Ciencia con espiral de limón

Science with a (lemon) twist
BLOG EN RECESO TEMPORAL

lunes, 25 de octubre de 2010

Contra las epidemias: datos

El 2009 se vio sacudido por un tumulto de estornudos, dolores de cabeza, escalofríos, mocos, cubre-bocas, visitas masivas a centros de salud y pánico: la epidemia de la influenza H1 N1. El mundo en general no estaba preparado para el ataque y vivimos varios meses de caos y confusión. Algunos modelos exageraron los alcances del brote de invierno y el número de muertes probables; esto último se debió a que no se contaba con información adecuada respecto a la epidemiología del virus y la extensión de la primera epidemia.
“Viajando con fiebre porcina”, fotografía de Diego Cupolo.

Pejman Rohani y Aaron King de la Universidad de Michigan publicaron una revisión en la revista Trends in Ecology and Evolution respecto a la importancia de las bases a largo plazo de datos epidemiológicos. Dicho artículo forma parte de una edición especial de dicha revista dedicada exclusivamente a la discusión y análisis de la investigación ecológica a largo plazo. Esta entrada se refiere a dicha revisión.
Recientemente, varias publicaciones han enfatizado la importancia de contar con datos a largo plazo en varias áreas del conocimiento. Dicha importancia es tal vez más clara cuando nuestra vida pudiera depender de ellos, como en el caso de las epidemias.
Sala de influenza en el campamento Funston, Kansas, 1918. Fotografía tomada de Wikimedia Commons.
Históricamente, sin embargo, la toma de datos cuidadosos a largo plazo no es nueva, principalmente en el área de la medicina. John Graunt fue pionero en ello y estuvo interesado, entre otras cosas, en idear un sistema de alerta temprana contra la peste bubónica durante el siglo XVII. Más tarde, los datos a largo plazo sobre enfermedades infecciosas permitieron sentar las bases de la epidemiología de finales del siglo XIX y el siglo XX, pero no fue hasta 1979 cuando la información a largo plazo y la epidemiología unieron sus caminos de forma definitiva con los trabajos de Anderson y May.
A partir de entonces, la ecología de las enfermedades infecciosas se ha convertido en una burbujeante área. De hecho, los modelos epidemiológicos han resultado incluso más acertados para predecir la naturaleza que aquellos utilizados en otros tipos de estudios ecológicos. La razón de esto, sugieren Pejman y King, se debe a que los sistemas de varias enfermedades infecciosas han sido bien estudiados y a que la biología e historia natural de parásitos y hospederos se conoce bastante bien. Conjuntamente, y de forma un poco intrigante, la simplificación de la complejidad de las epidemias parece funcionar a la hora de poner a prueba los modelos matemáticos.
Esto último podrá sonar un poco tonto, pero los modelos matemáticos son -necesaria e ineludiblemente- simplificaciones de sistemas complejos, y justo en ello radican sus limitaciones y aplicabilidad.
Pero no solo es importante tomar datos respecto a la infección en sí, como edad de los afectados, tiempo de incubación, síntomas y forma de contagio. Otros datos pueden ser útiles en el control de las epidemias como son los factores sociales y ecológicos que las rodean.
Se ha visto que, por ejemplo, las epidemias de sarampión en el Reino Unido se relacionan con el inicio y fin de los ciclos escolares. Interesantemente, en Nigeria las migraciones humanas estacionales –resultado de las prácticas agrícolas- han sido la situación clave en las epidemias de sarampión. Podría parecer una situación diferente en ambos países, pero en el fondo es prácticamente la misma: un montón de gente que, después de un periodo de separación, se vuelve a congregar en un mismo sitio.
Ahora es más claro que para entender bien los fenómenos epidemiológicos es necesario contar con información respecto a todas las variables que las rodean y esto ha permitido desarrollar modelos relativamente confiables en muchos casos. Después de eso, el paso siguiente ha sido hacer inferencias estadísticas al respecto, es decir, el área de la epidemiología ecológica ha alcanzado una madurez tal que es posible jugar al clarividente de las ronchas y los estornudos.
Los cálculos matemáticos para lograrlo son a menudo muy demandantes computacionalmente, pero afortunadamente la madurez en otras áreas, como las ciencias matemáticas, ha permitido a la epidemiología dar el paso que necesitaba. Tiempos emocionantes le esperan a la epidemiología ecológica considerando que las ciencias matemáticas no son la única área del conocimiento que la nutre.
Detalles más finos respecto a la genética y ecología de diferentes variedades de hospederos y patógenos, y la integración de dicha información en los modelos epidemiológicos será sin duda fructífero; aún cuando todavía sea considerado como un reto dentro del área.
Por supuesto, se espera que un “licuado” de toda la información proveniente de tan variadas y productivas áreas se traduzca en sistemas confiables de alerta temprana. La amenaza de una mortífera epidemia de influenza, por ejemplo, sigue vigente. El cambio climático con seguridad modificará los patrones ya conocidos de ciertas enfermedades. Los análisis biogeográficos que se nutren con los sistemas de información geográfica – y sus bases de datos a largo plazo- cada vez tendrán que ver más con la epidemiología.
En resumen, actualmente no solo la información a largo plazo sobre datos epidemiológicos es relevante en el ataque contra las enfermedades infectocontagiosas. Diversas áreas del conocimiento nutren a esta área con sus respectivas bases de datos. Como resultado, las bases de datos a largo plazo se perfilan como el mejor antídoto contra las epidemias.
El diminuto virus que nos movió el tapete en el 2009 no resultó ser ni tan letal ni tan contagioso como se pensó al principio, pero si fue un contundente recordatorio de que es buena idea tomar datos sistemáticos y meticulosos como base para la creación e implementación de políticas de salud efectivas y de estrategias para disminuir los efectos de las epidemias que nos esperan en el futuro.
Artículo de referencia:




ResearchBlogging.org
Rohani, P., & King, A. (2010). Never mind the length, feel the quality: the impact of long-term epidemiological data sets on theory, application and policy Trends in Ecology & Evolution, 25 (10), 611-618 DOI: 10.1016/j.tree.2010.07.010

martes, 19 de octubre de 2010

Helado de té negro y tuna

Ilustración de Rafael Ruiz tomada del Banco de imágenes de CONABIO.
 5 tunas grandes
1 litro de agua
2 sobres de té negro
1 taza de azúcar
3 cucharadas de crema fresca
Hacer el té en un litro de agua. Una vez que está listo se disuelve el azúcar en el mismo y se deja enfriar.
Se licuan las tunas en el té y se cuela la mezcla.
Se agrega la crema y se licua por última vez.
Hacer el helado en máquina o con el método artesanal preferido.
Con esta receta se logra un delicioso balance entre el sabor amarguito del té y lo dulce de la tuna. Helado de té negro y tuna, y fan del helado. Fotografía de Guillermina Echeverría-Lozano.
 

viernes, 15 de octubre de 2010

La reputación en tiempos de la web

¿Qué sabes de ese nuevo y desconocido contacto que recién aceptaste en Facebook? ¿qué sabes del vendedor en “Mercado libre” o en “eBay”? ¿Tienes más de 500 amigos en Facebook? Los seres humanos ya no vivimos en las sociedades pequeñas en las que evolucionamos. Hoy en día, nuestra sociedad se caracteriza por su complejidad, y con el uso de internet y las redes sociales virtuales las interacciones sociales distan mucho de ser lo que eran en el Pleistoceno. Por lo menos en algunos aspectos.

