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miércoles, 29 de diciembre de 2010

Chutney de arrayán y cacahuate

1/2 taza de arrayanes frescos
1/2 taza de cacahuate molido
1/2 cebolla mediana en rodajas finas
3 chiles serranos
1/2 taza de agua
jugo de 1/2 limón
Fría la cebolla, los chiles rebanados, los arrayanes enteros y el piloncillo durante unos 10 minutos.



Agregue el polvo de cacahuate y después de unos 5 minutos el agua.
Tape y cocine a fuego lento durante unos 15 minutos.
Agregue el jugo de limon y deje cocinar otros cinco minutos.
Apague y disfrute con pan con queso, quesadillas, tlacoyos, arepas, carne, pollo o pescado asado.

Fotografías de Guillermina Echeverría-Lozano.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Cuando las flores con otro nombre no huelen tan dulce

"What's in a name? That which we call a rose
By any other name would smell as sweet."


“¿Que hay en un nombre? Eso a lo que llamamos rosa, 
con cualquier otro nombre conservaría su dulce aroma.”

Romeo y Julieta, W. Shakespeare.
Las flores son preferidas en la conquista amorosa y en las comparaciones metafóricas. Las flores inspiran nuestros sentidos e imaginación, pero sobre todo, inspiran a los polinizadores. Si creemos que nadie como nosotros para sucumbir ante su aroma y su belleza es porque no hemos observado con cuidado un campo de flores. Si alguien sucumbe ante las flores son las criaturas que visitan flores de manera regular. Abejas, mariposas, abejorros, escarabajos, aves y toda suerte de pequeños –y no tan pequeños-seres son atraídos por el polen y el néctar que ofrecen las flores en sus innumerables formas y tamaños.
Muchas flores dependen de los polinizadores para ser fecundadas y entonces generar un fruto y reproducirse. Y saben bien su negocio pues los polinizadores son atraídos irremediablemente a las flores en busca de polen, néctar y otros tipos de recompensas. Flores y polinizadores han coevolucionado por muchos miles de años. En algunos casos un solo polinizador puede asociarse con una sola especie vegetal. Para su sobrevivencia, ambos dependen exclusivamente del otro.
Entender exactamente de qué manera ha ocurrido esta danza evolutiva entre especies vegetales, sus flores y los polinizadores que las fecundan es el tema de una de las áreas de la ecología evolutiva más fructíferas y amplias. Hoy en día sabemos cosas muy interesantes respecto a este tipo de interacción entre plantas y animales. Sabemos por ejemplo que muchos polinizadores se guían por pistas visuales para hallar a sus flores favoritas.
También, los compuestos orgánicos volátiles juegan un papel importante en este tipo de interacción y existen interesantes métodos para estudiar la manera en la que dichos compuestos atraen o repelen a los polinizadores. Por ejemplo, en un estudio reciente llevado a cabo por un equipo de 7 investigadores liderados por Claire Suchet de la Universidad Paul Sabatier utilizaron una técnica conocida como electroantenografía mediante la que es posible medir la respuesta de los receptores olfatorios en la antena de un insecto bajo un estímulo olfativo dado.
Entonces si por otro lado se miden los compuestos orgánicos volátiles de una flor es posible saber cuál es la sensibilidad de las antenas de un insecto ante dichos compuestos. Esto fue justamente lo que hicieron Claire y sus colaboradores en un estudio centrado en la variación de aromas de dos subespecies de Antirrhinum majus (dragonaria): Antirrhinum majus striatum y Antirrhinum majus pseudomajus. Dado que en los pirineos del este éstas flores son muy visitadas por hordas de abejorros (Bombus terrestris) su estudio consideró a estos pachones insectos.
Antirrhinum majus striatum y Antirrhinum majus pseudomajus, fotografía tomada del artículo de referencia.
En su estudio, Claire y su equipo encontraron que las flores de dragonaria emitían hasta 37 compuestos orgánicos volátiles y que ambas subespecies diferían en su aroma, es decir, variaban en la proporción y el tipo de estos compuestos. También encontraron que los abejorros parecen ser sensibles a dichas diferencias y de hecho tener cierta aversión por un compuesto llamado acetofenona que se encuentra en un alto porcentaje en Antirrhinum majus pseudomajus, es decir, la dragonaria magenta.
¿Cuáles son las consecuencias de que esta brillante flor no huela tan dulce para los abejorros? ¿porqué las flores magenta producen cantidades alocadas de acetofenona mientras las amarillas no lo hacen?
Podría ser que el tipo magenta produce dicho compuesto como consecuencia de la síntesis de la antocianina, el compuesto relacionado con la coloración magenta. Sin embargo, esta pregunta tendrá que contestarse en el futuro porque hasta el momento se sabe poco acerca de la síntesis de la acetofenona.
¿Porqué no han desaparecido las flores magenta si los abejorritos no las prefieren? Bueno, es posible que las flores magenta hayan ganado una batalla diferente a las atractivas flores amarillas. Para atraer polinizadores es posible que las flores magenta proporcionen un premio más jugoso para los abejorros, por ejemplo, en la forma de un  néctar más suculento. Entonces, algunos abejorros aprenderían a dirigirse hacia las flores amarillas por tener un aroma más dulce, mientras que otros abejorros podrían dirigirse a las magenta –a pesar de su poco atractivo tufo- si ello significara obtener un néctar de mayor calidad. En el futuro, Claire y su equipo planean averiguar si las flores con una repulsiva producción de acetofenona compensan con un polen más rico para atraer a los polinizadores.
Claire y su equipo demostraron con su florido estudio que los compuestos orgánicos volátiles juegan un papel fundamental en la ecología evolutiva de las dragonarias y su interacción con los abejorros.
Aunque para Julieta si la rosa tuviera otro nombre sería igualmente dulce, para los abejorros –esos gordinflones conocedores de las flores- no es así. Para ellos, algunas flores con nombres (científicos) diferentes definitivamente no huelen igual.
Abejorro visitando otro tipo de flor. Fotografía de Simon Koopmann tomada de Wikimedia Commons.
Artículo de referencia:

