Los grupos compuestos por únicamente niños o niñas son comunes en prácticamente todas las culturas humanas y también se ha observado esta tendencia en algunos vertebrados, incluyendo ungulados, peces y grandes simios. |
Niños de Zanzíbar. Fotografía de Fanny Schertzer tomada de Wikimedia Commons. |
En la adolescencia este patrón de agrupación cambia debido al despertar sexual de los adolescentes y el interés de un porcentaje de ellos en establecer relaciones con los miembros del sexo opuesto. Para poder abordar el estudio de la segregación sexual juvenil desde un punto de vista científico y hacer predicciones concretas al respecto es necesario tener un sustento teórico. Anthony propone que la teoría de la selección sexual puede proporcionar dicho sustento. Por ejemplo, las diferencias en tamaño observadas entre machos y hembras (dimorfismo sexual) y la competitividad observada entre machos pueden explicar las diferencias en actividad física y, en consecuencia, la segregación sexual observada. Algunos estudios sugieren que los patrones de actividad física responden a las diferencias en tamaño observadas: en individuos de la misma edad aquellos con mayor estatura requieren mayor actividad física para que el desarrollo esquelético y muscular sea el adecuado. Por otro lado, recientemente se ha enfatizado el papel que la competencia intrasexual en hembras tiene en la segregación sexual. Es decir, mientras que los machos tienen una tendencia a desarrollar habilidades físicas –y eso podría facilitar su agregación en grupos de mayor actividad física-, las hembras en cambio podrían disminuir su actividad física si existiera cierta presión para que desarrollaran otro tipo de habilidades, como aquellas relacionadas con el mantenimiento de relaciones sociales cercanas y habilidades comunicativas. Por otro lado, Anthony arguye, que un aspecto importante dentro de la teoría de selección sexual es la influencia que el nicho ecológico tiene sobre la expresión de cualquier fenotipo (morfológico, conductual, cognitivo, etc.). De especial importancia en el caso de la segregación sexual juvenil es el hecho de que las experiencias tempranas durante el desarrollo alertan al organismo respecto a las características del ambiente dentro del cual se desarrollará. Por lo tanto, la información recibida y asimilada durante las primeras etapas del desarrollo deberían –en teoría- ayudar a los individuos a maximizar su adaptación al nicho dentro del cual crecerán y se reproducirán. Pero la cosa no es tan sencilla como “los niños con los niños y las niñas con las niñas”, también podría esperarse cierta dinámica entre los sexos dependiendo de las variaciones individuales en los niveles de actividad física en ambos sexos. Por ejemplo, las niñas particularmente activas podrían unirse con mayor facilidad a un grupo de niños. Sin embargo, ciertas presiones de socialización podrían contribuir a la exclusión de dichas niñas de los grupos de niños. Las niñas activas entonces podrían intentar integrarse a un grupo de niñas de nivel de actividad promedio, pero dado que sus niveles de actividad no permitirían una integración adecuada las niñas activas podrían entonces conformar un grupo –de puras niñas- aislado de otros grupos de niños y niñas. En consecuencia, los patrones de segregación son el resultado de una relación dinámica entre aspectos biológicos (como el temperamento y la actividad física) con otros aspectos de la socialización (como el papel que juega el estatus de ambos sexos dentro de un grupo social). De acuerdo con lo anterior la actividad física –por sí sola- no parece originar la segregación, si no que únicamente parece facilitarla en ciertas etapas de la integración grupal. Otros factores influyen en los patrones de segregación como son el nivel nutricional y, sorprendentemente, los sistemas de apareamiento imperantes en un grupo social. La nutrición parece ser un factor muy importante. Se ha visto que la estatura es un carácter altamente heredable pero además altamente dependiente del nivel nutricional de la madre durante la etapa gestacional. Es decir, en ambientes con estrés alimenticio las madres tienen hijos de menor tamaño, particularmente cuando éstos hijos son varones. En consecuencia, en ambientes pobres nutricionalmente hablando se esperaría una diferencia menor entre el tamaño de niños y niñas y, en consecuencia, en sus niveles de actividad y los patrones de segregación. En un estudio llevado a cabo ya hace varios años, donde se comparó un grupo con monogamia ecológicamente impuesta (los Lapps de Noruega), un grupo poligínico (los árabes Beduinos) y otros grupos culturalmente monogámicos (como muchas de las sociedades occidentalizadas), se encontró que el grupo donde la monogamia estaba ecológicamente impuesta existía un dimorfismo sexual menor comparado con los otros grupos. Era también en este grupo donde el esfuerzo de ambos padres era indispensable para la crianza exitosa de los hijos. Por lo tanto, el dimorfismo sexual observado en grupos humanos es una combinación de la influencia de las condiciones ecológicas y el sistema de apareamiento preponderante. Desde luego, en las sociedades humanas la facilitación y el reforzamiento social para el desarrollo de ciertas actividades físicas específicas para cada sexo es también un factor importante. Y esto podría no solo ser cierto respecto a las actividades físicas impuestas para ambos sexos. Anthony sugiere en su revisión que en aquellas sociedades donde existe una mayor equidad en los roles de los padres y madres -en cuanto a la provisión de recursos y el cuidado de los niños- entonces se esperaría que los juegos de los niños y las niñas fueran menos divergentes y que, en consecuencia, se observara una mayor incidencia de grupos mixtos y una menor segregación sexual. En apoyo a esta hipótesis, en un estudio se encontró una menor segregación sexual en escuelas que específicamente trabajaban para reducir los estereotipos de los roles sexuales. Sin embargo, es interesante notar que cuando las recompensas para lograr lo anterior se eliminaron los preescolares volvieron a formar grupos conformados predominantemente por niños o niñas. |
Adolescentes. Fotografía de Jurek Durczak tomada de Wikimedia Commons. |
Artículo de referencia:
Pellegrini, A. (2010). The role of physical activity in the development and function of human juveniles' sex segregation Behaviour, 147 (13), 1633-1656 DOI: 10.1163/000579510x535262
Pellegrini, A. (2010). The role of physical activity in the development and function of human juveniles' sex segregation Behaviour, 147 (13), 1633-1656 DOI: 10.1163/000579510x535262