La cooperación es sin duda uno de los temas favoritos de los ecólogos teóricos. Un montón de modelos matemáticos se han desarrollado para tratar de entender bajo qué condiciones la cooperación es más probable y cuáles son los beneficios a corto y largo plazo de dicha conducta. Tanto modelo no ha sido en vano pues nos han ayudado a entender y filosofar a placer respecto a la evolución de esta conducta. Sin embargo, aun es necesario saber más acerca de cuáles son las causas próximas de la cooperación, es decir, cuáles son los disparadores inmediatos de dicha conducta y cómo es que estos disparadores varían de un individuo a otro de acuerdo con su experiencia, estado interno, fisiología, etc. Algunos estudios con humanos han encontrado que la inclinación de los individuos a castigar a aquellos que hicieron trampa -en una situación donde podrían haber cooperado- se relaciona positivamente con la actividad que dichos individuos presentan en el sistema de recompensa; ese que se encuentra justo en la neocorteza cerebral. Entonces, mientras más estimulante sea la acción de castigar a los tramposos más probable será la ocurrencia del castigo. Otro estudio encontró que cuanto mas altos eran los niveles de oxitocina (la hormona de la felicidad) en la sangre más confiados eran los sujetos de estudio, incluso en situaciones donde el riesgo de ser engañados era alto. Pero ¿cómo es la cosa en aquellos animales donde también se observa cooperación? |
En un intento por ampliar las dudas respecto a lo anterior, el internacional equipo conformado por Redouan Bshary, Rui F. Oliveira y Alexandra S. Grutter se dio a la tarea de poner a prueba –de manera experimental- algunas preguntas respecto a los factores que disparan o inhiben la cooperación en los peces limpiadores. Los resultados de su estudio fueron publicados este mes en la revista Ethology.
No, los peces limpiadores no hacen esto precisamente. Imagen tomada de aquí. |
Las interacciones de estos pececitos limpiadores (Labroides dimidiatus) con sus clientes son fascinantes. Ya ha sido bien documentado que estos peces ofrecen un servicio de remoción de parásitos a otros peces y para ello tienen hasta sus estaciones de limpieza individuales. Sin embargo, lo que más les gusta es degustar el mucus de los clientes, es decir, el tejido vivo de los mismos. Cuando estos peces se aguantan las ganas de comer mucus y se alimentan de parásitos están –digamos- comiendo en contra de su preferencia. Al hacerlo podríamos también decir que están “cooperando” puesto que estarían intercambiando el servicio de limpieza por la oportunidad de alimentarse de algo. Pero tampoco es que cooperen nomás por encantadores puesto que parecen saber bien con qué tipo de clientes interactúan: cuando los clientes son peces depredadores -que potencialmente podrían responder al abuso con una mordida- los peces limpiadores abusan menos comparado con los clientes que no son depredadores. Es decir, se alimentan más de los parásitos de un cliente depredador que de su mucus. Los biólogos que observan están interacciones saben cuando un cliente ha recibido una mordida en el mucus ya que el cliente en cuestión salta, de una manera similar a la de cualquier humano en la playa que ha sido mordisqueado por un pez. Dado que los peces limpiadores pueden tener más de 2000 interacciones al día con sus clientes Redouan y su equipo sugieren que los peces limpiadores deberían ser capaces de ajustar sus niveles de explotación de manera que maximicen su ingesta calórica tomando en cuenta el riesgo de ser depredados. Si así fuera, los peces limpiadores deberían poder ajustar sus abusos de una interacción a otra, con lo que una interacción en particular podría determinar la subsecuente. Por ejemplo, una interacción con un cliente depredador podría afectar sus niveles de estrés o saciedad y en consecuencia, la cooperación con clientes subsecuentes. Para su estudio, Redouan, Rui y Alexandra, reunieron datos tomados en las aguas tropicales de Egipto y datos recabados en el laboratorio de Alexandra, en Australia. Por lo que no lo solo el equipo de investigadores fue internacional, también los peces observados pertenecían a latitudes diferentes. Con los datos de sus observaciones en campo analizaron el efecto del tipo de cliente en las interacciones subsecuentes y encontraron que un cliente dado tiene una menor probabilidad de ser mordisqueado cuando el cliente previo era un cliente depredador.
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Bshary, R., Oliveira, R., & Grutter, A. (2011). Short-Term Variation in the Level of Cooperation in the Cleaner Wrasse Labroides dimidiatus: Implications for the Role of Potential Stressors Ethology, 117 (3), 246-253 DOI: 10.1111/j.1439-0310.2010.01872.x
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