ResearchBlogging.org
Suchet, C., Dormont, L., Schatz, B., Giurfa, M., Simon, V., Raynaud, C., & Chave, J. (2010). Floral scent variation in two Antirrhinum majus subspecies influences the choice of naïve bumblebees Behavioral Ecology and Sociobiology DOI: 10.1007/s00265-010-1106-x

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Receta sencilla para leer la mano (y las intimidades) de homínidos extintos y existentes

Cómo es que los homínidos ancestrales vivían es algo que nos daría valiosísima información respecto a cómo es que somos lo que somos y, afortunadamente, constituye un tema de interés para un buen puñado de científicos quienes en este momento se hacen preguntas como ¿cómo eran la vida social y las relaciones de nuestros ancestros? ¿eran monógamos o polígamos?
Los huesos y restos que dejaron atrás nos dicen mucho menos de lo que quisiéramos saber respecto a su vida social. Y mientras más información –y más especies de homínidos- van apareciendo en el panorama más dudas surgen respecto a su vida social. Debido a que solo contamos con esa información, se vuelve necesario aprovecharla al máximo. Por suerte los fósiles –aún cuando fragmentados y limitados- pueden darnos información muy interesante. De su tamaño, por ejemplo, es posible deducir varias cosas.
El dimorfismo sexual, es decir, la diferencia de tamaño observada entre machos y hembras de una especie es una característica que ha sido utilizada para predecir la conducta social. Mientras más grandes sean los machos con respecto a las hembras, mayor es la competencia existente entre los machos por el acceso a las hembras. Otras características también pueden estar asociadas con dicha competencia, como es el tamaño de los caninos.
Utilizar el grado de dimorfismo sexual para inferir la vida social de los homínidos extintos se torna más difícil debido –entre otras cosas- a otras características del grupo sobre las que actualmente existe debate, como por ejemplo, el tamaño de los caninos. Y es en casos como este cuando, para darle la vuelta a ciertos problemas metodológicos, surgen ideas como la de utilizar otros indicadores de la vida social de las especies, como son aquellos relacionados con la selección sexual.
Tal es la propuesta de un estudio realizado por Emma Nelson, Campbell Rolian, Lisa Cashmore y Susanne Shultz y cuyos resultados fueron publicados hace poquito en la revista Proceedings of the Royal Society. El grupo multinacional y multidisciplinario consideró para su estudio la proporción entre el segundo (dedo índice) y el cuarto dígito (dedo anular), es decir, el resultado de la división de la longitud del dedo índice entre la longitud del anular. Dicha proporción a la que comúnmente se refiere como 2D:4D, es considerada como un marcador de hormonas sexuales prenatales.
Se ha visto que la proporción 2D:4D en humanos es sexualmente dimórfica, siendo generalmente más baja en hombres que en mujeres. Adicionalmente, se ha visto que una baja proporción 2D:4D se asocia con conductas relacionadas con la dominancia en ambos sexos. Incluso, a nivel poblacional se le ha relacionado con sistemas poligínicos. Esta relación también se mantiene en primates no humanos y se ha visto que la proporción es más alta en especies monogámicas que en aquellas más promiscuas y caracterizadas por competencia entre machos.
Mano con el índice más corto que el anular (una proporción baja entre el segundo y el cuarto dedos) lo que indica una alta exposición a testosterona en el útero. Imagen tomada de Wikipedia

