Páginas

viernes, 25 de febrero de 2011

Amigos: compartiendo hasta los genes


Los humanos son probablemente la única especie donde prácticamente todos los individuos forman lazos estables y no relacionados con la reproducción. Es decir, prácticamente todos tenemos amigos. Algunos estudios sugieren que los amigos comparten características físicas o conductuales, en otras palabras, se ha visto que puede existir similitud fenotípica entre amigos. Lo que no es claro es si esta similitud fenotípica refleja una similitud genotípica, es decir, ¿compartimos genes con nuestros amigos?
Imagen de Xzit tomada de Wikimedia Commons.
Desde el punto de vista biológico esta pregunta es interesante por varias razones. Una de ellas es que de existir similitudes genéticas entre amigos esto incrementaría la posibilidad de que la selección natural operara a nivel de grupo. También, es importante si pensamos en los efectos genéticos indirectos. En otras palabras, las características fenotípicas de un individuo podrían verse afectadas por los genes de aquellos individuos cercanos, los genes de los cuates pues.
Varios estudios en humanos han demostrado que existe cierta tendencia a asociarnos con aquellos con los que nos parecemos (“Dios los hace y ellos se juntan”), un proceso conocido como homofilia. Uno puede argüir que la influencia social es innegable para que se asocien aquellos individuos que se parecen, pero también es cierto que las similitudes fenotípicas pueden tener un fuerte componente genético ya sea si pensamos en características físicas o conductas.
Pero ¿cómo es que terminamos cerca de aquellos con los que también compartimos genes? La cosa es tal vez más simple de lo que parece. Veamos porqué.
Primero, en grupos humanos con poca movilidad donde la reproducción ocurre entre aquellos que están mas cerca, es casi inevitable que al final los individuos de un mismo grupo compartan cierto número de genes. A este fenómeno se le conoce como estratificación poblacional.
Segundo, los individuos podemos -activamente- buscar a aquellos con genotipos semejantes a los nuestros; y no porque seamos capaces de reconocer sus genes si no porque somos capaces de reconocer el fenotipo, que es la expresión del genotipo.
Tercero, los individuos podemos elegir aquellos ambientes –ya sea activa o pasivamente- en los que la expresión de nuestro genotipo es la óptima, en consecuencia, es natural que al final nos encontremos con individuos que también hayan elegido el mismo ambiente en función de su genotipo. Por ejemplo, aquellos propensos a la actividad física intensa podrían ser más proclives a inscribirse en un gimnasio donde terminarían asociándose con otros individuos igualmente activos.
Imagen de Spazzykoneko tomada de Wikimedia Commons.
Es importante notar, sin embargo, que también es posible observar heterofilia. Es decir, la gente puede activamente elegir a aquellos individuos con los que no comparten características (cuando los opuestos se atraen). Este proceso parece ser relativamente común durante la elección de pareja o puede ocurrir bajo ciertas circunstancias. Por ejemplo, en los lugares de trabajo personas con diferentes habilidades y (potencialmente) diferentes genes pueden encontrarse dentro de un mismo espacio.
El 1º de febrero pasado en la revista del Proceedings of the National Academy of Sciences, se publicó un artículo – en el cual está basada esta entrada- respecto a los genotipos encontrados dentro de redes de amigos. Para el estudio, liderado por James H Fowler de la Universidad de California en San Diego, los autores utilizaron una base de datos llamada Add Health (National Longitudinal Study of Adolescent Health).
Como parte de los datos tomados para dicha base de datos se tomaron muestras de saliva para identificar la presencia de 6 genes. De ahí, los autores extrajeron la información de pares de amigos (no emparentados) así como información relativa al género, edad y grupo étnico de los mismos. Uno de los objetivos de esta base de datos es precisamente contar con información respecto a la conducta y salud de los adolescentes.
Según sus resultados, existe cierta agrupación genotípica en las redes sociales que no puede ser explicada únicamente por la estratificación poblacional. Es decir, los amigos no solo se parecen entre sí, si no que además estas similitudes ocurren a nivel genotípico. Aun cuando los genes considerados han sido asociados con ciertas características de personalidad y conductuales es notorio que los fenotipos con los que estos genes están asociados son muy probablemente poligénicos (es decir, son afectados por muchos genes) y también pleiotrópicos (afectan varias características), lo que en cierta forma garantiza la fortaleza de sus conclusiones.
Los autores encontraron que por ejemplo existía cierta agrupación de genotipos (homofilia) para el gen DRD2 que ha sido asociado con el alcoholismo, lo cual tiene sentido si pensamos que aquellos más inclinados a beber se sentirían mejor junto a otros individuos con dicha tendencia. Por otro lado, la falta de conexión entre individuos con el gen CYP2A6 (asociado con la apertura social) sugiere cierta heterofilia para dicho gen; aun cuando no es completamente claro porque aquellos individuos abiertos socialmente buscarían activamente a aquellos que no lo son.
Aun así, los autores sugieren que el hecho de que existan algunos genes para los que se observa heterofilia es una prueba de que los individuos activamente seleccionan a sus amigos.
Una de las conclusiones interesantes que se pueden derivar de este estudio es el hecho de que la estructura genética en las poblaciones humanas no es solo resultado de las uniones reproductivas. Los lazos amistosos también pueden influir de manera importante en dicha estructura.
Adicionalmente, la homofilia y heterofilia presente entre individuos de un mismo grupo puede tener repercusiones muy interesantes en la forma en la que los genes nos conducen a ciertos ambientes y la influencia que el ambiente social puede tener en nuestra conducta. Es decir, los humanos podemos activamente buscar amigos con ciertos genotipos lo que a su vez facilitaría la expresión de ciertos genes. Lo anterior en consecuencia, podría afectar el desarrollo de otros fenómenos como la propagación de enfermedades, información, etc.
James H. Fowler, Jaime E. Settle y Nicholas A. Christakis, autores del estudio, sugieren que tal vez podríamos ver el paisaje genético de un individuo como la suma de los genes del individuo en cuestión así como del resto de los individuos a su alrededor, tal y como sucede en otros organismos como gallinas ponedoras y bacterias.
Evolutivamente hablando el ambiente social podría ser una fuerza selectiva más importante de lo que tal vez habíamos pensado. Dentro de una red social puede haber nichos genéticos que promueven o inhiben la evolución de ciertos tipos de conductas como aquellas relacionadas con la adquisición de ciertas enfermedades, la cooperación entre individuos, etc.
Los autores se aventuran todavía más, sugiriendo que las características genéticas de ciertos grupos podrían conferirles ventajas adaptativas. Sin embargo, esto es hasta el momento una pregunta experimental (que tiene que ser puesta a prueba) y será interesante descubrir y entender bajo qué condiciones –además de la presencia de ciertos genes- este tipo de ventajas adaptativas pudieran ser observadas en individuos tan móviles como los humanos.
Artículo de referencia:
ResearchBlogging.org

Fowler, J., Settle, J., & Christakis, N. (2011). Correlated genotypes in friendship networks Proceedings of the National Academy of Sciences, 108 (5), 1993-1997 DOI: 10.1073/pnas.1011687108

No hay comentarios:

Publicar un comentario