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jueves, 5 de enero de 2012

Si te ama, bostezará contigo


Las relaciones sociales complejas, como las que tenemos los humanos, requieren de varios ingredientes fundamentales. Uno de ellos es la empatía, que es la habilidad de entender y compartir las emociones de otros. Algunos estudios sugieren que el contagio de bostezos requiere de cierto grado de empatía. Sin embargo, no existía -hasta hace poco- evidencia conductual que confirmara la relación directa entre el contagio de bostezos y la empatía.
Existían varios estudios que sugerían lo anterior, por ejemplo, los seres humanos empezamos a bostezar en respuesta a los bostezos de otros hasta los 4 o 5 años de edad, que es la edad en la que ya se ha desarrollado la habilidad de entender las emociones de otros. Por otro lado, las personas con autismo –quienes son menos proclives a la empatía- son también menos susceptibles a bostezar por contagio.
Hombres bostezando de Luigi i Montejano. Imagen tomada de Wikimedia Commons.
Este tipo de contagios de conductas ocurren cuando el observador presencia una conducta que activa en su cerebro representaciones similares a las de la conducta observada. Es decir, se activa un mecanismo de percepción-acción en el que la actividad de las llamadas neuronas espejo parece jugar un papel importante. De ver, se antoja.

El mecanismo de contagio parece ser muy sensible. El simple hecho de ver un bostezo activa la necesidad de bostezar y en otros estudios con personas invidentes el sonido de un bostezo parece ser suficiente para disparar otro bostezo. Incluso leer acerca de bostezos puede desencadenar la necesidad de bostezar, por lo que si el lector está bostezando ahora mismo podría deberse a eso y no (necesariamente) a que esta entrada esté aburridísima.

Un par de investigadores italianos, Ivan Norscia y Elisabetta Palagi, observaron los patrones de bostezos en humanos durante un año y aunque dicha observación los hizo bostezar mucho también proporcionó valiosa información sobre los patrones de contagio de bostezos en humanos en su ambiente natural (en el trabajo, en restaurants, en salas de espera, en reuniones, etc.).
Ivan y Elisabetta encontraron que los bostezos son más contagiosos mientras más cercano sea el individuo al bostezador original. Además, dichos lazos emocionales también predicen la frecuencia de los bostezos y el tiempo de respuesta. Tal y como se muestra en la figura siguiente, el “riesgo de contagio” fue mayor entre aquellos que compartían una relación social cercana:
Ocurrencia de contagio de bostezo en función de la relación entre el bostezador original y el contagiado. Categorías 0=extraños, 1=conocidos, 2=amigos, 3=parientes (r=0.25) y parejas. doi:10.1371/journal.pone.0028472.g001.
La cercanía emocional fue la única variable que predijo el contagio de bostezo. Es decir, ni el país de origen, el género ni las características del bostezo predijeron el contagio.
Algunos estudios sugieren que existen diferencias en los niveles de empatía entre ambos géneros, donde las mujeres parecen ser capaces de mayores niveles de empatía, por lo que es notorio que el estudio de Ivan y Elisabetta no apoye dichos hallazgos. Sin embargo, según los autores, para indagar al respecto es necesario hacer otro tipo de análisis y comparaciones. En particular, sería necesario comparar díadas donde la cercanía social fuera semejante dentro de cada categoría de sexo.
De acuerdo con los resultados de Ivan y Elisabetta parece existir una fuerte relación entre el contagio de bostezo y la empatía por varias razones: 1) porque el contagio fue mayor entre aquellos que tenían una relación cercana, y porque además existe un gradiente de contagio entre los diferentes niveles de cercanía, y 2) porque lo anterior aplica tanto para la ocurrencia y la frecuencia de los bostezos como para el tiempo que ocurre entre el bostezo original y el bostezo por contagio.
Según los autores, cuando uno ve a alguien bostezar se activa un complejo circuito neural que involucra regiones del cerebro relacionadas con la imitación motora, la conducta social y la empatía, que a su vez involucran regiones sensorimotoras y al sistema límbico y para-límbico. Debido a lo anterior, las regiones ligadas al lado emocional podrían verse sobre-estimuladas en aquellos individuos que ven bostezar a alguien cercano.
Desde el punto de vista evolutivo, es interesante que en otros primates sea posible ver “replicas” de bostezos, lo cual no es necesariamente equivalente al contagio de bostezos entre humanos puesto que el último involucraría un entendimiento del estado emocional del otro. Entonces, es probable que el replicar bostezos de otros sea más antiguo (evolutivamente hablando) que la empatía.
Cabe recordar que en ninguno de nuestros parientes cercanos se ha probado –de forma irrefutable- la capacidad de empatía; pero a pesar de ello podríamos decir que existe una especie de unión o continuidad entre las habilidades cognitivas de los primates humanos y los no-humanos, a las que tal vez podemos asomarnos cuando se estudian conductas tan aparentemente simples, como los bostezos.

Artículo de referencia:
ResearchBlogging.org
Norscia, I., & Palagi, E. (2011). Yawn Contagion and Empathy in Homo sapiens PLoS ONE, 6 (12) DOI: 10.1371/journal.pone.0028472

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