Por tanto, para indagar sobre el sistema social de los homínidos extintos bastaría con que tuviéramos información sobre sus manos, y dado que solo contamos con los huesitos de las manos de varios de ellos Emma y su equipo utilizaron el tamaño de las falanges. Para su estudio, entonces, no utilizaron la proporción 2D:4D si no la proporción 2FP:4FP, donde FP se refiere a la falange proximal.
Emma y colegas utilizaron restos fósiles alojados en colecciones de museos, así como información reportada en otros artículos sobre homínidos existentes, es decir, Homo sapiens, y extintos como Pierolapithecus catalaunicus, Hispanopithecus laietanus (un simio ancestral), Ardipithecus ramidus (la recientemente descubierta “Ardi”), Australopithecus afarensis (como la famosa Lucy), y Homo neanderthalensis (nuestro pariente más cercano en la muestra).
Para sus comparaciones utilizaron medidas de simios contemporáneos monógamos como los gibones (Hylobates) y simios más promiscuos como chimpancés, orangutanes y gorilas (Pan, Pongo y Gorilla, respectivamente). De tal suerte que contando con las medidas de las falanges de los homínidos extintos y el hombre, así como con las medidas de las falanges y la información respecto a la vida social de los simios contemporáneos y el hombre, fue posible inferir las costumbres de los homínidos ya extintos. Es importante notar que en caso particular del Homo sapiens el sistema social fue considerado como intermedio entre la monogamia y la poliginia.
Los resultados señalan que Ardi, el simio ancestral, los neandertales, así como los humanos serían todos devotos de la poliginia, pero un sistema monógamo habría caracterizado a Austrolopithecus, es decir, a Lucy y sus parientes. Sin embargo, la variabilidad en las proporciones digitales de nuestros cercanos parientes Homo neanderthalensis sugiere que estos homínidos del pleistoceno, al igual que los humanos contemporáneos, podrían haber exhibido cierta flexibilidad en su sistema social y sus costumbres de apareamiento, es decir, podrían haberse encontrado indecisos entre la monogamia y la promiscuidad.
Estos resultados, mas allá de sugerirnos como podrían haber sido los encabezados de la versión pleistocénica de la revista ¡Hola!, también nos sugieren que la transición de un sistema poligínico a uno (potencial o preponderantemente) monogámico pudo haber ocurrido ya tarde en la historia evolutiva humana.
La propuesta anterior, ya puesta en la mesa anteriormente por otros autores, iría de acuerdo con las teorías que sugieren que un sistema monogámico habría evolucionado de la mano con el incremento en el tamaño del cerebro en la evolución del género Homo. Y no porque ser monógamo sea (necesariamente) sinónimo de ser avispado en el mundo animal, si no porque los cerebros grandes son costosos y la monogamia puede ser el sistema social ideal para costear su precio. Veamos porqué.
El enorme cerebro de los bebés humanos –comparado con el de otras especies- requiere una cantidad considerable de cuidado parental durante un prolongado periodo de tiempo y el hecho de que, a pesar de eso, la especie humana sea altamente fecunda dentro de los homínidos es de llamar la atención. Las especies con cerebros grandes en relación con el tamaño del cuerpo son generalmente poco fecundas. Sin embargo la excepción a esta regla son aquellas especies en las que existe un dedicado cuidado parental.
Cría de Homo sapiens. Fotografía de Bùi Linh Ngân tomada de Wikimedia Commons.

