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viernes, 15 de julio de 2011

La belleza está en la corteza orbito-frontal media de quien mira y escucha


Beauty is in the eye of the beholder
Plato
¿Qué podrían tener en común la Alhambra de Granada, una escultura mexicana, un cuadro de Cézanne, una obra de Bach y el canto de una virtuosa cantante japonesa? Bueno, pues todo esto podría ser considerado como hermoso y podría tener una cualidad común responsable de hacernos juzgarlo de tal forma.
Algunos estudiosos del arte como Clive Bell han considerado que si “pudiéramos descubrir una cualidad común y peculiar para todos los objetos que consideramos hermosos, entonces habríamos resuelto uno de los problemas centrales de la estética”. Si bien la búsqueda de una cualidad común a los objetos hermosos nos ayudaría a clasificar los objetos hermosos de los no hermosos, dicha búsqueda nos diría poco de la experiencia de quien observa. Mas aun, dentro de lo hermoso no solo se incluyen aquellos objetos que podemos ver, si no lo que podemos escuchar y experimentar con el resto de nuestros sentidos. ¿Es posible que una pieza musical y un paisaje tengan una característica común que explique nuestra percepción de ellos como hermosos?
Es posible que encontrar dicha característica en los objetos sea una tarea difícil. Sin embargo, del lado del receptor podría ser más sencillo encontrar una respuesta. Tal vez nuestro cerebro responde de la misma forma y en exactamente el mismo lugar. Lo anterior es precisamente lo que encontraron Tomohiro Ishizu y Semi Zeki, ambos de la University College London en el Reino Unido. Los resultados de su estudio fueron publicados recientemente en la revista PLoS One.
Tomohiro y Semi expusieron a un grupo de voluntarios a imágenes de retratos, paisajes y pinturas en color, así como estímulos musicales con grados variables de melodía y armonía; algunos eran derivados de piezas ejecutadas por orquestas y otros por grupos musicales más pequeños. Mientras lo anterior ocurría, obtuvieron imágenes por resonancia magnética funcional de los cerebros de los voluntarios y les pidieron que clasificaran cada estímulo como “hermoso”, “indiferente” o “feo”. 
El autor de la primera imagen es Edinburgh Blog y el de la segunda es Shakeh. Ambas imágenes fueron tomadas de Wikimedia Commons.
 
Los autores encontraron que, de todas las áreas que estuvieron activas durante el estímulo, solo un área cortical –localizada en la corteza orbito-frontal media- se activó durante la experiencia de belleza musical y visual. La corteza orbito-frontal media es un área grande de la corteza compuesta por varias áreas arquitectónicas (incluyendo las áreas de Brodmann 10, 11, 12, 32 y 25).
Dicha área también se ha activado cuando se ha buscado una relación entre recompensa, placer, juicio, belleza y valor con la actividad cerebral. Es decir, debe existir una relación entre el procesamiento cortical del valor, el deseo y la belleza. Sin embargo, es interesante notar que según el estudio de Tomohiro y Semir la activación de un área específica (llamada A1 por los autores) de la corteza orbito-frontal media se relacionó con juicios positivos (apreciación de belleza) pero no con juicios negativos (apreciación de fealdad) aun cuando en ambos casos hay un juicio involucrado.
Otro hallazgo interesante de su estudio es que otra activación interesante ocurrió en el núcleo caudado que es un área del cerebro donde se ha encontrado actividad en otros estudios sobre belleza y amor romántico. En otras palabras, la extendida yuxtaposición del amor y la belleza en la literatura universal podría también tener un correlato neural.
Los resultados del estudio aquí descrito implican que la experiencia subjetiva de la belleza y la fealdad puede ser objetivamente establecida y medida. Sin embargo, es necesario tener en mente que la activación de la corteza orbito-frontal ha sido encontrada durante experimentos donde se han estudiado otro tipo de recompensas. Por lo tanto, son necesarios más estudios en este sentido para poder definir con más precisión la extensión y los contextos relacionados con la activación de dicha área. También, sería bonito contar con más estudios donde se investiguen otras experiencias catalogadas como “hermosas” además de los estímulos visuales y musicales.
Para aquellos que se quedaron pensando en las obras de arte, es pertinente comentarles que a pesar de que buena parte del ejercicio filosófico en estos temas se ha volcado en la relación entre belleza y arte, los resultados del estudio de Tomohiro y Semir son indiferentes al hecho de que un estímulo pueda ser considerado como una obra de arte o no. Su estudio se enfocó principalmente a la experiencia del receptor de dichos estímulos.
Artículo de referencia:

ResearchBlogging.org
Ishizu, T., & Zeki, S. (2011). Toward A Brain-Based Theory of Beauty PLoS ONE, 6 (7) DOI: 10.1371/journal.pone.0021852

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