Las interacciones recíprocas en varias especies dependen de la confianza que se tengan las partes involucradas. Esta confianza está a menudo basada en la reputación, es decir en las señales que nos proporcionan información respecto a la probable conducta de un individuo. Por tanto, la reputación es un elemento que facilita la cooperación.
Uno pensaría que este tipo de conductas son exclusivas de ciertas especies, particularmente entre vertebrados superiores, pero no es así. Varios estudios en peces limpiadores (Labroides dimidiatus) sugieren que estos pequeños pececitos arrecifales tienen interacciones relativamente complejas. En particular, a estos pececitos les importa su reputación.
Los peces limpiadores deben su nombre al servicio de limpieza que proporcionan a otros peces. Dicho servicio consiste en comerse los parásitos que se acumulan en los hocicos de otras especies: sus clientes. Pero a los limpiadores parece que también les gusta comer mucosa de los clientes (tejido vivo, pues) por lo que en un momento dado podrían ceder a la tentación de “traicionar” al cliente propinándole una buena mordida. Los clientes no se quedan tan campantes pues generalmente terminan la interacción sanitaria alejándose de inmediato e incluso podrían perseguir a los limpiadores. Es decir, el traidor podría ser castigado.
En un estudio llevado a cabo por Redouan Bshary de la Universidad de Neuchâtel, se encontró que los clientes que han observado otras interacciones pueden reconocer a los limpiadores que tienen tendencia a la traición y entonces modificar su conducta ofreciendo sus hocicos sólo a aquellos limpiadores que hayan terminando positivamente la relación de limpieza observada. Es decir, son capaces de reconocer a los limpiadores con buena reputación demostrando que ésta es importante en la vida en el arrecife.
Labroides dimidiatus (limpiador, enfrente) y Acanthurus achilles (cliente, detrás). Fotografía de Bryan Harry.
Recientemente, un grupo de investigadores -con buena reputación en las ciencias cognitivas- liderado por Claudio Tennie publicaron en la revista Trends in Cognitive Sciences una revisión respecto al manejo de reputación y su importancia. En esta entrada se comentan los temas abordados en dicho artículo.
Según dichos autores la reputación no parece servir de nada si no se señaliza. En otras palabras, hay que hacer gala de la propia reputación para garantizar interacciones cooperativas futuras, por lo que también es importante estar bien informados de la reputación de otros.
Sin embargo, dado que las señales no son lo mismo que la conducta en sí, podrían existir discrepancias debidas a errores sin mala intención o a acciones malintencionadas (engaño simple y llano). En consecuencia, también es importante el desarrollo de mecanismos de monitoreo que permitan a los individuos detectar dichas discrepancias. En humanos existen varios mecanismos para lograrlo.
Uno es lo que Claudio Tennie y su equipo llaman “mentalización” que es algo así como la habilidad de atribuir intenciones en otros y predecir su conducta con base en dichas predicciones. Un segundo mecanismo para monitorear la reputación en humanos es la vigilancia epistemológica (epistemic vigilance) que es la tendencia a cuestionar la información recibida y, de ser necesario, indagar sobre la validez de la misma utilizando fuentes alternas. Este mecanismo parece ser muy importante pues hay estudios que sugieren que los niños desde los 3 o 4 años espontáneamente buscan confirmación de la información recibida.
Por supuesto, el chisme –enormemente dependiente de la mentalización- es un mecanismo de obtención de información particularmente importante en las sociedades humanas (ver el libro de Robin Dunbar, por ejemplo). A pesar de la mala reputación que ha adquirido, tiene la innegable ventaja de que al considerar varias fuentes puede ser incluso mejor que la información obtenida de manera individual.
Algunos estudios sugieren que la información obtenida de forma indirecta (por chismes, digamos) puede guiar las decisiones de los individuos con mayor fuerza que aquella obtenida de forma directa.
Sin embargo, la mentalización, el chisme y la vigilancia epistemológica son mecanismos que difícilmente podemos aplicar cuando estamos haciendo una compra en eBay. Según Claudio y sus colaboradores, con el creciente flujo de información y número de interacciones virtuales –y en muchos casos anónimas- que recibimos y experimentamos en la web la posibilidad del uso engañoso de la reputación también se incrementa.
Por ejemplo, un vendedor engañoso en eBay podría pretender ser un comprador y autocalificarse positivamente sólo para tener acceso a más clientes a los cuales engañar. Pero el engaño tampoco es exclusivo de los seres humanos. En otro estudio, se observó que los peces limpiadores pueden comportarse de forma cooperativa con un cliente (sin morder mucosas), sólo para tener acceso a un segundo, al que si muerden.
También, según Claudio y colaboradores, en sociedades complejas existe el riesgo de que la reputación tome vida propia y se vuelva incluso más importante que el acto, conducta o situación original. Es notorio que incluso existan compañías que manejen la reputación en línea de otras compañías, instituciones e individuos.
 Manejo de reputación en línea, la nueva y candente tendencia”. Imagen tomada de aquí.
También es notorio, por otro lado, que el manejo de reputación en línea se comporte exactamente como las teorías y modelos de cooperación podrían predecir. En el manejo de reputación en línea también hay una especie de carrera armamentista en la que mientras unos buscan formas de engañar y sacar ventajas, otros incrementan sus estrategias para dar seguimiento a la reputación, por ejemplo, de individuos.
Tal es el caso de la clasificación de los vendedores asociados a eBay. En dicho sitio los manejadores utilizan la retroalimentación respecto a los vendedores como una forma de informar sobre la reputación de los mismos (Feedback is each user's reputation on eBay). Es decir, si los vendedores han sido calificados positivamente el comprador puede contar con esta información antes de realizar la compra. Por lo menos esa es la idea pero, como se mencionó con anterioridad, algunos vendedores podrían fingir ser compradores y autocalificarse positivamente utilizando una identidad falsa. Para lo cual eBay ha instalado sistemas para evitar que los usuarios cambien de identidad o sistemas para marcar a aquellos que lo han hecho.
En tiempos de la web, otra forma de manejar la reputación y obtener información indirecta de un individuo es a través de las organizaciones o instituciones a las que éste esté asociado. Uno podría no saber nada de un cardiólogo pero si éste está enlistado en una asociación –con buena reputación- entonces uno podría sentirse más tranquilo al elegir a dicho médico.
En este sentido, un estudio sugiere que las instituciones que sancionan a sus miembros por conductas indebidas suelen ser preferidas que aquellas que no lo hacen. Recientemente, con el escándalo de los abusos perpetrados por miembros de la iglesia católica hemos observado el valor social que la sanción tiene. Una institución tan fuerte como la iglesia católica ha sido altamente cuestionada y señalada por no sancionar adecuadamente a los miembros que delinquieron. Debido a lo anterior, la reputación de tan antigua institución permanece en controversia.
Por último, es importante resaltar que aunque con la aparición de la web se han incrementado las redes sociales y la anonimidad de individuos e instituciones, también se han incrementado las herramientas que permiten rastrear y monitorear la reputación de grupos o individuos con más facilidad. En cualquier caso, será interesante ver cómo se desenvuelve la mencionada carrera armamentista y qué estrategias son desarrolladas para el manejo cibernético de la reputación.

