun en el caos de las ciudades –y aunque a veces no lo parezca- los humanos estamos cooperando cuando seguimos las reglas establecidas para, por ejemplo, el tránsito de los automóviles y peatones en los cruces viales. Sin embargo, esta cooperación no es de a gratis, para tal efecto hay instituciones coercitivas que permiten la aplicación de sanciones para aquellos que se rehúsen a cooperar.
Uno de los retos teóricos y prácticos del estudio de la cooperación viene cuando se quiere explicar la existencia de intercambios cooperativos a gran escala en ausencia de dichas instituciones. Mas aun, existe la creencia de que la cooperación humana y sus mecanismos evolucionaron en pequeños grupos de cazadores o recolectores donde el parentesco y las interacciones frecuentes entre los individuos hacían que la cooperación fluyera de forma más natural, digamos.
Sin embargo, hay evidencia de que numerosas sociedades humanas prehistóricas eran mucho más grandes que aquellas de cazadores-recolectores o de pastores contemporáneos, donde además no existían instituciones coercitivas, leyes ni autoridades que reforzaran el cumplimiento de las normas sociales que permiten el funcionamiento de las sociedades y su permanencia a largo plazo.
Una visión alternativa sugiere que la cooperación pudo haber evolucionado no necesariamente en un contexto de grupos pequeños, si no en grupos más grandes donde además el lenguaje común constituía la fuerza cohesiva que permitió que la cooperación evolucionara en grupos más grandes que la banda familiar.
Por otro lado, algunos modelos recientes sugieren que los sistemas de castigo informal (no institucionalizado) pueden ser el toque mágico que se necesita para que la cooperación siga llevándose a cabo en ausencia del castigo institucionalizado.
Para entender mejor de qué manera el castigo pudo haber sido un factor importante en la evolución de la cooperación en grupos grandes sin instituciones coercitivas, Sarah Mathew y Robert Boyd de la Universidad de California, en los Ángeles, llevaron a cabo un estudio cuantitativo sobre los enfrentamientos de los Turkana, un grupo nómada de pastores del este de África.
Pastores Turkana. Fotografía de Rainier5 tomada de Wikimedia Commons.
 
Los Turkana son un grupo etnolingüístico grande donde los miembros de los numerosos grupos a menudo cooperan para llevar a cabo incursiones para apoderarse del ganado de otros grupos. Estas incursiones pueden ser pacíficas (cuando el ganado es silenciosamente robado) o forzadas con niveles variados de violencia donde los participantes pueden incluso llegar a perder la vida.
Los grupos que llevan a cabo las incursiones pueden estar compuestos por varios cientos de guerreros, pero entre los Turkana no existe una autoridad militar o política centralizada. Los ancianos tienen el privilegio de la toma de decisiones y son quienes se encargan de arbitrar las disputas; sin tener por ello una embestidura coercitiva.
Los participantes pueden negarse diplomáticamente antes de la incursión, pero para ello necesitan buenas razones. Algunos participantes pueden verse tentados a disfrutar de los beneficios de las incursiones (su parte del ganado obtenido) sin tener que pagar el costo (heridas o la muerte), por lo que podrían quedarse en la periferia o atrás del grupo en incursión y no cooperar en la obtención directa del botín. Las deserciones ocurren en el 43% de las incursiones forzadas.
Los oportunistas no pasan inadvertidos y los desertores son sancionados en el 67% de las incursiones donde la cobardía haya sido observada. El castigo puede involucrar sanciones verbales (carrilla pura y directa) y castigo corporal. Es posible que haya una tendencia a que el castigo a la cobardía en las incursiones pacificas sea verbal mientras que haya un mayor porcentaje de castigo físico para los desertores de incursiones forzadas. Aunque seria interesante saber lo anterior, el estudio de Sarah y Robert, no arrojó información detallada al respecto.
Al parecer, es entonces el castigo informal el que mantiene la cooperación a gran escala entre los Turkana. También, su estudio sugiere que las normas informales que rigen las incursiones de los Turkana benefician al grupo etnolingüístico completo (mas o menos medio millón de personas). Según sus resultados el castigo pudo haber sido un elemento importante en la evolución de la cooperación, particularmente entre grupos numerosos con una lengua común.
Además del idioma, otros elementos pudieron haber contribuido a la cohesión social y por tanto, a la cooperación. Según un modelo desarrollado por Carlos P Roca y Dirk Helbing cuando la codicia es moderada la cohesión social se ve favorecida. Esto tal vez tenga mucho sentido en sociedades como los Turkana donde los individuos obtienen beneficios indudables (en la forma de ganado) como resultado de sus incursiones pero donde un exceso de codicia podría poner al grupo y la frecuencia de los intercambios cooperativos en riesgo. La forma en la que los numerosos estudios y modelos sobre la cooperación humana se relacionan entre sí (si es el caso) es sin duda uno de los retos dentro del área.
El estudio de Sarah y Robert es una aproximación interesante a la comprensión de la cooperación humana en grupos humanos grandes sin leyes ni justicia formal. Quedan algunos cabos sueltos que podrán ser atados en estudios posteriores. Por ejemplo, además del castigo debe haber incentivos positivos para la cooperación. Los guerreros valientes y exitosos deben ser premiados por la sociedad Turkana de alguna manera.
Aunque los estudios en sociedades de pastores nómadas contemporáneos pueden darnos indicios respecto a la forma en la que funcionaron sociedades similares en la historia evolutiva humana, la aportación es necesariamente limitada. Mientras más nos queramos remontar en el pasado –y por tanto en los orígenes humanos- es más probable que muchos aspectos hayan sido muy diferentes en formas que tal vez ni siquiera podemos imaginarnos con claridad. Con este riesgo en mente, los estudios cuantitativos y los modelos matemáticos son todos bienvenidos para entender como es que llegamos a ser una especie tan cooperadora. 
Danza tradicional entre los Turkana. Fotografía de Rainier5 tomada de Wikimedia Commons.
Artículos de referencia:


ResearchBlogging.org
Mathew, S., & Boyd, R. (2011). Punishment sustains large-scale cooperation in prestate warfare Proceedings of the National Academy of Sciences, 108 (28), 11375-11380 DOI: 10.1073/pnas.1105604108
Roca, C., & Helbing, D. (2011). Emergence of social cohesion in a model society of greedy, mobile individuals Proceedings of the National Academy of Sciences, 108 (28), 11370-11374 DOI: 10.1073/pnas.1101044108