Aunque a veces no lo parezca en el tráfico del medio día, las sociedades humanas se caracterizan por altos niveles de cooperación. A pesar de eso, los intercambios cooperativos no siempre son simétricos. Los eventos de cooperación en los que el beneficiario del acto cooperativo tiene pocas posibilidades de corresponder son casos interesantes desde el punto de vista teórico. Si todos recibiéramos beneficios de los cooperadores sin pagar los costos de la cooperación, la selección natural debería o podría actuar en contra. Es decir, en una sociedad de abusadores los cooperadores irían desapareciendo poco a poco. Sin embargo, se han propuesto algunas soluciones que explicarían la permanencia de la cooperación aun cuando la reciprocidad no ocurra. Dichas soluciones sugieren que los no cooperadores podrían pagar el costo de no cooperar en la forma de (mala) reputación, castigo o ambos. En los modelos basados en la reputación aquellos individuos que no cooperan cuando tienen la oportunidad de hacerlo se hacen de mala reputación y, en consecuencia, pueden no ser considerados como compañeros potenciales en situaciones futuras en las que la cooperación fuera necesaria. En los modelos que consideran al castigo aquellos individuos que han recibido beneficios y no han correspondido un acto cooperativo son “castigados” por otros miembros del grupo. Por lo tanto, el temor de ser castigados –en la forma que ocurra- puede ser un aliciente para la cooperación y la reciprocidad. En ambos casos existe evidencia empírica que sugiere que tanto la reputación como el castigo son elementos importantes en los intercambios cooperativos humanos. Sin embargo, preocuparse de la reputación o del castigo únicamente tienen sentido cuando alguien más sabe que no cooperamos. Es decir, si nadie nos miró ni se dio cuenta cuando no cooperamos entonces el riesgo de tener mala reputación o de ser castigado desaparece. En ese sentido la presencia de un par de ojos es sin duda un elemento indicador mínimo de haber sido observados. En un estudio llevado a cabo hace algunos años por Melissa Bateson, Daniel Nettle y Gilbert Roberts de la Universidad de Newcastle, Reino Unido, los autores hicieron un experimento utilizando ya fueran imágenes de flores o de ojos (un par de ellos) junto a una cajita donde los ocupantes de un edificio universitario debían depositar su contribución para el café. En ese estudio, los autores encontraron que la contribución monetaria de los donatarios era tres veces mayor cuando había una imagen de ojos comparado con los días en los que la imagen era floral. Estos resultados sugerían que un par de ojos podían influir de forma importante en la conducta cooperativa de los individuos en un contexto real. Sin embargo, existían algunas explicaciones alternativas: 1) pudiera ser que los ojos simplemente atrajeran con más fuerza la atención hacia la cajita y 2) si la sospecha de ser observado es un estímulo importante para facilitar la cooperación entonces este estímulo tendría que funcionar aun cuando no estuviera asociado con instrucciones verbales para cooperar (como era el caso en el mencionado estudio). Por lo tanto, era necesario demostrar que los ojos pueden ser, efectivamente, un estímulo para cooperar aun cuando su presencia no esté directamente asociada a instrucciones verbales para hacerlo.
Para poner a prueba lo anterior, Max Ernest-Jones, Daniel Nettle y Melissa Bateson idearon un experimento en una cafetería de la Universidad de Newcastle donde durante 32 días colocaron imágenes de ojos y flores (como en el experimento anterior). Las imágenes de ojos y/o flores estaban asociadas a mensajes relacionados o no con la conducta que se midió. Es decir, podían decir “Por favor coloca tu charola en el estante correspondiente cuando hayas terminado tu comida” o bien “Favor de consumir únicamente los alimentos y bebidas adquiridos en este establecimiento”. Cada combinación de fotografía y mensaje fue usada de forma aleatoria y exclusiva durante varios de los 32 días.
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Ernest-Jones, M., Nettle, D., & Bateson, M. (2011). Effects of eye images on everyday cooperative behavior: a field experiment Evolution and Human Behavior, 32 (3), 172-178 DOI: 10.1016/j.evolhumbehav.2010.10.006
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