Artículo de referencia:







ResearchBlogging.org
Tennie, C., Frith, U., & Frith, C. (2010). Reputation management in the age of the world-wide web Trends in Cognitive Sciences DOI: 10.1016/j.tics.2010.07.003

lunes, 11 de octubre de 2010

Salsa de chile catarino, ciruela pasa y vino blanco

30 chiles catarinos lavados
30 ciruelas pasas deshuesadas
3 tazas de vino blanco
1 cebolla pequeña
1 diente de ajo
sal al gusto
aceite de maíz o cártamo

Ingredientes. Fotografía de Guillermina.
  • Se fríe la cebolla y el ajo hasta que estén acitronados. 
  • Se agregan 2 tazas de vino, los chiles y la sal. 
  • Se hierve a fuego lento por 10 minutos y se agregan las ciruelas. 
  • Se deja hervir otros 5 minutos.
  • Se quitan los rabitos de los chiles y se licúa todo.
  • Se agrega otra taza de vino y se hierve otros 15 minutos a fuego lento.


Ingredientes en el segundo hervor. Fotografía de Guillermina.

Como todas las salsas mexicanas esta salsa se puede -y debe- usar libremente.

Nota: Para hacer un dip se deja enfriar y se mezcla con queso crema.

martes, 5 de octubre de 2010

Gorilas, humanos y el pequeño gran salto de Plasmodium

Las especies cercanamente relacionadas no solo comparten genes, también comparten parásitos en cualquiera de sus presentaciones: virus, bacterias, gusanos, protozoarios, etc. Cuando se comparan los árboles filogenéticos de especies emparentadas de hospederos con los de sus parásitos las similitudes son muy a menudo asombrosas: los árboles de los últimos espejean los de los primeros.
Al indagar sobre el origen de los parásitos en una especie, es común considerar como los sospechosos principales a las especies cercanas a ésta. Por ejemplo, cuando se averigua sobre el origen de los parásitos humanos el sospechoso de siempre es el chimpancé, por ser nuestro pariente vivo más cercano.
Hace casi una década supimos que el virus VIH (causante de sida) tuvo su origen en los chimpancés y el año pasado estos primos nuestros también fueron culpados por ser los portadores de una especie de Plasmodium (P. reichenowi) que estaba cercanamente relacionada con Plasmodium falciparium, el protozoario causante de la malaria en humanos. De hecho, en su momento se pensó que la relación entre ambas especies era tan cercana que seguramente habían divergido al mismo tiempo que los chimpancés y los humanos lo hicieron a partir de un ancestro común.
Pero ahora resulta que el sospechoso original –el chimpancé- parece no ser el reservorio principal de dicho parásito, si no los gorilas occidentales (Gorilla gorilla). Eso es lo que sugiere un estudio publicado en la edición del 23 de septiembre pasado en la revista Nature.
Gorila (Gorilla gorilla gorilla, fotografía de Ltshears) y Plasmodium (fotografía de Ute Frevert).
Según Weimin Liu, autor principal del estudio, y su equipo de 21 colaboradores, el hecho de que los chimpancés hubieran sido considerados como los reservorios originales de Plasmodium se debió a los métodos que utilizaron en su estudio: la muestra estaba limitada a solo unos cuantos simios, la mayoría en cautiverio y viviendo en proximidad con humanos.
Para mejorar dicho estudio, Liu y su equipo utilizaron cerca de 3,000 muestras de heces fecales de 3 subespecies de chimpancés, dos de gorilas y una de bonobo. La gran mayoría de dichas muestras provinieron de poblaciones silvestres, es decir, no habituadas a la presencia humana.
Sí, para su estudio utilizaron popós de simios de las que fue posible obtener información valiosísima. Por increíble que parezca, las muestras estaban cuidadosamente guardadas en bancos creados para tal efecto ya que fueron colectadas con anterioridad para llevar a cabo estudios de infecciones retrovirales en simios. Cuando éste y otro tipo de muestras son almacenadas y utilizadas de forma eficiente es posible obtener información para varios estudios, maximizando los beneficios de la colecta original. Es posible encontrar aquí otro ejemplo sobre esta costumbre ya no tan excéntrica entre los biólogos.
Pero volvamos a los orígenes de la malaria.
Por medio de métodos moleculares tradicionales Liu y su numeroso equipo extrajeron de las heces fecales secuencias de ADN de varias especies de Plasmodium, de tal suerte que fue posible saber qué especies de simios habían sido infectadas, en qué proporción, por cuántas especies de Plasmodium y qué tan relacionadas estaban las diferentes especies del mortal causante de la malaria.

