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lunes, 5 de septiembre de 2011

Contra el sida y el estrés: lactobacilos


Parte de una salud envidiable se la debemos a los microorganismos (o microbios) que viven en nuestro cuerpo. Diferentes especies de estos minúsculos seres viven permanentemente en varias zonas de nuestro cuerpo. Es decir, nosotros somos el ambiente donde esta multitud de microbios habitan y ellos constituyen, por tanto, nuestro microbioma.
En los últimos años se ha logrado entender con más detalle el rol fundamental que juegan en nuestra salud. Tan es así que el proyecto del microbioma humano busca, entre otras cosas, entender de qué manera se relacionan los cambios en nuestro microbioma y nuestra salud.
Nosotros, los humanos, no somos la única especie beneficiada con la invasión de este tipo de microbios. De hecho, el estudio de las especies de microorganismos que habitan en otros animales nos ayuda a entender mejor la relevancia de nuestra propia biota. En algunos casos, por ejemplo, compartimos las mismas especies de bacterias con otros primates y con ratones. Dos recientes estudios son prueba de todo lo anterior.
En un estudio liderado por LA Lagenaur del Instituto Nacional de Salud y Osel, en Estados Unidos, se estudió el efecto protector que tenían contra el virus VIH las colonias de bacterias Lactobacillus jensenni en el epitelio vaginal de un grupo de macacos hembra (Macaca mulatta). La vagina, que constituye una capa en contacto con el medio ambiente, está cubierta por un epitelio. Este epitelio esta normalmente colonizado por bacterias y otros microorganismos que protegen al individuo de la invasión de patógenos. Se ha visto, por ejemplo, que ciertos cambios en la composición de esta microbiota pueden ocasionar abortos espontáneos y un incremento en la transmisión de ciertos virus.
Lactobacilos y tejido epitelial vaginal. Fotografía de Janice Carr tomada de Wikimedia Commons.
Estos lactobacilos vaginales pueden ser modificados genéticamente para crear cepas que produzcan una mayor cantidad de péptidos antivirales, es decir, sustancias que actúen en contra del ataque de los virus. Lauren y su equipo utilizaron justo este tipo de lactobacilos con los que trataron a un grupo de macacos. Después, estos macacos fueron expuestos a una variante del virus VIH en primates Los autores encontraron que en aquellos macacos tratados con lactobacilos la transmisión del virus se redujo en un 63%, además, las cargas virales en macacos ya infectados con el virus se redujeron considerablemente.
Macaca mulatta. Fotografía de JZ85 tomada de Wikimedia Commons.
Es importante mencionar que, aunque los lactobacilos utilizados estaban diseñados para producir sustancias antivirales, los lactobacilos no modificados actúan exitosamente contra ciertos patógenos debido a que generan un pH ácido en el ambiente vaginal a través de la producción de ácido láctico. De ahí que los cambios en las colonias bacterianas en la vagina hagan a la hospedera más susceptible de contraer infecciones.
El lector o lectora sagaz tal vez haya notado que los lactobacilos, como su nombre lo indica, también pueden ser los productores de yogurt. En efecto, otras especies de lactobacilos –como el Lactobacillus rhamnosus- son los responsables de que disfrutemos los deliciosos productos lácteos modificados por la acción de dichos microorganismos, los que a su vez se instalan en nuestro aparato digestivo contribuyendo de diversas formas a una buena salud. A este tipo de alimentos cargados de bacterias buenas se les conoce como probióticos.
En otro estudio llevado a cabo por el equipo liderado por el Dr. John F. Cryan de la University College Cork en Irlanda, los autores utilizaron ratones los cuales ingirieron una dosis específica de Lactobacillus rhamnosus. Como control los autores utilizaron otro grupo de ratones que no recibieron las mencionadas bacterias. Después, todos los ratones fueron sometidos a varias pruebas, una de ellas dentro de un laberinto. Los autores encontraron que los ratones que habían ingerido lactobacilos se aventuraban en zonas abiertas mucho más a menudo que los ratones control, lo cual indica que estaban menos ansiosos. Además, cuando los ratones eran puestos a nadar, los ratones alimentados con lactobacilos se esforzaban más en seguir nadando que los ratones que no habían ingerido bacterias. Estos últimos se rendían con más frecuencia y dejaban de nadar. Es decir, los ratones que ingirieron lactobacilos estuvieron en general de mejor “ánimo”.
Ratón de laboratorio. Fotografía de Rama tomada de Wikimedia Commons.
Un aspecto muy interesante del estudio de John y su equipo es que ellos además analizaron la proporción de hormonas relacionadas con el estrés y encontraron que, después de nadar, los ratones alimentados con lactobacilos tenían un 50% menos de corticosterona circulante (una hormona relacionada con el estrés) que el grupo control. Además, los neurotransmisores cerebrales del receptor GABA (ácido γ aminobutírico) se redistribuían de una manera similar a la producida por ansiolíticos. Es decir, la ingesta de probióticos contribuyó a que se modificara la química cerebral de los ratones.
Ahora bien, el estudio de lactobacilos recombinantes y su efecto en el contagio de virus VIH en macacos en sin duda prometedor como modelo para la prevención del sida en humanos. Más aún si consideramos que la mucosa vaginal humana sana puede tener hasta 10 veces más lactobacilos que la vagina de los macacos hembra. Si se lograra una cepa de lactobacilos 100% efectiva contra el virus VIH en humanos y dicha cepa pudiera ser inoculada en una sola visita al médico, podría ser una opción efectiva –y muy probablemente barata- como método de prevención del sida. Sin embargo, para llegar a ese punto todavía faltan muchos estudios y pruebas.
De igual forma, aunque el estudio en ratones del efecto de la ingesta de lactobacilos en su “estado de ánimo” y química cerebral es prometedora e interesante, todavía no es completamente claro si en el caso de los humanos se pudiera recetar yogurt contra la depresión. Ese, sin embargo, podría ser el caso.
Artículos de referencia:



ResearchBlogging.org
Lagenaur, L., Sanders-Beer, B., Brichacek, B., Pal, R., Liu, X., Liu, Y., Yu, R., Venzon, D., Lee, P., & Hamer, D. (2011). Prevention of vaginal SHIV transmission in macaques by a live recombinant Lactobacillus Mucosal Immunology DOI: 10.1038/mi.2011.30
Bravo, J., Forsythe, P., Chew, M., Escaravage, E., Savignac, H., Dinan, T., Bienenstock, J., & Cryan, J. (2011). Ingestion of Lactobacillus strain regulates emotional behavior and central GABA receptor expression in a mouse via the vagus nerve Proceedings of the National Academy of Sciences DOI: 10.1073/pnas.1102999108

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