Ciencia con espiral de limón

Science with a (lemon) twist
BLOG EN RECESO TEMPORAL

domingo, 25 de marzo de 2012

El uso de herramientas en osos pardos y la evolución de la inteligencia

Recientemente, fue descrito un evento aislado de uso de herramientas por un oso pardo (Ursus arctos). Lo que el úrsido en cuestión hizo fue utilizar varias rocas cubiertas de percebes, de forma repetida, para frotarse el hocico y el cuello después de haberse alimentado con los restos de una ballena. En cada uno de los tres casos, el oso tomó una roca entre sus patas, la giró, froto su cuerpo y la arrojó. Es probable que con esta conducta el oso haya eliminado restos de carne y aceite de la ballena que se quedaron pegados en su pelaje. 
Dicha conducta, es considerada como “uso de herramienta” debido a que el oso utilizó libremente un objeto (las rocas cubiertas de percebes) en una interacción mecánica dirigida (raspar las rocas contra su cuerpo) para crear un cambio en otro objeto (en este caso él mismo).
Oso pardo. Imagen del archivo del  U.S. Fish & Wildlife Service Digital Library System tomada de Wikimedia Commons.

El uso de herramientas ha sido descrito en varias especies, desde los primates hasta algunos invertebrados, pasando por algunas aves, mamíferos marinos y peces. Sin embargo, la variedad de especies en las que los casos (aislados todos ellos) de uso de herramientas han sido descritos deben alertarnos sobre algo más que el uso animal de herramientas en sí: la forma en la que abordamos los fenómenos que observamos.
El uso de herramientas fue descrito en primates por primera vez y la presencia de dicha conducta se uso ampliamente como evidencia de las habilidades cognitivas de los mismos, en buena parte porque podían involucrar una planeación premeditada y la transmisión horizontal de normas. En muchos casos se ha hablado de “cultura animal” cuando se ha observado el uso extendido de herramientas dentro de una población. El uso de dicho termino ha disminuido, debido en parte a que la conducta fue descrita en otras especies consideradas como menos complejas cognitivamente hablando. 
Otras conductas (como la reconciliación) también han parecido seguir un patrón similar, coincidentemente son conductas que parecieran “muy humanas”. Es decir, pareciera que la tentación de considerar una conducta como “muy compleja” se ha dado en los casos en que las mismas se encuentran presentes en humanos. 
Entonces, es recomendable que el estudio del uso de herramientas en animales no humanos, así como el de otras conductas -también presentes en los humanos- sean vistas con menos pasión y más frialdad y objetividad. Para entender los puntos en que diferentes especies coinciden y divergen –cognitivamente hablando- es importante evitar sesgos antropocéntricos. 
En cualquier caso, un estudio más profundo de las habilidades cognitivas de los osos pardos nos ayudará a entender mejor cómo es que estos carnívoros interactúan con el medio y con otros osos, y como los hallazgos que de dicho estudio se deriven se integran en el amplio campo de la evolución cognitiva.
Artículo de referencia:

ResearchBlogging.org
Deecke, V. (2012). Tool-use in the brown bear (Ursus arctos) Animal Cognition DOI: 10.1007/s10071-012-0475-0

martes, 20 de marzo de 2012

Chiles y zanahorias en vinagre al curry


200 gramos de chiles jalapeños rebanados y desvenados
1 cebolla grande
200 gramos de zanahorias
½ cucharadita de curry hindú
½ cucharadita de hinojo
2 pimientas gordas
4 hojas de laurel
200 ml de vinagre de vino blanco al estragón
2 cucharadas de miel de abeja
Se fríen la cebolla en gajos y los chiles con un poco de sal.
Se rallan las zanahorias y se agregan. Después de 5 minutos se agrega el vinagre, la pimienta, el curry, el hinojo, el laurel y se tapa la cazuela. Se cuece a fuego muy bajo durante unos 15 minutos. Se apaga, se agrega la miel y se revuelve. Se deja enfriar con la tapa puesta para que no se deshidrate.

jueves, 15 de marzo de 2012

El reloj biológico y el sistema inmune comparten horarios


Desde hace tiempo se sospechaba que los ritmos circadianos (es decir, la forma en la que los procesos biológicos oscilan durante un periodo de 24 horas) tienen una fuerte influencia sobre la forma en la que el sistema inmune reacciona. Por ejemplo, las inflamaciones son más frecuentes durante la noche y la artritis reumatoide tiene variaciones diurnas en la severidad de los síntomas. 
Pintura de Jacobus Hendrik Pierneef, imagen de Michael Stevenson tomada de Wikimedia Commons.
 Con el afán de entender la forma en la que el sistema inmune reconoce a los patógenos y la forma en la que dicho reconocimiento se relaciona con los ritmos circadianos, un grupo de investigadores estudiaron la expresión y función de la proteína TLR9. Dicha proteína se encuentra en las células encargadas de la reacción inmune como los macrófagos y las células dendríticas. La TLR9 reconoce patrones moleculares asociadas a patógenos de una manera muy incluyente: reconoce DNA bacteriano y viral.
Utilizando un modelo con ratones, el estudio demostró que la cantidad de TLR9 producida y la forma en la que funcionaba variaban a lo largo del día. Es decir, su comportamiento está controlado por el reloj biológico.
Este hallazgo es relevante porque demuestra una relación directa entre los sistemas circadiano e inmune, lo cual, tiene implicaciones importantes. Una vez que este tipo de sistemas sean mejor entendidos los pacientes se verán beneficiados con terapias que tomen en cuenta la hora del día en la que son más susceptibles de contraer infecciones o desarrollar procesos inflamatorios severos, por ejemplo.
Artículo de referencia:

ResearchBlogging.org
Silver, A., Arjona, A., Walker, W., & Fikrig, E. (2012). The Circadian Clock Controls Toll-like Receptor 9-Mediated Innate and Adaptive Immunity Immunity, 36 (2), 251-261 DOI: 10.1016/j.immuni.2011.12.017

lunes, 5 de marzo de 2012

La presencia de machos atractivos quita el hambre a ciertas hembras

Es cada vez más claro que los adornos u ornamentos masculinos, presentes en diversas especies, son efectivos debido a que explotan sesgos sensoriales preexistentes. Es decir, los machos de algunas especies podrían haber evolucionado ornamentos para los que las hembras estuvieran predispuestas a responder, por ejemplo, aquellos relacionados con la detección de alimento.
Los machos se verían beneficiados con la utilización de estas “trampas sensoriales” porque, como resultado, las hembras se verían atraídas a ellos, incrementando las oportunidades de apareamiento.
Sin embargo, si las hembras estuvieran respondiendo a ornamentos que imitan presas esto podría significar un costo para ellas ya que podrían dejar de responder al modelo original (el alimento) del que el ornamento obtiene la ventaja. En consecuencia, las hembras podrían perder valioso tiempo de alimentación distraídas por los ornamentos masculinos.
Lo anterior había sido una hipótesis respecto al costo potencial en el que las hembras incurren al responder a ornamentos masculinos, pero no había sido demostrado hasta hace muy poco. Fueron Constantino Macías García y Yolitzi Saldívar Lemus, del Instituto de Ecología de la UNAM quienes demostraron que en varias especies de peces godeidos las hembras incurren en costos negativos al responder a la atractiva cola de los machos de dicho grupo de peces. Las especies consideradas en su estudio fueron Chapalichtys pardalis, Ameca splendens, Xenotoca variata, Xenoophorus captivus, Xenotoca eiseni y Characodon audax.
Hembra (arriba) y macho (abajo) de Ameca splendens. Imagen de Przemysław Malkowski tomada de Wikimedia Commons.
  
En los godeidos los machos tienen una banda amarilla vertical en su aleta caudal (cola) que asemeja a las larvas de algunos caballitos del diablo, uno de los alimentos favoritos de estos peces.
Según sus experimentos las hembras de estos peces fueron menos eficaces al alimentarse en presencia de machos cuyas colas asemejaban la forma de ciertas presas, particularmente cuando ambos estímulos estuvieron presentes. En todas, menos una especie, las hembras experimentaron perdida de peso después de los experimentos; y en cuatro de las seis especies estudiadas las hembras pasaron más tiempo admirando a los machos que alimentándose, aun cuando en todos los casos las hembras habían sido privadas de alimento las 24 horas previas a los experimentos. Es decir, si no comieron no fue por falta de hambre.
En su estudio todas las hembras estaban preñadas cuando se hicieron los experimentos por lo que no eran sexualmente receptivas y no fueron cortejadas por los machos debido a que los machos estuvieron en peceras aledañas. Además, gracias a la iluminación utilizada, las hembras podían ver a los machos sin que ellos las vieran por lo que no fueron molestadas por los avances masculinos en ningún momento.
Macho de Ameca splendens. Imagen de Marie France Janelle tomada de Wikimedia Commons.
 Ahora bien, las tasas de apareamiento elevadas y el cortejo constante podrían ser costosas para las hembras de especies que caen en las trampas sensoriales como las aquí descritas. En tal caso, las hembras deberían evolucionar mecanismos que les permitieran “escapar” de dichas trampas. En consecuencia, los machos podrían verse obligados a desarrollar ornamentos cada vez más exagerados. Este proceso es justo uno de los que se han propuesto para explicar la evolución de los exagerados ornamentos masculinos presentes en diversas especies.
No es claro si las hembras de los godeidos han evolucionado mecanismos de defensa contra la trampa sensorial de los machos, pero el hecho de que Ameca splendens (especie donde los machos tienen las colas más vistosas) sea la única especie herbívora podría ser una consecuencia de los costos alimenticios impuestos a las hembras por las sexys colas de los machos. No hay prueba de ello, pero es una posible explicación.
Por lo pronto, el estudio de Constantino y Yolitzi es el primero en demostrar que, en ciertas especies, las trampas sensoriales masculinas que imitan la forma de ciertas presas influyen en la eficiencia de las hembras para alimentarse.
Artículo de referencia:

ResearchBlogging.org
Garcia, C., & Lemus, Y. (2012). Foraging costs drive female resistance to a sensory trap Proceedings of the Royal Society B: Biological Sciences DOI: 10.1098/rspb.2011.2611