Como resultado de sus análisis encontraron la presencia de Plasmodium en entre el 32 y el 48% de las muestras provenientes de chimpancés y gorilas, pero no encontraron evidencia de infección ni en los bonobos (Pan paniscus) ni en los gorilas orientales (Gorilla beringei). Además, las especies de dicho protozoario que se encontraban más cercanamente relacionadas con la que infecta a los humanos (Plasmodium falciparium) fueron los encontrados en los gorilas occidentales (Gorilla gorilla). Bueno y ¿de qué nos sirve saber esto?
Árbol filogenético de los parásitos de Plasmodium que infectan a los grandes simios. C1-C3 corresponde a las especies de chimpancés, G1-G3 a las especies de gorilas estudiadas. Ilustración tomada de la revista Nature.
Con este tipo de estudios, relativamente comunes en la actualidad, se alebrestan las esperanzas de que dichos estudios permitirán entender y/o predecir la siguiente epidemia humana. La posibilidad existe, pero no es ni directo ni sencillo ni inmediato. Aun así, no es nada despreciable el bagaje con el que este tipo de estudios contribuyen a nuestro entendimiento de los orígenes de las enfermedades humanas.
Según Edward C Holmes, quien publicó en el mismo número de Nature un comentario respecto al articulo de Liu y colaboradores, dicho estudio ilumina y al mismo tiempo obscurece el asunto de los orígenes del famoso Plasmodium.
La idea de que eran los chimpancés –y no los gorilas- los principales reservorios del parásito tenía una gracia especial: al poder inferir el momento en que chimpancés y humanos divergieron era entonces sencillo inferir el momento en que ambas especies de Plasmodium habían divergido. Sin embargo, ahora que el principal sospechoso es el gorila la cosa se complica porque estamos hablando de una transmisión cruzada entre especies. En otras palabras, el linaje del hospedero y el parásito no resultaron ser una copia fiel.
En consecuencia, con la nueva propuesta de Liu y su cuantioso equipo, ahora es incierto el momento en que Plasmodium saltó de los gorilas a los humanos y será necesario, según comenta Holmes, llevar a cabo más estudios respecto a la diversidad genética del protozoario en otras especies de mamíferos. Estos estudios permitirían tener otros puntos de referencia para entender a qué velocidad y de qué manera ha evolucionado el linaje de Plasmodium.

¿Será necesario colectar más excrementos? Si, sería lo ideal, y esta vez de una muestra más extendida que considere otras especies de mamíferos.







Articulo de referencia:
ResearchBlogging.org

Liu, W., Li, Y., Learn, G., Rudicell, R., Robertson, J., Keele, B., Ndjango, J., Sanz, C., Morgan, D., Locatelli, S., Gonder, M., Kranzusch, P., Walsh, P., Delaporte, E., Mpoudi-Ngole, E., Georgiev, A., Muller, M., Shaw, G., Peeters, M., Sharp, P., Rayner, J., & Hahn, B. (2010). Origin of the human malaria parasite Plasmodium falciparum in gorillas Nature, 467 (7314), 420-425 DOI: 10.1038/nature09442
Holmes, E. (2010). Malaria: The gorilla connection Nature, 467 (7314), 404-405 DOI: 10.1038/467404a
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El artículo de Liu y colaboradores también ha sido comentado por Ed Yong en su blog Not Exactly Rocket Science, el diario “El país” y por Donald G. McNeil en el New York Times, entre otros.