En el caso humano, en particular, la alta fecundidad puede en algunos casos mantenerse solo si se cuenta con la ayuda de ambos padres; sobre todo si pensamos en humanos en situaciones tan demandantes como las de un cazador-recolector y/o un nómada.
El hecho de que, considerando la proporción 2FP:4FP, los humanos se encuentren en un punto intermedio entre la monogamia y la poliginia también sugiere que el emparejamiento en esta especie difiere de otros primates monógamos. Podemos decir que, biológicamente hablando, el sistema de los humanos es más bien uno en el que tanto las hembras como los machos suelen tener varias parejas, aunque exhiben una tendencia a la monogamia cuando llega la hora de criar a los retoños.
A juzgar por la proporción de los huesitos de la mano, los sistemas sociales de los neandertales y los humanos modernos serían semejantes y caracterizados por un cierto grado de competencia en la adquisición de parejas. Esto va de acuerdo con la idea de que ambos miembros del género Homo mostraban semejanzas en su desarrollo.
Como vemos, las manos –y en particular los huesos de los dedos- pueden darnos información sobre la vida social de las especies, incluidos los homínidos extintos. Mientras mas restos fósiles aparezcan mayores podrán ser los alcances de estudios como el de Emma y sus colaboradores.
Todavía hay muchos enigmas que resolver como ¿cuándo el cerebro de los homínidos llego a ser tan grande que la crianza compartida fue un requisito para la sobrevivencia de las crías? ¿qué otros factores en la historia de nuestros ancestros intervinieron para que hubiera una transición de la poliginia a un sistema más cercano a la monogamia? ¿de qué manera –si es el caso- están ligados la evolución del tamaño del cerebro, el cuidado parental y el dimorfismo sexual? Seguro que en este momento hay alguno que otro paleobiólogo pensando de qué herramientas echar mano para dar respuesta a estas y otras electrizantes incógnitas.
Artículo de referencia:


ResearchBlogging.org
Nelson, E., Rolian, C., Cashmore, L., & Shultz, S. (2010). Digit ratios predict polygyny in early apes, Ardipithecus, Neanderthals and early modern humans but not in Australopithecus Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences DOI: 10.1098/rspb.2010.1740
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Se recomienda leer el artículo de Dan Jones “A window on the past” publicado en 25 de abril del 2009 en la revista New Scientist.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Helado de mora azul y chocolate amargo

1/2 kilo de moras azules
2 tazas de agua
1 taza de azúcar
3 cucharadas de crema fresca
100 gramos de chocolate amargo en trozos pequeños


Se licúan las moras, el agua, el azúcar y la crema.
Se agrega la mezcla a la máquina de helados y una vez que tome cierta consistencia se agrega el chocolate poco a poco.
El resultado es un helado denso donde el sabor agridulce de la fruta se mezcla deliciosamente con el sabor dulce amargo y crujiente de los pedazos de chocolate.

Fotografías de Guillermina Echeverría-Lozano.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Tecnología lítica y lenguaje: un romance de antaño

Él se acomoda, toma una roca con la mano izquierda, otra con la mano derecha y se prepara para impactar la del lado derecho en la roca del lado izquierdo. El proceso requiere toda su concentración, la acción coordinada de sus extremidades y músculos, la precisión de sus movimientos. Él tiene una experiencia de casi 40 años elaborando herramientas de piedra, ha utilizado diversos materiales, ha probado diversas formas y métodos: es un experto en su elaboración.
Bifaz achelense. Imagen tomada de Wikimedia commons.


Pero él no es un homínido del paleolítico inferior: el es un homínido moderno. Tan moderno es que actualmente trabaja en el Departamento de Arqueología de la Universidad de Exeter, en el Reino Unido. Bruce Bradley se dedica, entre otras cosas, a enseñar a otros homínidos contemporáneos el arte de la elaboración de herramientas que fueron originalmente creadas por otros homínidos, pero varios miles de años atrás.
En uno de sus últimos trabajos Bruce utilizó un ciber-guante especial con un sistema de rastreo electrónico mediante el que se registraron los ángulos de sus articulaciones al momento de elaborar herramientas de piedra de dos tipos diferentes. Esto lo llevó a cabo con otros tres autores (Aldo Faisal, Dietrich Stout y Jan Apel) y la idea fue caracterizar y comparar la complejidad en la elaboración de dos tipos de tecnología lítica prehistórica: la achelense y la olduvayense. Sus resultados fueron publicados recientemente en la revista PLoS ONE.
Los patrones conductuales relacionados con la reproducción, la obtención de alimento y otras cuestiones esenciales en la sobrevivencia de las especies son cruciales para entender su evolución. La presencia y las características de las herramientas de piedra en los yacimientos fósiles constituye una importante fuente de información respecto a la evolución cognitiva humana, entre otras cosas. El hecho de que la sofisticación y complejidad de la tecnología de nuestros ancestros se fuera incrementando con el tiempo sugiere que también sus capacidades cognitivas fueron evolucionando.
Por ejemplo, la industria lítica olduvayense se caracteriza por hojuelas afiladas de roca que fueron elaboradas mediante la percusión directa de una roca con otra. Después, hace aproximadamente unos 1.7 millones de años, empezaron a aparecer las herramientas achelenses que sugerían una intencionalidad mayor en su elaboración y que incluyen filosas y grandes herramientas en forma de gota a las que también se les conoce como bifaces (handaxes). 


La tecnología achelense tardía (hace unos 0.5 millones de años) alcanzó una considerable estandarización y refinamiento. Se ha propuesto que el desarrollo de este tipo de herramientas refleja la existencia de capacidades cognitivas novedosas y de procedimientos bien establecidos en la elaboración de las mismas. Es decir, había una intención definida en su elaboración, no eran únicamente formas arbitrarias. Este tipo de observaciones han llevado a algunos investigadores a sugerir que así como hubo un salto en la complejidad de las herramientas, también pudo haber un salto asociado en la evolución del lenguaje, como veremos en detalle más adelante.
Herramienta olduvayense. Imagen tomada de Wikimedia commons.
En un par de estudios previos liderados por Dietrich Stout, en los que se usaron imágenes cerebrales durante la elaboración de herramientas achelenses y olduvayenses, se encontró que existía un sobrelape entre ciertas regiones asociadas con el lenguaje y aquellas que se activaban durante la elaboración de herramientas (ver figura más abajo).
Sin embargo, la elaboración de herramientas achelenses produjo actividad adicional en el hemisferio derecho, incluyendo el área 45 de Brodmann una región vinculada con la cognición jerárquica de alto nivel, como ciertos procesos del lenguaje. Lo anterior podría sugerir la posibilidad de que durante el período achelense tardío existiera también un procesamiento del lenguaje más complejo.
No obstante, estos resultados no eran concluyentes en ese sentido, ya que era necesario descartar la posibilidad de que un incremento en la actividad del hemisferio cerebral derecho implicara simplemente un incremento en las demandas del control de agarre. De ahí entonces, que fuera necesario caracterizar y comparar la complejidad de los movimientos ejecutados durante la elaboración de ambos tipos de herramientas.
A.Un centro de roca, es golpeado con otra (B). C. Herramientas olduvayense (arriba) y achelense (abajo). D. La elaboración de ambas herramientas está relacionada con la activación de la corteza ventral premotora (PMv). Imagen tomada de PLoS ONE.
Para responder a esta pregunta fue necesario –además de diseñar el chidísimo ciberguante- idear un método estadístico que les permitiera confiar en los resultados obtenidos, considerando incluso la complejidad de otras tareas realizadas en la vida diaria como encimar cajas y extraer objetos pequeños de una caja.
Aldo, Dietrich, Jan y Bruce no encontraron diferencias en la complejidad de los movimientos durante la elaboración de ambos tipos de herramientas. Lo anterior es de llamar la atención considerando las diferencias observadas entre la tecnología lítica olduvayense y la achelense. Los autores sugieren entonces que las diferencias en la activación cerebral observadas durante la elaboración de ambos tipos de tecnología implican diferencias en la organización conductual de alto nivel, en lugar de diferencias en respuesta a la complejidad de la manipulación de objetos.
Por lo tanto, durante las primeras etapas de la evolución tecnológica humana las capacidades cognitivas necesarias pudieron estar más relacionadas con las capacidades perceptuales y motoras, mientras que etapas posteriores pudieron haberse caracterizado por la existencia de mecanismos de control mejorados.
En consecuencia, el incremento observado en la actividad del hemisferio cerebral derecho durante la elaboración de herramientas achelenses puede ser atribuido a un incremento en otras funciones. En teoría estas funciones estarían relacionadas con –por ejemplo- la regulación de acciones complejas en secuencia.
Por ejemplo, para un adecuado adelgazamiento de una bifaz achelense es necesario que quien la está creando se detenga, gire y prepare la bifaz antes de golpearla nuevamente para poder lograr la forma y el filo deseados. Lo anterior requiere la planeación, organización y jerarquización de las actividades a realizar.
De igual manera, el lenguaje prosódico (acentuación y entonación) requiere la integración jerárquica de información a lo largo del tiempo. El hecho de que las regiones involucradas en la elaboración de herramientas y la producción del lenguaje se sobrelapen sugiere la existencia de no solo sustratos, si no de características funcionales compartidas entre ambos procesos. Lo anterior implicaría entonces que la acción de la selección sobre el lenguaje o la elaboración de herramientas pudo haber favorecido los sustratos neurales del otro.
El estudio de Aldo, Dietrich, Jan y Bruce aporta nuevos elementos a la propuesta de que la evolución del lenguaje y el de las habilidades relacionadas con la elaboración de herramientas pudieron haber ido de la mano durante buena parte de la evolución humana.
Artículo de referencia:



ResearchBlogging.org

Faisal, A., Stout, D., Apel, J., & Bradley, B. (2010). The Manipulative Complexity of Lower Paleolithic Stone Toolmaking PLoS ONE, 5 (11) DOI: 10.1371/journal.pone.0013718